Truman Capote: un escritor con sangre fría

Arturo Sánchez Meyer

Arturo Sánchez Meyer

“Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio”. Es la definición que hace de sí mismo el escritor Truman Capote (1924-1984), en su célebre auto retrato “Vueltas nocturnas. O experiencias sexuales de dos gemelos siameses”. Esta frase lapidaria define casi a la perfección la vida de uno de los más grandes y controvertidos escritores de los últimos tiempos.

Capote nació en Nueva Orleans y el apellido paterno con el que lo registraron no fue el mismo con el que más tarde se hizo famoso como periodista y escritor. Debido al constante abandono de su madre, Truman creció al cuidado de tres tías solteronas en un pequeño pueblo de Alabama. En 1932 se mudó a Nueva York con su madre y el segundo marido de ésta, Joe Capote, un hombre amable e inteligente a quien el narrador norteamericano reconoce como su verdadero padre y adopta su apellido de manera legal. Así, muere Truman Streckfus Persons y nace el personaje que se convertiría en uno de los referentes más importantes de la literatura en todo el mundo: Truman Capote.

A los ocho años, Capote comenzó a escribir sin sospechar que le dedicaría su vida entera a las letras. “[…]sólo me interesaban cuatro cosas: leer libros, ir al cine, bailar claqué y hacer dibujos. Entonces, un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo. Cuando Dios le entrega a uno un don, también le da un látigo; y el látigo es únicamente para autoflagelarse”. Escribe en la introducción de su libro Música para Camaleones.

A los 17 años consiguió trabajo en la revista The New Yorker como ayudante de corrector de pruebas, pero esta publicación no supo reconocer el talento del autor de Desayuno en Tiffany’s. Sin embargo, no ocurrió lo mismo con otros editores más sensibles como George Davis, de la revista Mademoiselle, donde Truman publicó su relato “Miriam”, que lo hizo acreedor al premio O’Henry, y sedujo a la crítica. A los 21 años, Truman Capote era ya uno de los escritores más solicitados y famosos en el mundo de las letras norteamericanas.

Mucho tiempo antes de que Capote probara el éxito y los aplausos ya había reflexionado bastante sobre la escritura y sus sacrificios: “averigüé la diferencia entre escribir bien y escribir mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil pero brutal […] Así como algunos jóvenes practican el piano o el violín cuatro o cinco horas diarias, igual me ejercitaba yo con mis plumas y papeles”. Es por esta práctica que Truman alcanzó a tan corta edad una gran calidad de escritura, misma que deja asombrados a quienes lo leen. Pero para el periodista de Nueva Orleans, su pericia con la pluma no tiene nada de misterioso. “Es sorprendente que alguien tan joven pueda escribir tan bien (comenta la gente) ¿Sorprendente? ¡Sólo había estado escribiendo día tras día durante catorce años!”

Su carrera literaria alcanzó la cumbre cuando en 1959, el olfato periodístico de Truman Capote lo llevó hasta Holcomb, un pequeño pueblo de Kansas, donde había ocurrido un matanza inédita; Perry Smith y Dick Hickok, habían entrado a la casa de la familia Clutter y habían matado a todos los que ahí vivían, incluyendo a los dos hijos adolescentes del matrimonio Clutter a quienes les dispararon con una escopeta en la cabeza.

Combinando técnicas de ficción con la narración tomada de los hechos reales, Capote escribió el libro más famoso y aplaudido de toda su carrera: A sangre fría. Con esta novela, Truman Capote no solo se convirtió en el escritor más famoso de Estados Unidos y probablemente de todo el mundo, sino que también creó un nuevo género literario: la “novela real”, un estilo de escritura que toma los elementos de la novela para narrar hechos verídicos.

“Mucha gente pensó que yo estaba loco por pasarme seis años vagando a través de las llanuras de Kansas; otros rechazaron de plano mi concepción de la novela real declarándola indigna de un escritor serio […] fueron largos veranos y crudos inviernos […] luego resultó que tenía un libro. Varios críticos se quejaron de que ‘novela real’ era un término para llamar la atención, un truco publicitario, y de que en mi obra no había nada nuevo ni original”, comenta Capote sobre A sangre fría.

Amado y odiado, admirado y despreciado, Truman Capote nunca pasó desapercibido. “Soy del tamaño de una escopeta y hago el mismo estruendo” solía decir el novelista. Su abierta homosexualidad, sus extravagantes gustos y su estrecha amistad con la “realeza norteamericana” de la época –son famosos los “retratos” que Truman escribió sobre personajes como Marlon Brando, Elizabeth Taylor, Marilyn Monroe, Coco Chanel, entre otros– lo mantuvieron siempre dentro de una vorágine de chismes, fiestas desmedidas y desencuentros amorosos.

En una “auto entrevista”, Capote se pregunta a sí mismo en qué le gustaría reencarnar, a lo que responde: “En un pájaro; preferiblemente, en un buitre. Un buitre no tiene que molestarse por su aspecto o capacidad para gustar y seducir; no tiene que darse aires. De todos modos, no va a gustar a nadie; es feo, indeseable, mal acogido en todas partes. Eso deja una libertad considerable”.

En agosto de 1984, un mes antes de cumplir 60 años, Truman Capote, preso de una depresión imparable, murió de una sobredosis. Mucho antes de este trágico final, Capote –que lo tenía todo previsto– ya había pensado en lo que debería decir su epitafio: “Intenté librarme, pero no pude”.