LA #3de3… Y LO QUE FALTA

Luis Gutiérrez Rodríguez

Luis Gutiérrez Rodríguez

Corrupción e impunidad: males históricos de México

A mediados del pasado mes de julio, fue promulgado y publicado en el Diario Oficial de la Federación el paquete de leyes y reformas que crean el Sistema Nacional Anticorrupción, entre ellas la Ley General de Responsabilidades Administrativas, llamada también #Ley3de3, que apunta a combatir de raíz el origen de las tropelías de funcionarios públicos: el gobierno federal.

Esto ocurrió fuera del plazo límite legal, fijado para el 28 de mayo de 2016. Antes, la #Ley3de3 había sido vetada y modificada en Los Pinos; el veto fue dócilmente aceptado y las dóciles mayorías del Congreso de la Unión aprobaron luego las modificaciones.

Así, recortada, parchada, coja, remendada, insuficiente, ajena a las exigencias de la sociedad para acabar de una vez por todas con la corrupción y la impunidad que asfixian a México, incluso hasta un tanto opacada mediáticamente por la petición de perdón que produjo el escándalo de la casa blanca en las Lomas de Chapultepec, la #Ley3de3 culminó su accidentada ruta hacia la promulgación.
El poder público y sus asociados ignoraron la profunda indignación de la ciudadanía ante los abusos del poder, algunos de ellos auténticos atracos en despoblado.

También se perdió de vista desde las cumbres del poder una realidad que abruma: si millones de mexicanos claman y reclaman hoy que se ponga alto a la corrupción y a la impunidad, es porque ambos males existen. Cual metástasis maligna, han infectado casi todos los rincones de la vida nacional. La tumoración se multiplica y reproduce en la política y en las instituciones; golpea los sueños de oportunidades con equidad y justicia para todos; llena de billetes las abultadas cuentas bancarias y los bolsillos de unos cuantos opulentos, y hunde en la pobreza a millones.

Combatir esos males con eficiencia, limpiar la podredumbre y hacer justicia debieran ser objetivos de la #Ley3de3… y todo parece encaminarse a la frustración. Lo mismo le pasó a la tan proclamada “reforma educativa”, a la que hoy le hacen precipitados agregados; o a la reforma penal, que tirarán por la borda jueces y agentes del ministerio público corruptos, sentados sobre la descomposición piramidal de los cuerpos policiacos.

Igual ha ocurrido con las variantes de reforma política que le han presumido a la sociedad, pervertidas por gobernantes ineptos, cuando no por francos (e impunes) saqueadores, coludidos con el crimen. La rendición de cuentas y la revocación del mandato, antídotos exigidos por Movimiento Ciudadano para esos reyezuelos, siguen siendo pendientes gigantescos con la sociedad.

NADA HAY NUEVO BAJO EL SOL, PERO…

¿Cómo llegó México al punto de corrupción e impunidad en que se encuentra, señalado por propios y extraños pero ignorado por la élite en el poder?

Ciertamente, en materia de corrupción e impunidad no hay nada nuevo bajo el sol. Hay rastros de este mal (documentados), por lo menos desde el reinado de Ramsés IX hasta nuestros días. Analistas y tratadistas se han ocupado del tema e incluso se han referido a sus “beneficios”, como Bernard de Mandeville, en su Fábula de las abejas (siglo XVII), cuando escribió que “un gobierno corrupto produce riqueza y ocasiones ventajosas para todos. El egoísmo y las pasiones que se derivan de él constituyen el impulso del bienestar, mientras que las virtudes del hombre honesto inhiben por lo general el progreso civil”. O Gaspar Koenig en su obra Las discretas virtudes de la corrupción, cuando señala que “un poder no corrupto sería un poder vacío, formal, sin eficacia. Para imponer la voluntad, hay que saber componer las distintas influencias, construir redes, ofreciendo favores y hasta pactar en contra de sus propias convicciones”.

¿Y nuestros poderosos postrevolucionarios? Los reflejados en la célebre frase atribuida al Gral. Álvaro Obregón: “Nadie resiste un cañonazo de 50 mil pesos”, ¿habrán leído a Mandeville y a Koenig? Y nuestros revolucionarios institucionales de hoy, ¿habrán hecho lecturas de otro panegirista de la corrupción, Samuel P. Huntington? O tal vez leyeron a Cicerón: “Quienes compran la elección a un cargo se afanan por desempeñar ese cargo de manera que pueda colmar el vacío de su patrimonio”. O al periodista italiano Piergiorgio M. Sandri y un trabajo de investigación que tituló Historia de la corrupción, en el que resumió el cinismo de quienes están convencidos de que “un poder honesto es débil, mientras que una corrupción sin poder, es un contrasentido” (La Vanguardia de Barcelona, 3 de agosto de 2012).

Lo cierto es que, como ya se ha descrito en estas páginas, el México moderno está cimentado físicamente sobre el despojo original e inmoral de millones de hectáreas que fueron propiedad común de los pueblos nativos.

Y el poder a secas (el público y el privado), también tiene su registro negro. Sentó sus reales en la coacción, en las prebendas, en las transacciones sucias, en el sórdido control de la fuerza laboral del país mediante la compra de líderes corruptos.

EL SINDICALISMO… Y SUS LÍDERES

El sindicalismo, algunos de cuyos principios y métodos de lucha fueron acuñados en los ideales de la Casa del Obrero Mundial (1912), permeó en todas las estructuras laborales del país. Los trabajadores lucharon originalmente por sus derechos, todavía con el recuerdo de la represión porfirista a las huelgas de Cananea, Río Blanco y Ciudad Mendoza.

Hoy existen en México casi 3 mil organizaciones de trabajadores, entre sindicatos, federaciones y confederaciones. Y sobre el sudor y la pobreza de millones de obreros y empleados, particularmente de quienes el Estado tiene inscritos en el Apartado B del artículo 123 constitucional, florece la codicia de sus voraces y corruptos líderes.

¿Qué hace prevalecer y sobrevivir la corrupción de los dirigentes sindicales? El poder que compró a la mayoría de los líderes, muchos de los cuales están convertidos en casos paradigmáticos.
Este nocivo mal no fue tocado por la transición política que experimentó el país en el año 2000. En algunos casos inclusive se expandió. Es algo así como un pacto de lealtad y servidumbre de ida y vuelta. De ahí que el gobierno y su partido castiguen la insubordinación y la deslealtad, pero no la corrupción de los malos líderes sindicales.

En marzo del año pasado, la publicación digital Mientras tanto en México realizó un reporte sobre la vida de los líderes sindicales más poderosos del país, “que de ganar sueldos miserables como cualquier otro trabajador, de repente amasaron grandes fortunas y vidas plagadas de lujos. Estos lujos nacieron muchas veces de actos de corrupción y a costa de las cuotas de las personas a quienes, se supone, debían defender”.

Elba Esther Gordillo ex dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), encabezó aquella lista. Por encima de la acusación de haber malversado fondos sindicales, pesó su rebelión al partido en el poder, entonces el PRI, del que fue secretaria general del 2002 al 2005. Desde 1989 hasta el 26 de febrero de 2013 ocupó la presidencia del SNTE; fue tres veces diputada federal y senadora de la República. Su principal carta de cambio era el voto de millón y medio de maestros afiliados al SNTE. Militó y sirvió al partido hoy en el poder.

Carlos Romero Deschamps, dirigente del Sindicato Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM). En 1993 fue líder interino de los petroleros, pero desde 1996, cuando se hace cargo formal de la secretaría general, ha sido reelecto en cuatro ocasiones consecutivas. Su actual período concluirá en el año 2018. Se le ha involucrado en tráfico de influencias y enriquecimiento personal, que pueden sintetizarse en 37 averiguaciones previas, tres órdenes de aprehensión, una de presentación e innumerables litigios personales y demandas colectivas. En septiembre de 2012 circularon en las redes sociales fotografías de su hija Paulina exhibiéndose con sus mascotas en un avión privado, presuntamente en viaje a Europa. Es senador. Milita en el partido actualmente en el poder desde 1961.

Napoleón Gómez Urrutia sigue presentándose como dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana desde 2002. Su padre, Napoleón Gómez Sada, fue líder del gremio durante 40 años. Gómez Urrutia estuvo al frente de la Casa de Moneda de México de 1979 a 1992, posición que dejó por presuntas irregularidades administrativas. Ha servido al partido en el poder.

Joaquín Gamboa Pascoe, fallecido el 7 de enero del año en curso, era secretario general de la Confederación de Trabajadores de México desde 2005. Abogado por la UNAM, Gamboa Pascoe fue diputado federal y senador por el PRI. Cuando alguna vez se le cuestionó su gusto por los autos lujosos y los casimires finos, contestó: “A mí nunca me verán de huaraches”. Militó durante décadas en el partido ahora en el poder.

Víctor Flores Morales es secretario general del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM). En 1996, la empresa paraestatal Ferrocarriles Nacionales de México empezó su proceso de privatización y miles de trabajadores fueron liquidados mediante un fideicomiso. Víctor Morales, que había asumido la dirigencia sindical apenas el año anterior (1 de febrero de 1995), inició entonces una vida de excesos y lujos. Se deja ver con frecuencia en ferias ganaderas regionales y carreras de caballos, particularmente en el estado de Veracruz. Milita en el partido en el poder.

Francisco Hernández Juárez es un caso peculiar: en 1976 pasó al liderazgo del Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México (TELMEX), que entonces tenía el 51% de las acciones (el 100% habían sido del Estado), como parte de un movimiento democratizador al interior del gremio. Desde entonces está al frente del sindicato, aunque en el pasado mes de julio anunció su jubilación en Telmex, después de 44 años de servicio. Precisó, sin embargo, que no se retirará de la actividad sindical. La renovación de dirigencia será en septiembre próximo. Milita en el PRD.

Joel Ayala Almeida fue secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Secretaría de Salud de 1995 a 1998, año en que fue electo dirigente nacional de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE). Desde entonces (hace 18 años) está al frente de la FSTSE y hace cinco meses fue reelecto para que perdure hasta el año 2019. Ha sido tres veces diputado federal y dos veces senador por el partido actualmente en el poder.

LA LISTA DE FORBES

El martes 16 de diciembre de 2013, la revista Forbes dio su propia lista y no se anduvo por las ramas: fue la de quienes resultaron los mexicanos “más corruptos” ese año, según información recabada por la corresponsal de MVS Radio en Washington D.C., Dolia Estévez.

La ex líder del SNTE, Elba Esther Gordillo; el titular del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps; Raúl Salinas de Gortari; los ex gobernadores del PRI Tomás Jesús Yarrington Ruvalcaba (Tamaulipas), Humberto Moreira (Coahuila), Fidel Herrera Beltrán (Veracruz), Arturo Montiel (Estado de México) y Andrés Granier (Tabasco), y dos de los funcionarios más cercanos al ex presidente Felipe Calderón (Genaro García Luna (ex secretario de Seguridad Publica) y Alejandra Sota Mirafuentes, (ex vocera de Los Pinos), aparecen en la lista de los 10 mexicanos más corruptos en ese año.

La publicación recoge información de la organización Transparencia Internacional, y del Índice de la Percepción de la Corrupción 2013, que señala: “México es uno de los países más corruptos del mundo”. Ocupaba entonces el lugar 106 de las 177 naciones evaluadas.
Contratos, tráfico de influencias, renta y compraventa de plazas, licencias, obra pública, permisos, obras cobradas y no construidas, moches, fugas presupuestales… Donde quiera que se espulgue, donde sea que se escarbe un poco, brota el pus.

Por lo que hace al sector público, en este pegajoso muégano político y administrativo de la corrupción nacional, resulta desagradable, por decir lo menos, el penoso empeño de la Auditoría Superior de la Federación por descubrir delitos multimillonarios y señalar presuntos culpables: simplemente nadie le hace caso; nadie simula al menos que se va a actuar, que se van a atender sus recomendaciones. Su voz justiciera, en todos sentidos voz del pueblo, es sepultada por la machacona (y mediáticamente socorrida) retórica del poder.

En nuestra realidad, ciertamente es más importante lo que se dice que lo que se hace.

El intelectual e historiador francés Alexis de Tocqueville (1805-1859), afirmó alguna vez que “en los gobiernos aristocráticos, los hombres que acceden a los asuntos públicos son ricos y sólo anhelan el poder; mientras que en las democracias los hombres de Estado son pobres y tienen que hacer su fortuna…” Obviamente, con recursos públicos.
Así estamos.