En el Llano
Crónica de una noche filosófica

Luis Gutiérrez Rodríguez

Luis Gutiérrez Rodríguez

H

ace ya algunos ayeres, animados por whiskies, tequilas y cubas libres, discurríamos variopintos amigos (periodistas, políticos, artistas plásticos), en torno a una barra casera, sobre las virtudes de algunos paradigmáticos especímenes del reino animal.

Antes de proseguir, admito que tuve que recurrir a Google para refrescar la memoria y rehacer, así sea brevemente, lo conversado aquella noche.

Nuestro debate filosófico (pintoresco y divertido) desembocó en dos ejemplos: el pollo y el gato. En defensa del pollo, hubo quien expuso eruditas referencias a la obra Naturalis Historia, de Gayo Plinio Segundo (Plinio el Viejo [23-79 d. C.]), escritor, científico, naturalista y militar latino; a las investigaciones de Pedanio Dioscórides (40-90 d.C.), e incluso a quien muchos años después analizó los trabajos de sus dos antecesores: el famoso Claudius Galeno de Pérgamo (130-210 d. C.).

llano01_1Que si la membrana del buche de los pollos, puesta en conserva y machacada en vino, es gran remedio para los oídos que supuran; que si con la carne de pollo, aplicada mientras está recién arrancada y tibia, se contrarrestan los venenos de las serpientes; que si el caldo de pollo afloja el vientre, y mejor si es de un gallo viejo; que el caldo también es bueno contra la fiebre, los miembros torpes y temblorosos; que si… en fin.

Surgió en la plática el gato, felino con un pie en la casa y el otro en la selva, y hablamos de su astucia y su carácter independiente. De las creencias y leyendas que lo rodean. Bueno, hasta de El Gato con Botas, relato inolvidable de nuestra infancia cuya paternidad literaria todavía se discute. Pero, ¡cuántas virtudes rodeaban al talentoso felino, única herencia del hijo de un pobre molinero! A los gatos les atribuyen cualidades de corazón y de alma; se dice de ellos que son fieles, leales, sinceros y hasta inteligentes.

 

Diría el antropólogo francés Marc Augé en su ensayo “La sabiduría del gato” (28 de junio de 2016): “El gato no es una metáfora del hombre, sino un símbolo de lo que podría ser una relación con el tiempo, que logra hacer una abstracción de la edad. Nos bañamos en el tiempo, saboreamos algunos instantes, nos proyectamos en él, lo reinventamos, jugamos con él; tomamos nuestro tiempo o lo dejamos deslizarse…. El tiempo es una libertad; la edad, una limitación. El gato, aparentemente, no conoce esta limitación”.

Nos ganaron la noche y el cansancio. Empezamos a despedirnos. Uno de los allí reunidos era mi buen amigo, ex compañero en Unomásuno y dibujante nuevoleonés Héctor de la Garza (Eko)*, a quien se le ocurrió hacer un dibujo alusivo a la charla de esa noche, que acompaña e ilustra estas líneas. Sería el símbolo, dijo Eko muerto de risa y con su buen humor de siempre, de “la Hermandad del Pollogato”.

Quedamos tres o cuatro rezagados. Uno de ellos, profundo conocedor de la fauna tropical. Me comentó: “Oye, olvidamos al pejelagarto”.
-¿Al pejelagarto?-, pregunté curioso.

El comentario me sorprendió. Yo lo había comido en alguno de mis varios viajes de trabajo a Tabasco. Su cabeza se asemeja a la de un lagarto y su cuerpo es como el de un pez, de ahí su nombre. El sabor para mí, cuenqueño veracruzano, no fue más allá (ni con mucho, dirían mis paisanos) del excelso chucumite (frito o en caldo) de Las Charcas, típico del sistema lagunar de Alvarado. Pero mi ignorancia sobre el pejelagarto era llana.

Abundó mi amigo: llega a medir más de dos metros de largo, vive en pantanos y lagunas de los municipios tabasqueños de Nacajuca, Centro, Jonuta y Centla. Tiene un hocico muy grande y desproporcionado, dotado de afilados dientes.

Además, prosiguió, la evolución del pejelagarto no ha registrado cambios por lo menos en los últimos 100 millones de años. Se le considera un fósil viviente, al que los paleontólogos suelen clasificar como “compadre” de los dinosaurios.
-¡Pa’su!-, exclamé.
Pero Eko ya se había marchado.

* Héctor de la Garza (Eko), estudió diseño de cartel con Wiktor Gurkha. Dibujante, ilustrador y grabador, Eko ha publicado en periódicos de Estados Unidos, Francia, Alemania y México. En 1990 publicó el libro Denisse, personaje de su obra artística, con prólogo de José Luis Cuevas, y en 2011 Aforismos y máximas.