Internacional
Marcha por la vida

Ha sido la ambición de gobiernos y empresas la que nos ha alejado de transitar hacia un bienestar que se acompañe de una relación humano-naturaleza en equilibrio, pues no hemos aceptado que somos una especie más en el planeta y que nuestro futuro está en alto riesgo

Sandra Guzmán

 El mundo está experimentando un nuevo movimiento social que demanda acciones contundentes para hacer frente al problema de cambio climático.

Este movimiento ha sido inspirado por la acción de Greta Thunberg, quien en 2018 decidió plantarse afuera del parlamento sueco demandando acción urgente para atender el problema del incremento de la temperatura planetaria y velar por el futuro de la juventud.

Desde entonces Greta ha llevado a cabo lo que llama School Strikes, es decir paros escolares, cada viernes para invitar a los estudiantes a elevar la voz frente a la crisis climática. Su principal queja es que no es posible que las y los niños sigan estudiando, tratando de planear un futuro que hoy está comprometido por las decisiones que los adultos han tomado y que se han basado en la ambición de poder que ha llevado a la destrucción de ecosistemas, especies y poblaciones.

La demanda de Greta es legítima, aunque ha sido cuestionada por su condición de autista porque padece del síndrome Asperberg, que es considerado un trastorno que produce conductas restrictivas, limitaciones del lenguaje corporal, falta de empatía y problemas de interrelación social, entre otras cosas que se explican de manera más amplia en el portal Syndrome.net. Sin embargo, lo cierto es que la capacidad de Greta de entender el problema climático es mucho más madura que la de muchos adultos en uso “pleno” de sus capacidades y facultades mentales.

El problema, por tanto, no es la condición de Greta, aunque diversos personajes de la política y medios de comunicación han querido hacerlo ver así. El asunto de fondo es que la adolescente ha sido capaz de decir a la cara de cientos de mandatarios lo que la gran mayoría del mundo piensa: que los gobiernos e instituciones financieras son incapaces de actuar con rapidez para atender el problema climático, pero no por falta de recursos sino por falta de voluntad. Y esto, por supuesto, ha generado frustración y enojo profundo porque debido a esta escaza voluntad, el futuro de los más jóvenes y de las generaciones por venir está en jaque.

¿Mitos o realidades?

La demanda de Greta, como la de millones de habitantes que salieron a marchar el pasado mes de septiembre alrededor del mundo, no sólo nace del sentimiento de frustración sino de una clara demanda que se basa en la ciencia, particularmente en los últimos informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés).

El IPCC reveló en 2018 uno de sus informes más abrumadores sobre cambio climático. No sólo reconoció que como humanidad hemos aumentado 1ºC en la temperatura planetaria sino que nuestras actividades como la quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas) y la deforestación masiva, nos están llevando hacia un escenario de incremento de 1.5ºC o incluso 2ºC en la temperatura planetaria (IPCC, 2018).

La diferencia entre aumentar 1.5 o 2ºC es mucha, aunque se trate sólo de medio centígrado. Quizá el dato más alarmante es que en un escenario de 1.5ºC estaríamos hablando de la pérdida del 75 por ciento de los corales marinos, mientras que en un escenario de 2ºC la pérdida sería del 99 por ciento. Es posible que la mente humana no pueda dimensionar lo que eso significa porque no hemos sido capaces de pensar integralmente, pero la pérdida de un ecosistema tendrá severas consecuencias en todos los demás.

La realidad es que ya el escenario de 1ºC más en la temperatura nos ha llevado a experimentar fenómenos como las sequías en el norte de México, la atípica granizada en Guadalajara, el fenómeno del sargazo en el caribe mexicano y la formación de más huracanes de mayor intensidad, incluso algunos de categoría 5 como Dorian, en meses recientes.

¿Por qué un movimiento social ante la crisis climática?

Lo anterior es sólo una breve recapitulación de lo que significa la crisis climática, y lo que es alarmante es que lo que estamos viviendo ahora es sólo muestra de lo mucho que vendrá si no hacemos algo para revertir el problema. Esto es justamente lo que abogan los movimientos juveniles y sociales. Es claro que hay una creciente preocupación que se debe a que los efectos del problema climático son cada vez más evidentes.

Los gobiernos han sido incapaces de reconocer y enfrentar la crisis. Peor aún, hay gobiernos como el mexicano cuya principal política es la de extraer más petróleo para fortalecer a Petróleos Mexicanos a costa del presupuesto de todo el gabinete. Es decir, el actual gobierno tiene una misión totalmente contraria a la lucha contra el cambio climático y quienes han querido hacer algo para enfrentar esta crisis han sido removidos de sus cargos para no obstaculizar el mandato presidencial.

Por lo tanto, la crisis climática será atendida si y sólo si un grupo amplio de la sociedad, incluyendo al sector privado, el sector financiero, la academia, la sociedad civil organizada y cada una de las personas toman la crisis como una realidad y actúan en consecuencia.

¿Aún estamos a tiempo?

Es verdad que vamos tarde en la atención al cambio climático, pues es un fenómeno que se llevó a los foros internacionales desde los años setenta, sin embargo, ha sido la ambición de gobiernos y empresas la que nos ha alejado de transitar hacia un bienestar que se acompañe de una relación humano-naturaleza en equilibrio, pues no hemos aceptado que somos una especie más en el planeta y que nuestro futuro está en alto riesgo.

Aunque hay opciones tecnológicas para hacer las cosas de manera diferente, es necesario que el cambio comience con el actuar de cada persona y que, como consumidores y votantes, tomemos las mejores decisiones.

Vamos tarde, pero aún estamos a tiempo de hacer un giro en el camino para transitar hacia un nuevo modelo de bienestar que se aleje de los actuales patrones de consumo y cuyo comportamiento se base en la frugalidad y en una nueva definición de la felicidad. La felicidad no debe estar asociada a lo material. Por eso, la demanda es: “marchemos por la vida”.

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