Trump-Peña: vergüenza e indignación

Guillermo Rocha Lira

Guillermo Rocha Lira

En México hacen falta liderazgos con mayor visión y compromiso que busquen crear más puentes de dignidad y respeto entre las naciones, que dejen en el olvido historias de entreguismo y cobardía

Escribo estas líneas con profunda indignación y coraje por el episodio tan vergonzoso en la historia de la política exterior mexicana que provocó la visita del candidato presidencial Donald Trump a nuestro país. Su llegada y recibimiento por parte de Enrique Peña Nieto dinamitó el poco capital político que le quedaba al presidente de la República. Otros episodios dolorosos en la historia entre México y Estados Unidos fueron más dignos que ver a Trump vociferar en pleno Palacio Nacional.

Para frustración de la mayoría de los mexicanos, este episodio tuvo lugar horas antes de que comenzara el mes patrio. Sin duda, Enrique Peña Nieto recibió al magnate albino con algo más que los brazos abiertos. Si las reformas financiera y energética no fueron suficientes para demostrar la subordinación de nuestro gobierno a intereses extranjeros, la visita de Trump confirmó que el grupo en el poder no tiene dignidad ni vergüenza. Quien recibió a la persona que llamó a nuestros connacionales violadores, asesinos y mal nacidos no puede llamarse presidente de los mexicanos.

La debilidad del gobierno mexicano quedó evidenciada y su pobre capacidad de respuesta fue exhibida en plena conferencia de prensa. En cuestión de horas se arrastró el prestigio de la política exterior mexicana y décadas de diplomacia quedaron en el olvido. Las doctrinas Juárez, Carranza y Estrada son cosas del pasado, sepultadas por un gobierno entreguista que no conoce de principios.

La historia de las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos demuestra que los candidatos presidenciales suelen mantener un encuentro diplomático con el mandatario o la representación gubernamental del país vecino. Así sucedió en 2008 cuando Felipe Calderón recibió en la residencia de Los Pinos al entonces candidato por el Partido Republicano John McCain. De la misma forma, el vicepresidente Joe Biden se reunió con los candidatos Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto en 2012.

El gobierno de Peña buscó continuar con la tradición protocolaria e invitó a los candidatos del Partido Demócrata, Hillary Clinton, y del Republicano, Donald Trump. El costo de no invitar a los dos candidatos estadounidenses hubiera sido mayúsculo para los intereses del gobierno federal, por lo que Peña Nieto decidió extender la invitación a ambos.

Diversos medios estadounidenses concuerdan en que la invitación de Peña al candidato republicano es en realidad “un favor especial” del gobierno mexicano al equipo de campaña de Trump y al Partido Republicano. Según revelan diversas fuentes, el orquestador de uno de los episodios más vergonzosos de la historia diplomática nacional fue el ex secretario de Hacienda Luis Videgaray.

Videgaray se reunió con Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes y miembro del Partido Republicano. El último encuentro habría tenido lugar en abril pasado. La estrepitosa caída de Trump en las encuestas en los últimos días de agosto motivó a su equipo de campaña e integrantes de su partido a organizar urgentemente la visita del magnate a México. Trump anunciaría su política migratoria en Arizona el 31 de agosto, por lo que fue necesario programar el encuentro en el peor momento para la administración de Peña, horas antes del cuarto informe presidencial. El equipo de campaña del Partido Republicano tenía como objetivo hacer ver a Trump presidenciable y al mismo tiempo convencer al votante latino estadounidense.

Los costos de la visita fueron mal evaluados por el gobierno federal. El gabinete de Peña prefirió aguantar la crítica de la opinión pública y el descrédito de la administración presidencial antes que desairar a un presidenciable estadounidense. Una negativa por parte del gobierno mexicano hubiera significado presiones financieras para México en caso de que Donald Trump resultara electo presidente. Es lamentable que el gobierno mexicano tome sus decisiones por temor y no por convicción.

La conferencia de prensa resultó catastrófica para el gobierno federal. Hubiera sido el momento perfecto para exigirle a Trump una disculpa pública en nombre de todos los mexicanos, sin embargo el discurso del presidente Peña Nieto fue flojo y condescendiente con el candidato republicano, quien desde el momento de su llegada fue recibido como todo un Jefe de Estado y por momentos parecía ser el anfitrión del encuentro.

Por si fuera poco, durante la rueda de prensa Peña Nieto cometió el error de afirmar que México no pagaría por el muro fronterizo cuya construcción ha anunciado reiteradamente Trump. ¿En qué momento ambas naciones acordaron construir un muro en la frontera? Este comentario desafortunado hizo aún más humillante el encuentro.

El encuentro Trump-Peña fue tendencia durante varias horas en redes sociales. Los cibernautas criticaron duramente la posición entreguista del gobierno mexicano y culparon al presidente Peña de haber recibido al prominente empresario. La visita de Trump terminó por hundir la popularidad del presidente mexicano, que antes del encuentro se encontraba en niveles históricamente bajos con apenas el 30% de la aceptación.

La visita de Trump dividió al gabinete presidencial. Horas después de la conferencia de prensa, la secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu, ofreció su renuncia, la cual no fue aceptada. Incluso algunos medios especularon que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, amenazó con dejar su puesto antes de la llegada del candidato republicano. Luis Videgaray tuvo que cargar con la responsabilidad del encuentro Trump-Peña y días después anunció su renuncia como secretario de Hacienda.

Para Donald Trump y su equipo de campaña, la visita a México resultó una jugada maestra. El mismo día que el candidato republicano utilizó a un presidente débil, ratificó en Arizona la construcción del muro en la frontera. La humillación no acabó en la conferencia de prensa en Palacio Nacional, horas después del encuentro Donald Trump lanzó una serie de tweets para asegurar que México pagaría el costo de un muro, ahora tres metros más alto.

El equipo de campaña de Hillary Clinton también aprovechó el encuentro binacional para sacar ventaja política. En su cuenta de Twitter oficial, la candidata del partido demócrata escribió: “Hay un viejo refrán mexicano que dice: Dime con quién te juntas y te diré quién eres. Ya sabemos quién es Trump”. La imagen del presidente Peña también fue usada para un promocional de campaña de Clinton. El spot concluye: “Como candidato, Trump ya nos avergonzó en el escenario mundial. Imagínense como presidente”. Voluntaria o involuntariamente, este suceso vergonzoso fue utilizado por los dos candidatos presidenciales de EUA.

Probablemente lo más preocupante sea ver a un presidente derrotado que no tiene respuesta ni defensa alguna frente a la estrepitosa caída de su popularidad. Hubo un Peña antes y uno después de la visita de Trump. Ahora parece que el presidente se ha convertido en la piñata política preferida de sus críticos. Incluso aquellos que antes lo defendían, lo han dejado solo. Todavía faltan dos años de gobierno y pareciera que Peña Nieto ha decidido dejar el país a la deriva. El encuentro Trump-Peña sólo fue el colofón de una serie de lamentables acontecimientos e historias de corrupción sexenales que terminaron con la poca credibilidad y liderazgo que le quedaban al presidente.

Las relaciones México-EUA también tendrán un antes y un después de la visita de Trump. A pesar de que tiene pocas probabilidades de ser presidente, el tema del muro ha polarizado a las sociedades de ambos países y se ha desgastado la relación binacional. Aunque Hillary Clinton resulte electa presidenta de EUA, ambos países tendrán que trabajar para recomponer una relación de confianza y sobre todo de respeto.

La política de Trump y su campaña electoral están destinadas al fracaso. En el Siglo XXI no hay cabida para muros que busquen dividir a las naciones. Ningún muro y ninguna frontera son suficientes para detener el flujo migratorio de la aldea global. Por nuestra parte, en México hacen falta liderazgos con mayor visión y compromiso, que busquen y logren crear más puentes de dignidad y respeto entre las naciones, que dejen en el olvido historias de entreguismo y cobardía.