Democracia a contracorriente

Es de justicia señalar la relevancia del avance alcanzado por la participación ciudadana en general, en particular por ciudadanos simpatizantes y candidatos de Movimiento Ciudadano, durante el proceso electoral que culminó el domingo siete del mes en curso.

Avance que remontó dificultades sin fin, logrado en un entorno particularmente adverso y amenazante, ensuciado por desapariciones forzadas, asesinatos, diversas manifestaciones de violencia, impunidad, abuso de poder e ineficiencia del Estado para garantizar libertad y seguridad plenas a la sociedad.

Triunfos que se obtuvieron no obstante los abundantes recursos asignados y derrochados por los partidos políticos dominantes; logrados por encima de encuestas obsequiosas, hechas a modo del contratante.

Movimiento Ciudadano pudo abrirse paso con propuestas de la sociedad. A distancia de los vicios y las mañas que hoy caracterizan a las fuerzas políticas tradicionales, nos acercamos al objetivo de lograr para México un país más libre, más justo y más igualitario.

La ciudadanía avanzó a contracorriente. Los mexicanos que acudieron a las urnas lo hicieron con valor cívico ejemplar, en muchos casos con riesgo de sus propias vidas, ante un Estado cuya omisión e ineptitud abonaron al escenario de inseguridad y miedo.

Los candidatos que decidieron participar, a pesar de la adversidad, merecen reconocimiento especial: lo hicieron a pesar de los homicidios de varios aspirantes postulados por distintas organizaciones políticas, de las amenazas, de los atentados y de la violación sistemática de derechos humanos y civiles.

Los mexicanos no se merecen esta democracia a medias. Lo ocurrido amerita análisis de fondo y crítica razonada con propuestas, que sin duda son elementos que formarán parte de la ruta de trabajo de nuestros legisladores.

Habrá que emprender con denuedo esta tarea, a despecho de un poder público insensible a las aspiraciones ciudadanas y de sus aliados: una partidocracia cómplice y subordinada a intereses de facción.

Está en juego nuestra asediada y frágil democracia.