Oaxaca
Guelaguetza y la fiesta que oculta la realidad de Oaxaca

Hoy en día encontramos una versión mercantil e institucional de la cultura, muy de moda en  gran parte de los pueblos de las ocho regiones, la llamada “fiesta folclórica y cultural más importante de Latinoamérica”: la Guelaguetza

La cultura ha sido un tema primordial para un sinfín de historiadores, antropólogos, sociólogos y otros expertos, quienes también se han preocupado por definirla y explicarla con sus distintas acepciones a través de los años. A la cultura se le definió durante un tiempo desde una concepción excluyente y discriminatoria que seguía sólo un trazo lineal, que en múltiples ocasiones dejaba de fuera las circunstancias históricas, sociales, objetivas y relativas de cada pueblo.

En la actualidad podemos entenderla como un proceso de continua producción, actualización y transformación de distintos modelos a través de la práctica individual y colectiva, en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados. De este modo podemos hablar de culturas, en plural, que se contraponen o se complementan unas a con otras, reflejando la naturaleza humana, resultando en complejos sistemas de signos que organizan, modelan y confieren sentido a la totalidad de las prácticas sociales.

La cultura en México continúa siendo un tema de controversia, pero hablar de cultura en Oaxaca es adentrarse en un mundo en el que las directrices, pensares y sentimientos en muchas ocasiones pasan por alto las bases históricas, sociales y antropológicas.

En Oaxaca convivimos 16 grupos étnicos y un grupo mestizo que se encuentra en la capital y en algunas otras ciudades de las ocho regiones que conforman a todo el territorio estatal.

Desde hace varios años hemos sido testigos de las transformaciones que intelectuales, artistas, chefs, músicos, diseñadores, entre otros, han realizado a distintas expresiones artísticas. Todo ello nos ha dejado ejemplos de cómo se concibe y se utiliza la cultura para el comercio, sin embargo, queda la duda de si hemos desprendido su significado social y simbólico del sentido que otorgan las comunidades y pueblos originarios.

Quizá uno de los ejemplos más claros de la reflexión anterior se da en un escenario que está íntimamente relacionado con la comunidad (la ciudad de Oaxaca), donde hoy en día encontramos una versión mercantil e institucional de la cultura, muy de moda en gran parte de los pueblos de las ocho regiones, la llamada “fiesta folclórica y cultural más importante de Latinoamérica”: la Guelaguetza.

Para ahondar en el análisis de este fenómeno cultural es necesario partir de su origen. Los pueblos prehispánicos que convivieron en el territorio que comprende hoy a la ciudad de Oaxaca sostuvieron celebraciones y rituales que celebraban en el teocalli, dedicado al dios Centéotl, mismo que se encontraba en las faldas del cerro Danina Yaloani. Con la llegada del nuevo mundo y de las órdenes religiosas que arribaron al valle de Huaxyacac, esas prácticas fueron sustituidas por el Corpus del Carmen, motivo por el cual las celebraciones adquirieron un toque pagano religioso, pues iniciaban con la fiesta en honor a la Virgen del Monte Carmelo cada 16 de julio y se continuaban con festejos sociales en el ahora conocido cerro del “Fortín”, comenzando a conformarse las que por muchos años serían llamadas nuestras “fiestas de los lunes del cerro”.

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Tras la Revolución Mexicana nuestro país buscaba crear un nuevo modelo de nación y, dentro de ese discurso, Oaxaca adoptó una nueva concepción, intentando crear una “oaxaqueñidad” mediante elementos artísticos que poco a poco se fueron convirtiendo en sus elementos culturales más representativos. Es así como en el año de 1932, con una mira específica a lograr el desarrollo turístico, basándose en la obra teatral escrita en el año de 1928, titulada Guelaguetza, y con las ideas de la literatura de Jacobo Dalevuelta, los gobiernos municipal y estatal decidieron crear el “Homenaje racial”. Dicho evento se basó totalmente en un guion que se conserva hasta nuestros días, donde se incluía al “indio” como máxima expresión de la raíz mexicana, pero anteponiendo la evolución mestiza.

El evento fue de gran y pronta aceptación, por lo que no tardó en ser incorporado a las ancestrales “fiestas de los lunes del cerro”, donde se anexaban también juegos deportivos, poesías y cantos escolares para terminar en una convivencia social que sólo queda en el recuerdo de antiguos oaxaqueños. Al inicio de los años 50 el gobierno decidió impulsar y darle forma y estructura a la manifestación artística que seguía en el gusto de todos los que asistían cada julio al cerro del Fortín, por ello nombró al primer comité organizador y responsable de invitar y coordinar el evento. Pero fue hasta la década de los 70 cuando, con una estructura sólida y con el apoyo del gobierno Nacional, se da vida como tal a lo que hoy llamamos nuestra “Guelaguetza”, dejando en el olvido las celebraciones y prácticas de los lunes del cerro.

Hoy en día continuamos debatiendo si nuestra “Guelaguetza” es una tradición que mantiene intactos los valores y concepciones de nuestros pueblos o sólo es un discurso elaborado que reproduce una idea romántica y bastante alejada de lo que es la sociedad multiétnica de Oaxaca.

Lo único cierto es que debería tomarse como un punto de partida para crear una conciencia social que nos lleve a comprender que las culturas deben leerse y entenderse, que se requiere la promulgación de leyes que defiendan las manifestaciones y expresiones artísticas y culturales de nuestros pueblos, dejando atrás el abuso y la explotación; pero lo más importante es mantener un corazón fiel a nuestra raíz, una visión con conocimiento claro de los pueblos originarios, de las costumbres y tradiciones, además de un respeto a nuestro legado y todo lo que logró forjar nuestra cultura, pues sólo así tendremos probablemente un futuro promisorio para todos los pueblos del estado de Oaxaca.