Desigualdad, asignatura pendiente

Luis Gutiérrez Rodríguez

Luis Gutiérrez Rodríguez

Tengo ante mí la portada a color de un semanario especializado en sucesos de la élite social (económica y política) de nuestro México: Club, del periódico Reforma. Está dedicada a un magnate mexicano, presidente de un consorcio con numerosas empresas dedicadas al comercio, la minería, la metalurgia, los seguros y las finanzas, que asistió a una “noche de glamour” (dice el pie de la foto), en compañía de su esposa, uno de sus hijos y su nuera, para celebrar los 125 años de la moda en México.

Este conspicuo personaje es don Alberto Baillères González. En 2012, Bloomberg, una empresa que se promueve a sí misma como “red mundial de información financiera, inteligencia empresarial, personas e ideas”, lo clasificó en el lugar 35 entre los hombres más ricos del mundo y el segundo entre los más acaudalados de México. La edición 2013 del ranking de Forbes, otra revista especializada, afirma que su fortuna es de 18 mil 200 millones de dólares.

Según artículo de Peniley Ramírez en Reporte Índigo del 11 de septiembre de 2013, gracias a deducciones previstas en el llamado régimen de consolidación fiscal, las empresas de Alberto Baillères (Grupo Peñoles y El Palacio de Hierro), pagaron al fisco apenas el 4% de sus ventas y lograron diferir pagos por 9 mil 212 millones de pesos. Cantidad igual (acota la reportera) “al monto que el gobierno se proponía invertir en 2013 en el mantenimiento y operación de mil 450 guarderías del Instituto Mexicano del Seguro Social en el país, que albergan a 237 mil 635 niños”.

Una edición anterior del mismo semanario (ambas fechadas en octubre de 2013), dedica su portada a don Lorenzo Servitje Sendra, fundador del grupo Bimbo (hoy bajo la dirección de su hijo Daniel Servitje Motull), quien a los 94 años de edad recibió de la Comisión Mexicana de Derechos Humanos A.C. (CMDH) la presea “Ramón Sánchez Medal”, por sus aportaciones en los ámbitos empresarial y social.

El año pasado, Bimbo reportó en México ventas por 117 mil 163.2 millones de pesos, con una utilidad bruta de 61 mil 846.4 millones de pesos, pero acogido al régimen de consolidación fiscal “difirió” impuestos por un total de mil 604 millones de pesos. Forbes reconoce a la familia Servitje un caudal de 3 mil 500 millones de dólares.

Son dos casos emblemáticos que figuran entre los diez capitales más cuantiosos de México (sabido es que Carlos Slim ocupa el primer lugar). Lo curioso es que la propia Secretaría de Hacienda los ubica a todos entre los beneficiarios del llamado régimen de consolidación fiscal, que permite a grandes empresarios diferir el pago de impuestos.

Según la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, 30 principales empresas obtuvieron en 2010 ingresos netos totales por dos billones 379 mil 501 millones de pesos, una utilidad bruta de 835 mil 364 millones, y solo pagaron 99 mil 797 millones de pesos de impuestos. Es decir, estas empresas multimillonarias aportaron solo el 10% de sus utilidades, muy por debajo de las tasas que pagan los ciudadanos comunes.

Una tercera y dramática fotografía fue publicada por El Universal el lunes 21 de octubre de este año. En ella, una joven madre, descalza en la lodosa ladera de un cerro en Guerrero, entrega a otra mujer, barranco de por medio, a una criatura de no más de un año de edad, para ponerla a salvo del peligro. La escena forma parte de “los golpes de Ingrid y Manuel”, dice el encabezado de la foto.

Más allá de las descomunales fortunas acumuladas en unas manos, cuya legitimidad no se cuestiona en estas líneas, lo cierto es que la riqueza de unos cuantos es privilegiada por un sistema profundamente injusto; por un andamiaje legal y por políticas públicas que propician, desde hace décadas, la miseria de las mayorías y el enriquecimiento desmedido de unas cuantas familias.

Poder económico y poder político se retroalimentan y exhiben a un Estado fallido, que no le cumple a la sociedad. Esta desigualdad es la que ofende e indigna. Y hay que combatirla. Es obvio que algo anda mal en este país.