En el Llano
ENGAÑO Y AUTOENGAÑO

luis gutierrez

Luis Gutiérrez

En un artículo publicado en su blog hace tres años (14 de octubre de 2013), el Dr. Daniel Sanroque Saixo, español licenciado en medicina y cirugía, psicólogo forense y prestigiado médico perito independiente, definió la diferencia entre mentir y engañar.

Mentir, sostuvo entonces, es afirmar algo que es falso, aún cuando no sepamos que no es cierto. “Un ejemplo serían aquellas personas que afirmaban que la Tierra era plana. No es cierto, pero ellos lo creían”.

Otra cosa es engañar. “En este acto existe una voluntad, una premeditación, la búsqueda de un beneficio y, por qué no, hasta el perjuicio de otra persona. El intentar que la culpa de un acto nuestro recaiga sobre otro sería un buen ejemplo, y completo. Ya que sería un acto voluntario, planearíamos qué decir y cómo, evitaríamos nuestra responsabilidad y perjudicaríamos a una tercera persona”.

Sanroque se vio orillado a escribir sobre el tema, explicó, porque cada día ve más engaños en diarios, revistas, radio, televisión… que en lugar de informar, se dedican a manipular la información… en la dirección de sus propios intereses.

Los engaños, añadió, provienen de los protagonistas de las noticias, que buscan notoriedad, venta de exclusivas, etcétera. Y entre estos protagonistas el Dr. San Roque incluyó a la clase política, “capaz de intentar engañar a quien sea con tal de conseguir un voto, escalar un peldaño en su carrera, establecer una relación beneficiosa, etcétera. Su forma más elaborada es la tergiversación de la realidad, que modela a su antojo”.

Concluyó: “…Me parece que un ejemplo claro son las campañas electorales: promesas incumplidas, que ya sabían de antemano que no iban a cumplir”.

A sabiendas de que en México, particularmente en la política tradicional, hay desde matices casi imperceptibles hasta diferencias abismales (rayanas en el cinismo agrego), entre mentir y engañar, traigo a colación las reflexiones del Dr. Daniel Sanroque porque  me inducen a pensar en la necesidad de un filtro, un filtro mágico para que más de 80 millones de ciudadanos mexicanos en edad de votar no permitan que se les engañe con la acostumbrada retórica de campaña, que luego se va al despeñadero de las promesas incumplidas.

Un filtro que les advierta que la dádiva, el soborno, la despensa que compra votos, es acaso el peor de los engaños porque lucra con la miseria, la pobreza y el hambre que sufren la mayoría de nuestros compatriotas.

Hay mentiras que se convierten en engaños descomunales, aunque ya los autores jalan la cobija del plural: Si el voto nos favorece vamos a terminar con la corrupción, con la inseguridad, con el saqueo de las arcas públicas, con los secuestros, con las extorsiones, con la desigualdad, con la inequidad…

También la manipulación de estadísticas y resultados, la inclinación a presentar  retrocesos como avances, convertir deficiencias personales en culpas colectivas, son formas perversas de engaño.

Pero hay algo más interesante, importante e inquietante: engañar responde a una deficiencia de calidad moral y seguridad personal. En lo recóndito de sus neuronas cerebrales, el engañador se engaña a sí mismo.

Pero no se da cuenta. Es el síntoma de una patología mental: engaño y auto engaño, la insensatez de los necios.