CITIUS, ALTIUS, FORTIUS

Más rápido, más alto, más fuerte”, fue el lema que propuso Pierre de Coubertin, al ser creado en París, en 1894, el Comité Olímpico Internacional. El COI lo adoptó. La frase en latín llevaba implícito e inequívoco el sentido de la competencia deportiva: la rapidez, la estatura y la fortaleza para triunfar.

Pero, en evolución permanente, el sentido del deporte ha llegado más allá, mucho más allá de competir y triunfar, con el valor agregado más importante para los atletas: ganar medallas. El filósofo español José María Cagigal Gutiérrez (1928-1983) fue pionero y decisivo en la nueva orientación del deporte y la educación física para el desarrollo del ser humano contemporáneo, mediante una interpretación filosófica singular: el humanismo deportivo. Hay que señalar que, en la ciencia deportiva moderna, las ideas de Cagigal prácticamente se han vuelto universales.
Debieran servir para diseñar políticas públicas y ser llevadas a la práctica por quienes tienen en sus manos las riendas del gobierno federal, concretamente por quienes tienen responsabilidad, buenos salarios, presupuesto y obligaciones para el desarrollo de la educación física y el deporte nacionales. Y más allá: para la formación de ciudadanos de calidad, de seres humanos plenos.

El tropiezo de nuestros atletas en la Olimpiada de Río de Janeiro no es una derrota para los esforzados deportistas que acudieron a la justa olímpica. Es un fracaso rotundo de todos aquellos en cuyas manos la sociedad mexicana ha depositado su tesoro más preciado: la juventud.
El desempeño de estos malos funcionarios, en todos los niveles, no ha honrado ni la nómina ni la encomienda que se les ha encargado. Vale tanto para el deporte y para la educación como para la seguridad y el bienestar que merecen los mexicanos.

En un ensayo publicado por la Revista Internacional de Sociología (Vol. LXIV, Nº 44, mayo-agosto de 2006), Javier Olivera Beltrán, investigador del Instituto Nacional de Educación Física de España (INEF), citó del filósofo Cagigal: “El hombre es la razón última de todas las cosas en la Tierra, pero es preciso educarlo adecuadamente para que alcance su dimensión más perfecta, en un mundo tecnológico, dinámico y cambiante que afecta a la propia identidad del individuo. La educación tradicional ha quedado desfasada en la resolución educativa del hombre en el mundo moderno, y el deporte (y/o la educación física, cuyo contenido esencial es el deporte) debe(n) liderar la reforma educativa y constituirse en el centro educacional de la persona.

Urge revisar, corregir y actuar.