Central
COVID-19: Responsabilidad y esperanza

Luis Gutiérrez R.

Las pandemias (del griego pan, que significa “todos”, y demos, que se traduce como “pueblo”) están vinculadas a los orígenes de la humanidad.
Las provocan los virus, organismos sencillos, compuestos de proteínas y ácidos nucleicos, capaces de reproducirse solamente en el seno de células vivas específicas, para lo cual utilizan su propio metabolismo. En latín antiguo, lisa y llanamente significaba veneno. Hoy su nombre genérico es virus.
¿Cómo surgieron las pandemias? La historia conserva algunos registros importantes. Por ejemplo:

La plaga de Atenas. Durante la guerra del Peloponeso (430 a. C.), un mal desconocido, posiblemente tifoidea, aniquiló a la cuarta parte de las tropas atenienses y a una cuarta parte de la población en el curso de cuatro años.

La peste antonina. En el periodo165-180, un padecimiento semejante a la viruela, probablemente traído del Cercano Oriente, cobró la vida de cinco millones de infectados. En el momento más activo de un segundo brote (251-266) morían 5 mil personas por día en Roma.

La peste de Justiniano. Comenzó en el año 541, registrada como el primer brote de peste bubónica. Según el cronista bizantino Procopio de Cesarea, mató a 10 mil personas cada día. De acuerdo con la misma fuente, se propagó hasta matar a la cuarta parte de los habitantes del Mediterráneo oriental.

En el siglo XIV, 800 años después de su último brote, la también llamada “peste negra” volvió a Europa. Comenzó en Asia, llegó al Mediterráneo y a Europa occidental en 1348 y en seis años mató a 20 millones de europeos en las zonas más afectadas. Fue causada por la bacteria Yersina pestis y se propagó mediante pequeños parásitos, como las pulgas de las ratas. Se calcula que en total mató a más de 75 millones de europeos.

La gripe española, que brotó entre los años 1918 y 1920, fue una de las pandemias más graves de la historia reciente. Se calcula que infectó a más de 500 millones y mató a 50 millones de seres humanos en todo el mundo. Recibió el nombre de “gripe española” porque la pandemia ocupó gran atención en la prensa española, más que en el resto de Europa, donde estaban involucrados en la guerra.

El cólera. La Organización Mundial de la Salud (OMS) consigna que en el curso de la historia poblaciones de todo el mundo se han visto afectadas por brotes devastadores de cólera. La última pandemia fue en 1881, pero desde 1817 habían ocurrido cuatro pandemias más: de 1817 a 1824, de 1827 a 1835, en 1852, en 1856 y finalmente en 1881. Los brotes de cólera han acarreado consigo, además de sufrimiento humano, desintegración social y económica en grave perjuicio del desarrollo de las sociedades afectadas.

El sarampión. Aunque parezca una simpleza, el sarampión, esas insignificantes marcas rojizas en la piel que se presentan con fiebre alta e inflamación de las meninges, causó millones de muertes hasta que apareció la vacuna en 1963: dos millones de decesos anuales, según la OMS.

La gripe H1N1 fue, en 2009, la primera pandemia global del siglo XXI. Fue una de las más mortíferas que ha sufrido la humanidad en los últimos años. Un virus que pasó de las aves a los humanos y que terminó por decretar un estado de emergencia de salud mundial. Estados Unidos estimó que en el mundo murieron 500 mil personas a causa de la gripe A.

El VIH. Desde 1981 y hasta la actualidad, el sida es una de las enfermedades que más muertes sigue provocando en el mundo. Es una de las pandemias más importantes de la historia moderna y existe como enfermedad desde 1981 cuando, tras el estudio de varios casos, se descubrió que afecta al sistema inmunológico y deja el cuerpo vulnerable ante cualquier tipo de enfermedad o infección. Recientemente se logró atender con éxito a un paciente con VIH, pero ante la pobre respuesta de los gobiernos para atender con energía este virus, los médicos prefieren ser prudentes antes de declararse victoriosos.

COVID-19: LO IRRACIONAL

Abundan los indicios de que el coronavirus 2019-2020, o COVID-19, se debe en buena medida a la irresponsabilidad y/o a la reacción tardía de muchos gobiernos ante la aparición de esta pandemia. Peor todavía cuando esos indicios apuntan a la increíble lentitud de respuesta o incapacidad demostrada para actuar con rapidez y eficacia.

En este escenario de señalamientos de culpas e irresponsabilidades, el gobierno de México ha llegado a ser acusado, por omisión o ineficacia, de complicidad en los crímenes de lesa humanidad cometidos contra cientos de miles de seres humanos agraviados por la pandemia.

Hasta mediados de mayo del 2020, se había informado de alrededor de cuatro millones de enfermos en más de 212 países. Los cinco que tuvieron más pacientes infectados son Estados Unidos, España, Italia, Reino Unido y Rusia. En Estados Unidos, Reino Unido, Italia, España y Francia hubieron más de 270 mil defunciones.

En cuanto a México, datos de la Secretaría de Salud (que incluyen aciertos pero con frecuencia datos impugnados por otras fuentes por inconsistencias en los resultados) indicaban que a mediados de mayo de 2020 habría alrededor de 35 mil casos acumulados, más de 17 mil sospechosos, más de 7 mil confirmados activos y arriba de 3 mil 500 decesos.

Numerosos datos oficiales fueron impugnados por académicos, científicos e incluso por ex secretarios de Salud de gobiernos anteriores. Las respuestas del presidente Manuel López Obrador y del subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, nunca fueron explícitas. En todo momento se reservaron el derecho a dar sus propias cifras, al tiempo que descalificaron a sus críticos con el argumento de que el gobierno había recibido en ruinas al sistema de salud hace año y medio, sobre todo a causa de la corrupción.

Un desafortunado consejo presidencial, dado a los mexicanos a mediados de marzo, justo al empezar la pandemia y cuando los expertos se desgañitaban con voces de alerta, escandalizó al mundo: “Dicen que no hay que abrazarse, ustedes abrácense, no pasa nada”.

Conforme pasaron los días, la alerta médica aumentó, por encima de los insólitos consejos presidenciales. En diversas partes de México, y particularmente en nosocomios del Sector Salud (IMSS e ISSSTE), empezó a sentirse que la pandemia estaba tomando desarmados a enfermeras, médicos y especialistas. Creció la preocupación cuando los profesionales de la salud salieron a las calles porque no llegaba el auxilio prometido por el gobierno. En la crisis surgió la ayuda, discutible (por falta de transparencia) pero salvadora, del gobierno chino, el cual coadyuvó al sostenimiento de un puente aéreo con equipo médico.

La pandemia llegó a México después de causar estragos en varios países de Europa y Oriente. Entre ellos Italia, España, Gran Bretaña, Francia. Y avanzó por diferentes vías al sur del continente.

El destructivo mal derivó de la ya conocida y extensa familia de los coronavirus, causantes de varios tipos de afecciones respiratorias. Aparecida en 2019, la enfermedad infecciosa llamada COVID-19 ocasionó el síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2). Presumiblemente se le identificó por primera vez en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei, en la República Popular China, donde se reportaron casos de personas enfermas con un tipo desconocido de neumonía. Los individuos afectados tenían presunta vinculación con trabajadores del Mercado Mayorista de Mariscos del Sur de China, en Wuhan. La OMS la reconoció como una pandemia global el 11 de marzo de 2020.

Al cierre de esta edición, no obstante versiones encontradas sobre el origen del COVID-19, algunos gobiernos, particularmente el de Estados Unidos, no han precisado si el virus de Wuhan fue creado por el hombre o genéticamente modificado.

Las dudas, las verdades o las mentiras a medias, los intereses políticos de potencias como China, la URSS y Estados Unidos (nada menos que con elecciones presidenciales en puerta), han menudeado.

Al abrigo de esta tiniebla informativa se han esparcido noticias no menos preocupantes sobre los poderosos y multimillonarios intereses económicos en juego, todos con sus cuentas bancarias abiertas para lo que promete ser el negocio del siglo: el descubrimiento y la comercialización de una vacuna cuasi milagrosa que aniquile al temible coronavirus COVID-19.

BILL GATES Y LA VACUNA

Actualmente hay 115 proyectos de vacuna contra el COVID-19 en proceso de investigación.

William Henry Gates III, cofundador y exdirector de Microsoft tiene una fortuna valuada en 96 mil 500 millones de dólares. Hace años que dedica su Fundación Bill y Melinda Gates a producir vacunas en todo el mundo. Es, pues, una voz autorizada (e interesada) en la pandemia que hoy estremece al planeta.

En un reciente artículo publicado en su blog, dijo que aunque su fundación es la mayor financista de vacunas en el planeta, la búsqueda de una contra el coronavirus “hace palidecer todo el trabajo que hemos hecho hasta ahora”. Y advierte: “Pero dado que en el horizonte no asoma siquiera una terapia para curar el COVID-19, la inmunidad es el único camino para que las sociedades recuperen algún aspecto normal”.

Después de señalar que la humanidad nunca tuvo una tarea más urgente que crear amplia inmunidad contra el coronavirus, añadió que, en términos realistas, se necesita desarrollar una vacuna segura y efectiva. “Necesitamos -precisó- hacer miles de millones de dosis, necesitamos que lleguen a todos los rincones del mundo y necesitamos que todo esto suceda rápidamente”. Comentó enseguida que eso suena abrumador porque lo es. “Va a hacer falta un cooperativo global como el mundo nunca ha visto. Pero sé que sucederá. Simplemente no hay alternativa”.

Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas (NIAID) de los Estados Unidos, calculó recientemente que el desarrollo de una vacuna se podría llevar 18 meses. “Estoy de acuerdo con él, aunque podría ser un mínimo de nueve meses y un máximo de dos años. Aunque 18 meses parezcan un periodo largo, sería el lapso más rápido que los científicos han empleado para crear una vacuna nueva. El desarrollo suele demorar unos cinco años”, apuntó Gates.

El cofundador de Microsoft y de la Fundación Bill y Melinda Gates detalló que las fases de investigación llevan tiempo: creación, ensayo en animales y comienzo de los estudios para probar la seguridad y la eficacia de la vacuna en humanos. Aunque los efectos secundarios son tolerables, la posible la protección puede ser inferior al 100 por ciento, como sucedió el invierno pasado en el hemisferio norte con la vacuna contra la gripe, que tuvo un 45 por ciento de efectividad.

Todo lo anterior se comprueba en tres fases de ensayos clínicos. Si una vacuna los pasa, se le somete a la aprobación de la OMS y algunas instancias gubernamentales, para después comenzar a construir las instalaciones para fabricarla.

Pero advirtió Gates que ese proceso no es factible en medio de una pandemia. “Cada día que podamos reducirlo marcará una enorme diferencia para el mundo en términos de vidas salvadas y una reducción de billones de dólares en daños económicos, por eso los investigadores están comprimiendo sus cronogramas”.

Bill Gates afirmó que el financiamiento para detener el COVID-19 no será un problema, ya que gobiernos y organizaciones privadas solventarán los gastos. Es un precio pequeño a pagar si se considera el impacto que tendrá el haberse anticipado a encontrar cómo hacer posible la manufactura en gran escala.

A raíz de estas declaraciones, que habrían de tener resonancia al interior de la Casa Blanca, Bill y Belinda Gates anunciaron que financiarán con 150 millones de dólares adicionales la producción de siete vacunas contra el coronavirus. La producción podría empezar en septiembre próximo.

En una conferencia ofrecida en 2015, Gates advirtió que el mayor riesgo para la humanidad no es una guerra nuclear, sino un virus infeccioso. Esa conferencia tuvo 25 millones de reproducciones en semanas recientes, lo cual reactivó en Estados Unidos la oposición a las vacunas, sobre todo de grupos de la ultraderecha estadounidense, como QAnon (abreviatura de Q-Anonimus), y Reopen America. Ambos, alentados por un documental catastrofista llamado Plandemic y una mujer de 62 años, Judy Mikovits, científica venida a menos.

Gates y Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas y una de las principales autoridades sobre el coronavirus en Estados Unidos (presuntamente desairado por el presidente Trump), han sido señalados de conspirar contra los Estados Unidos mediante el control del temido COVID-19.

Bing Liu, profesor chino e investigador adjunto en el Departamento de Biología Computacional en la Universidad de Pittsburgh, Pensilvania, fue asesinado de varios disparos a principios de mayo de este año. El atacante fue identificado como Hao Gu, cuyo cuerpo fue hallado sin vida en un auto cerca del domicilio de la víctima. Su muerte no pasó inadvertida. Fue denunciada porque, según sus colegas, estaba a punto de hacer revelaciones para entender mecanismos celulares asociados a la infección por COVID-19. La pesquisa, en ciernes.