La realidad cultural en México necesita compromisos para avanzar

La realidad cultural en México necesita compromisos para avanzar
Anya Villanueva Forte

Hace años que el desarrollo cultural en México sufre un rezago importante, por falta de apoyo en políticas públicas que fomenten creatividad, producción y consumo. También hace mucho tiempo que la mayor parte de la población ha sido excluida del mundo cultural. La falta de compromiso ha dado como resultado la poca promoción en temas como la lectura, el cine, el teatro, entre muchos otros. La importancia de contar con una población capaz de analizar críticamente a la sociedad en la que vive, es indispensable para mantener y heredar nuestra identidad nacional. Sin embargo, el reto yace en la falta de información sobre el acceso y la participación de actividades en México y América Latina. Hasta hace pocos años, se creó el Observatorio Iberoamericano de Cultura (OIBC) –instancia propiciada por la Organización de Estados Americanos- que en 2013 publicó la Encuesta Latinoamericana de hábitos y prácticas culturales; la más comprensiva y reciente que intenta explicar estos fenómenos a nivel regional. La información recabada en encuestas como ésta ayudan a analizar mejor la situación en la que se encuentra México.

Las mismas políticas que existían hace años, cuando los beneficios del acceso a la cultura eran ignorados, siguen inamovibles hoy. Afortunadamente, algunos países intentan ya revertir esa vieja actitud, mediante el apoyo a programas creados para alcanzar al mayor número de personas. La OEI declaró que “las personas mayores de niveles socioeconómicos bajos y las que tienen menos estudios, participan de forma más limitada en las actividades culturales”.

En México, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) ha tenido recortes presupuestarios desde diciembre de 2012. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), sufrió este año una reducción de $900 millones de pesos que afectó programas sustantivos como becas para estudiantes de posgrado en México y el extranjero, apoyo a la ciencia básica y a la investigación, así como el número de plazas disponibles en el programa de cátedras, que apoya a jóvenes investigadores a continuar con sus proyectos en diferentes centros de investigación e instituciones académicas.

Estos recortes son preocupantes especialmente cuando se toman en cuenta algunas cifras nacionales. Según la encuesta de “Comportamiento de lector y hábitos de lectura”, creada en 2012 por la UNESCO y el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), el consumo promedio en México es de 2.8 libros por año. Sólo el 2% de lectores tienen el hábito permanente de la lectura, mientras que el 85% de los mexicanos no lee siquiera un libro al año. La Encuesta Nacional de Lectura 2012 indicó que México cuenta solamente con una biblioteca por cada 15 mil habitantes, 48% de los mexicanos nunca han visitado una biblioteca; estos números se encuentran estancados con los registrados en la misma encuesta llevada a cabo en 2006.

En Chile, el presupuesto destinado a la industria registró un aumento de 9.5% por tercer año consecutivo.

El director del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile, Francisco Brugnoli, lamentó la falta de recursos aprobados para la asistencia a los museos nacionales que se encuentran olvidados –tanto por el gobierno como por los ciudadanos– desde algunos años.

La Encuesta Nacional de Participación y Consumo Nacional (ENPCC) 2012 publicada por el CNCA observó que el número de personas que declararon nunca haber asistido a algún evento artístico o cultural, es relativamente bajo en comparación con el promedio en América Latina. En la categoría con mayor interés por mejorar, el 23.6% de la población ha asistido a un museo en el último año, 73.8 % han asistido antes, pero no en los últimos 12 meses y 2.5% nunca ha ido en su vida. Esa cifra en México es mucho más significativa, al observar que el 43% de los mexicanos nunca ha asistido a un museo.

En cuanto a lectura, la población chilena es la segunda que más lee de América Latina, con un promedio anual de 4.6 libros por persona. Chile ha declarado su preocupación por atraer más público de regreso a los museos nacionales, cuenta con el mejor sistema educativo de la región y muestra interés por aumentar el presupuesto para desarrollar programas de promoción artística en la industria cultural.

Cabe mencionar que mientras se busca disminuir el desequilibrio presupuestario y unificar objetivos entre las instituciones, la distribución presupuestaria del CNCA ha aumentado significativamente, con mayores oportunidades para los artistas.

En Argentina, las políticas públicas han establecido leyes que promueven no sólo el desarrollo cultural y el crecimiento del sector, también han tenido resultados positivos al extender la oferta cultural en gran parte de su población. Los indicadores de consumo cultural publicados demuestran que este país se encuentra muy por encima de las estadísticas de acceso a la cultura, en comparación con otras naciones de América Latina, especialmente México. La encuesta del OEI indica que Argentina es el país con más lectores de la región: más del 86% de los argentinos tiene el hábito de la lectura con un promedio anual de 5.4 libros por persona al año.

Este país sudamericano ha puesto énfasis en la relación entre cultura, desarrollo económico e inclusión social, y guía así el rumbo de las políticas de los últimos 12 años. Puso en marcha una estrategia para quitar el (entonces muy pequeño) sector cultural de las manos de los monopolios extranjeros que limitaban la identidad nacional, y desarrollar más conciencia en el consumo de películas, libros y discos de origen argentino.

Al romper con esa presencia monopólica, Argentina ha establecido un nuevo sistema (más) autónomo que dicta de manera legítima el consumo cultural basado en la identidad colectiva. El apoyo a los artistas e intelectuales locales ha provocado avances en la inclusión social, resultado de la coexistencia de formaciones culturales que cuentan con programas extendidos por más lugares del país y de mayor acceso a la población.

Conclusión:

Las políticas públicas en México han sido (y siguen siendo) ineficientes tanto en planeación como en implementación. La cultura debe ser utilizada para incluir e integrar a la población, preservar la identidad nacional que recibimos y transmitirla a la siguiente generación, después de agregar nuestras propias contribuciones. Para eso requerimos de políticas que nos permitan desarrollar nuestra creatividad, generar espacios y ampliar su oferta para promover el acceso y la participación ciudadana. Pero lo primero que se necesita es un compromiso real.