El teatro como experiencia

Fotografía: Gerardo del Razo
Guillermo Revilla

Guillermo Revilla

Entrevista con el director chileno David Atencio

David Atencio, director chileno de teatro de 25 años de edad, reconocido por el Mercurio, uno de los diarios de mayor circulación en Chile, como una joven promesa del teatro de ese país, estuvo en México en julio de este año para dirigir, junto al mexicano Diego Álvarez Robledo, la obra Los exoditas o la marca del caos, con el elenco de la compañía Los Conjurados Teatro.
Atencio y yo quedamos de vernos en un café de la colonia del Valle para sostener la plática que a continuación presentamos a los lectores de El Ciudadano. Nos encontramos pasaditas las siete de la tarde en la esquina del café, donde David me dice que si no prefiero tomarme una cerveza. Acepto, caminamos unas cuadras y nos sentamos en un bar cuyas mesas están sobre la banqueta. Ordenamos un par de cervezas, enciendo la grabadora, y le pregunto a David sobre el teatro que hace en Chile.

“Yo en Chile trabajo con una compañía que se llama Tercer Abstracto. El nombre surge en el año 2012 con la idea de retomar el movimiento de abstracción con un interés bien político: llevar la forma como contenido. Esto es uno de los postulados de las vanguardias artísticas, que frente a todo el contexto bélico de Asia-Europa, veían a la forma como la posibilidad de poder construir el nuevo mundo. He trabajado con artistas como Mondrian, Malévich, Fontana, Kandinski y Rothko, que son todos pintores de la época abstracta que dicen que la realidad no hay que representarla, hay que presentarla. Una de las cosas que me apasionan del arte abstracto, y he trabajado mucho sobre eso, es que el arte no es una cosa decorativa, ni es una cosa de entretenimiento, sino, como los artistas abstractos decían, es una cosa que puede modificar el espíritu, y para cambiar a la sociedad hay que entrar a la fibra. No me preocupo tanto de gustar al público, sino de afectarlo, y eso puede ser desde el gusto, o desde la impresión, o desde la sorpresa, o desde donde sea. No me baso en el entretenimiento, ni en el complacer, sino en generar una experiencia y que esa experiencia modifique un poco al espectador”.

frase¿Qué se lleva el público al vivir esa experiencia?

“Es una cosa si yo te digo: la cordillera de los Andes es un elemento primordial en la geografía, y otra vivir en el país y entender que cuando te pierdes está siempre la cordillera ahí. La diferencia está en que una premisa está pasando por el entendimiento, y la segunda está pasando por una experiencia. Puede ser que ni siquiera lo entiendas tan claro, pero vivir la experiencia de estar al lado de la cordillera, te va a modificar de cierta forma. Veo un poco eso en el teatro: no es para que se entienda, es para que se viva, y esa vivencia se puede dirigir. El arte abstracto surge en torno a la discusión por la realidad, la realidad no es sólo lo que se ve, sino que también es lo que se percibe. Por ejemplo, si yo te hablo del azul, lo vas a entender sólo como tú lo has vivido, en cambio si te presento el azul al lado del rojo y después al lado del verde, vas a vivir la diferencia”.

Llamas a este planteamiento de la experiencia un interés político, ¿en qué sentido?

“Existe una diferencia entre el arte político y la política del arte. El arte político está basado en una discusión sobre los temas, el arte es un medio para hablar de la política, de la religión, de la sociedad. Luego de las vanguardias, el estandarte es la autonomía del arte, el arte no en favor de la sociedad, de la política o de la religión, como toda la época anterior, sino que el arte tiene su propia política, y ahí vienen todos estos artistas y hablan de los materiales mismos del arte. ¿Por qué el arte tiene que ser una cosa que hable de la sociedad y no el constructor de la sociedad? De hecho una de las cosas que me apasionó fue: ¿por qué estos artistas fueron censurados, perseguidos políticos, si en realidad estaban haciendo líneas? Lo peligroso es que estaban cambiando la forma de pensar, y eso es mucho más agresivo. Por ejemplo, datos como que Hitler censuró ciertas escalas melódicas porque eso alegra el alma, no es porque la música estaba hablando en contra de Hitler, es porque hay una cosa estética dentro del arte que es más agresiva que las palabras: presentar una experiencia al espectador que le permite mirar la vida desde otro lugar, y eso es político, y eso es peligroso”.

el perfilDavid intuye que este cambio de paradigma en el teatro chileno puede estar estrechamente relacionado con el movimiento estudiantil de 2011.

“Hemos teorizado, reflexionado mucho al respecto: empezaron a aparecer en cartelera obras distintas. Hubo grupos que empezaron a presentar obras mucho más radicales desde el punto de vista escénico, y el espectador comenzó a entender. Eso creo que es clave, y correspondía a que el comunismo que representa al movimiento de izquierda después de la dictadura chilena dejó de ser una acción y se convirtió en un estandarte medio panfletario (Kandinski en su época dice “politiquería”). El público empezó a necesitar otra cosa. Trato de cuidar las palabras en el sentido de que no pongamos al movimiento estudiantil como estandarte porque es muy reciente y no quiero “historizarlo”, pero efectivamente, no se puede ignorarlo, no se puede dejar de lado que fue relevante. Cuidando eso, una de las cosas que yo empecé a percibir es que el teatro antes del 2000 era un teatro de qué queremos decir, y se empezó a transformar: lo que queremos decir ya dejamos de oírlo, ¿qué queremos hacer? Y eso es como si en vez de decir “te amo”, te hago una sorpresa enorme y te escribo en el cielo “te amo”, y eso es más importante que decírtelo: el hacer se vuelve más relevante. Dejamos de tomar la Unidad Popular, que es el movimiento de Salvador Allende, como estandarte, que fue lo que hicieron desde los años 80, 90 y dos mil, y que siguen quedando resquicios de eso. Dejamos de ver una pieza de museo y empezamos a vivir el presente, y eso es lo radical en Chile”.

Y en cuestión de número, ese público que hoy necesita una nueva forma de teatro, ¿qué tan amplio es?

“La estadística dice que toda la cantidad de público durante los 11 meses del año, es igual a la cantidad de público durante enero, que es cuando se realiza el festival Santiago a Mil, el más grande de Chile. Evidentemente si te pasan por la televisión, el público se empieza a interesar y va. Debo confesar que siempre pensé que había poco público en Chile, pero, por ejemplo, este año vi toda la cartelera porque soy jurado del festival, y de verdad me impresionó ver todas las salas llenas o con mucho público, cosa que hace seis años no pasaba. Por otro lado, el teatro estilo Broadway en México o en Chile, se va a llenar, porque tiene un montón de publicidad y se maneja dentro de otros medios, se maneja como si fuera una película, todo el mundo lo quiere ver porque tiene mucha producción, porque te engatusan con el producto, así como en un comercial sobre una lavadora. Creo que hay que dividir arte e industria, porque no se mide el éxito por la cantidad de público. No me preocupa si va menos gente o más gente, pero sí me preocupa que para la gente que vaya, sea la mejor experiencia”.

¿Qué te ha parecido el teatro en la Ciudad de México?

“He visto muy poco, seis obras. Los chicos con los que estoy trabajando se ríen porque yo tenía de referente de México las novelas de Televisa, y esa es una actuación que dista mucho de lo que hacen en teatro. Encuentro que tienen un desarrollo muy importante en la actuación, creo que el teatro aquí está sostenido en eso y me parece interesante desde ahí. Aunque estoy haciendo una evaluación muy parcelada, me parece que la dramaturgia no le exige tanto a la escena y que la escena no le exige tanto a la dramaturgia, y eso creo que corresponde a cosas que no identifico porque lo comparo con Chile, con Santiago, y veo un teatro que pudiera ser más tradicional. No estoy hablando de malo y bueno, creo que el foco está puesto en otro lado, en preguntas que en Santiago, muchos de los grupos ya están dejando de lado, esto de qué queremos decir, que nosotros ahora estamos preguntando qué es lo que queremos hacer. Pero me ha sorprendido la calidad de actuación”.

En este punto de la plática, un DJ empieza a tocar con un volumen altísimo, de modo que el resto de nuestra conversación debe ser a los gritos. David me habla sobre el proyecto que codirigió en México, y que estará en cartelera en noviembre, en la Casa del Lago, en Chapultepec.

“La obra se llama Los exoditas o la marca del caos, y se trata de la migración a nivel conceptual. Es una obra súper fragmentada, no presenta una única historia, sino situaciones donde la migración es el parámetro: así como se presentan personas de Siria huyendo a Europa, se presentan centroamericanos huyendo a México, o mexicanos huyendo a Estados Unidos, o animales desplazándose de un lugar a otro por condiciones naturales. Se aborda la temática de la migración como una condición natural del hombre.
A nivel escénico, la obra juega mucho con la percepción del espectador, de hecho hay muchos lenguajes metidos en términos de visualidad. Si tuviera que ponerlo en una foto, yo pienso en un cuadro neobarroco lleno de mil estilos distintos, el espectáculo está lleno de detalle, tanto a nivel coreográfico como a nivel sonoro y a nivel de composición. El espectador se va enfrentar al tema de la migración puesto de una forma absolutamente dinámica, en donde se le aproxima sensorialmente al tema de irse de un lugar a otro”.

¿Volverías a México a trabajar?

Sí, me encantaría.