Sí es personal Mr. Trump

Guillermo Rocha Lira

Guillermo Rocha Lira

Sí es personal”, contestó el periodista Jorge Ramos al ser cuestionado por su homólogo de CNN, si se trataba de algo personal su postura contra el prominente empresario Donald Trump. Ramos no titubeó en su respuesta e incluso agregó que lo hacía por los muchos mexicanos y latinos que viven en Estados Unidos y con los cuales estaba obligado profesional y moralmente a mostrar solidaridad como comunicador y como persona.

Desde que Donald Trump anunció su postulación como candidato del Partido Republicano a la presidencia de su país, los medios de comunicación prestaron atención a su campaña. Su discurso poco articulado, no podría ser otro que un conjunto de frases ocurrentes de orientación conservadora y radical, que sólo tendrían cabida en otra temporada de The Apprentice. Empresario millonario y presentador de reality show, Trump desea continuar su modesta trayectoria política, escalón por escalón, de arriba hacia abajo, como presidente. La Casa Blanca le vendría bien a sus intereses particulares: jefe de estado y magnate, negocio redondo.

Comenzó su campaña de forma radical y agresiva. Centró su discurso en el tema migratorio y exacerbó los efectos negativos de la llegada de inmigrantes latinos, especialmente los mexicanos. Para el millonario, la crisis económica y política de su país tiene una sola explicación: la llegada de expatriados de otros países pone en peligro la estabilidad y la seguridad interna. En las últimas semanas lanzó frases como:

“México está ahogando económicamente a EUA”; “México no es nuestro amigo”; “México manda a su gente pero no manda lo mejor. Está enviando a gente con problemas, trayendo drogas, crimen y violadores”; “Construiré un muro y haré que México pague por él”.

Sus comentarios provocaron la reacción de la comunidad latina en su país, así como declaraciones de organizaciones y líderes políticos y sociales en países de Latinoamérica y el mundo. Jorge Ramos, de origen mexicano, una de las voces más importantes de la comunicación hispana y considerado por la revista TIME como una de las 100 personas más influyentes del mundo, fue expulsado de una conferencia de prensa en Iowa por cuestionar el plan migratorio de Trump, que propone la deportación de 11 millones de inmigrantes considerados como “ilegales”. Durante esta rueda de prensa, el mismo precandidato afirmó que resolvería el “problema” migratorio, porque él siempre ha sido un “buen gestor”. La migración minimizada a un asunto administrativo.

Acostumbrado a los elogios que contrastan con su nula autocrítica, Trump se mostró sorprendido por la reacción de la comunidad internacional. Como político inexperto demostró su poder de convocatoria, así como una cualidad innata para generar acciones colectivas adversas, desde trending topics en Twitter sobre su persona, hasta la cancelación de contratos millonarios como el NBC Universal. Incluso Barack Obama se sumó al movimiento “Todos unidos contra Trump” y aludió a su pobre experiencia política para gobernar el país, a fin de ridiculizarlo.

Pero el magnate no marcha solo en su cruzada anti-inmigrante. Aunque su discurso podría parecer contradictorio en un país cuyas raíces se hallan en grandes movimientos migratorios del siglo XIX, hay quienes coinciden con él. Su discurso racista y xenófobo  resulta atractivo para un sector de la población estadounidense identificado con los valores del WASP (White, Anglo-Saxon, Protestant), que consideran a los afroamericanos e inmigrantes como una seria amenaza a la continuidad de la supremacía blanca y la existencia de EUA.

En este sentido, su estrategia de posicionamiento podría resultar lógica, porque está dirigida a un votante específico en estados en los que el Partido Republicano es dominante, al tiempo que busca generar una expectativa en entidades que su partido considera como perdidas. Esta postura es bien recibida por grupos radicales de extrema derecha, pro nazis, como Naciones Arias, Ku Klux Klan, Neoconfederados, Minutemen, entre otros.

Su estrategia de comunicación ha polarizado a la opinión pública en un tema tan sensible como la migración. Sus declaraciones, por disparatadas que sean, pueden seguir modificando a su favor la percepción del electorado. Las encuestas de agosto último lo ubicaban con 24% de las preferencias por encima de Jeb Bush, que tenía 13% de la intención de voto. Para septiembre, triplicó su aprobación con respecto a junio y se convirtió en el primer aspirante republicano en superar el 30%.

Es posible que el propio Partido Republicano haya impulsado a Trump a buscar la candidatura presidencial a fin de posicionar la marca partidista. Esto significaría que su discurso radical constituye una estrategia político-electoral para colocar a los republicanos en el centro del debate nacional. Si no fuera por el atractivo mediático que Trump representa, no habría interés de la opinión pública en el debate de los candidatos del Partido Republicano.

¿Cómo es posible que un excéntrico magnate tenga la posibilidad de gobernar al país más poderoso del planeta? Admirado, odiado o criticado “The Donald” es una figura pública de reconocimiento internacional. Su candidatura también está apoyada por poderosos intereses empresariales y corporativos a los que él representa. Históricamente, el electorado en EUA permite que figuras públicas sin carrera política consolidada participen como sus representantes o gobernantes. Probablemente el caso más significativo sea el de Ronald Reagan, quien de actor de cine, se convirtió en gobernador de California y presidente. Probablemente Donald se pregunta: Si Reagan llegó a la Casa Blanca, ¿por qué no gobernar Estados Unidos desde la Trump World Tower?

Su eventual postulación representa la fusión del interés público con el privado, donde lo empresarial trastoca peligrosamente lo gubernamental. El business ha estado presente en EUA desde su conceptualización por los Padres Fundadores de la República: el “derecho a la propiedad privada” da sentido al valor de la libertad y amplía el concepto de democracia. El corporativismo está enraizado en el sistema político estadounidense, mismo donde la élite empresarial dicta las reglas del juego. Intereses corporativos y privados dominan al gobierno y diseñan y moldean el interés nacional.

Trump también representa la degeneración y simulación de la política y de la clase enquistada en ella, desacreditada, desgastada, inflada y resucitada por campañas mediáticas millonarias. Los debates y la guerra de tweets entre candidatos sirven como espectáculo mediático y televisivo para un electorado al que sólo se le venden spots y comerciales. Hasta ahora las propuestas del magnate no dejan de ser ocurrencias viscerales impulsadas por la mercadotecnia y las encuestadoras.

Para concluir, me atrevo a afirmar que las condiciones están dadas para que una mujer llegue por primera vez a la Casa Blanca. No importa quién sea el candidato del Partido Republicano; hay un despertar de ciudadanos informados y organizados, en quienes se advierte que la sociedad estadounidense avanza hacia una visión progresista, que muy probablemente lleve a Hillary Clinton a la presidencia.

Sin embargo, el sucesor de Barack Obama no gobernará de forma muy distinta a los mandatarios anteriores. Los Estados Unidos mantienen continuidad en su política interna de crecimiento, desarrollo económico y seguridad nacional; mientras tanto, su política exterior sólo tiene un objetivo: reafirmar a la nación más poderosa del siglo XXI.