En el Llano
CON LAS VENAS ABIERTAS

Luis Gutiérrez Rodríguez

Luis Gutiérrez Rodríguez

Eduardo Germán Hughes Galeano nació en Montevideo (Uruguay), el 3 de septiembre de 1940. Murió el lunes 13 de abril de 2015, en el Montevideo que lo vio nacer. Tomó el apellido de su madre, Licia Ester Galeano Muñoz, para firmar como periodista y escritor. Su obra paradigmática, en opinión de muchos de sus lectores, fue Las venas abiertas de América Latina, terminada en “las últimas noches de 1970” y publicada en 1971.

En palabras del autor (tenía 31 años de edad cuando escribió esa obra), fue un libro que “rompió las reglas de la libertad”. En crónicas y narraciones ofrece cómo fue el saqueo de recursos naturales que sufrió el continente latinoamericano a manos del colonialismo voraz, del siglo XV al siglo XIX, y del imperialismo a partir del siglo XX. En entrevista para la televisión argentina, dijo que su intención en Las venas abiertas de América Latina fue ayudarse a comprender y difundir algunas cosas escondidas bajo siete llaves en la literatura especializada.

El autor y político suizo, Jean Ziegler, no escatima elogios acerca de Galeano y Las venas abiertas de América Latina: “Un gran escritor y una gran obra, que hoy me parece más actual y necesaria que cuando apareció”.

A su vez, el escritor y periodista Francisco Gómez Maza llama a Galeano “el profeta universal”. En emotivas líneas por el deceso de la socialista chilena Marta Harnecker, hija de inmigrantes austríacos (fallecida apenas el 12 de junio último), Gómez Maza evoca: “Cuando jugábamos a los revolucionarios, dimos por llamar a Latinoamérica el Continente de la Esperanza, esperanza fallida porque continúa la explotación del hombre por el hombre y muchísimos siguen muriendo de enfermedades curables, o traspasan, a la fuerza, las fronteras mexicanas, expulsados de sus lugares de origen por la violencia criminal, o por la pobreza extrema, que también es violencia”.

Añade: “74 años había cumplido Eduardo Galeano cuando murió. Lo veo caminando por las calles de Montevideo o sobre la arena de las playas de Punta del Este, siempre pensando en los que no tienen lo que poseen los dueños de las lujuriosas casas de ese balneario uruguayo, en donde la lujuria es una indignante humillación a los pobres de Uruguay, de Argentina y de toda América Latina, incluyendo a México, en donde la pobreza crece como crecen los hongos en cualquier bosque del mundo”.

Hace alrededor de 30 años, muchos jóvenes estudiantes mexicanos se mostraban escépticos sobre Las venas abiertas de América Latina. “Exhibe una realidad que pertenece al pasado, no es la nuestra”, decían. Hoy reconocen (lo sé porque me lo han dicho personalmente) la vigencia de las crónicas y narraciones históricas del gran uruguayo (cuyos alumnos en la UNAM, que los tuvo, han de recordar con gratitud).

La pobreza, el hambre, la inequidad, la falta de oportunidades de vida digna, la explotación inmisericorde de seres humanos y de riquezas nacionales por el gran capital, han empeorado en el curso de 50 años. También lo han hecho el decadente avance de una política trasnochada, la corrupción, la demagogia y el surgimiento de falsos profetas, de redentores sociales; actúan mesiánicamente, convencidos de que el cambio que anhelan las víctimas de este mundo injusto, implica simple y fatalmente la destrucción del pasado; no construyen, no tienen ladrillos para erigir futuro y esperanza.

Ahí está Donald Trump, con una afirmación que nos trae muchas reminiscencias autóctonas: que el problema migratorio lo resuelve ¡en 15 minutos!

América Latina vive hoy cercada, asechada por paladines del imperialismo con Donald Trump y su doctrina colonialista “América first” (primero América). Pero también por líderes que no supieron ni han sabido estudiar, analizar y actualizar a Marx, Lenin, Mao Tse-tung o Ho Chi Min. Mucho menos a Benito Juárez, a Francisco I. Madero, a Emiliano Zapata, a Lázaro Cárdenas. Ni siquiera han asimilado la doctrina cristiana. Rellenan sus discursos con retórica, no con información e ideas.

Eduardo Galeano está vigente, porque vigentes están las miserias y la podredumbre que exhibió y combatió hace cincuenta años. Es un símbolo de las luchas populares del mundo latinoamericano. Su obra es imprescindible para quienes se dedican a la ciencia económica y a la sociología en las universidades de la región.

Las venas de América Latina continúan abiertas.