Elecciones… otra vez

La vida de México parece encadenada irremediablemente a los procesos electorales. Año tras año ciudadanos, partidos políticos y autoridades comiciales, federales o locales, caen en la turbulencia de la competencia y se obligan a atravesar un océano tempestuoso de retórica discursiva, frases, descalificaciones, propaganda en radio y televisión, pinta de bardas, pasacalles con banderines, marchas y concentraciones populares.

En el montaje anual de la liza electoral, que continúa más allá del día de los comicios, apenas hay tiempo para pensar en México y su sociedad. En la construcción de alternativas, de respuestas, de soluciones a los grandes y graves problemas nacionales.

El costo electoral es enorme. A manera de ejemplo y según datos del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), las elecciones de 2009 costaron 20 mil 887 millones de pesos, lo que equivalió al 10 por ciento del gasto en educación pública o al 85 por ciento del gasto en el Programa de Desarrollo Humano Oportunidades de ese año.

De acuerdo con la misma fuente, para 2011 el Instituto Federal Electoral solicitó un presupuesto de 10 mil 499 millones de pesos, de los cuales 7 mil 163 millones fueron para el gasto operativo del IFE y el resto, aproximadamente 3 mil 335 millones, para prerrogativas de los partidos.

En el 2004, un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Fundación Internacional para Sistemas Electorales (IFES), colocó a México como el país con mayor costo electoral no únicamente de América Latina sino de una lista de 36 países de África, Asia y Europa.

El cuantioso costo de la burocracia electoral se relaciona estrechamente con la histórica desconfianza ciudadana en la limpieza de los comicios; pero también las continuas campañas significan pérdida de tiempo, excesivo gasto en propaganda y costosa distracción social.

Lo hemos dicho y hoy lo reiteramos: una reforma política complete debe incluir la reducción del calendario electoral. Es más importante y urgente preocuparnos por las próximas generaciones que por las próximas elecciones.