Las juventudes y el reto de nuestra generación

Aldo Contreras

Aldo Contreras

“Para ser realmente grande hay que estar con la gente, no por encima de ella”

Montesquieu

El gran reto de la izquierda es ofrecer a las y los jóvenes un planteamiento claro de cómo solucionar los problemas a los que se enfrentan a diario en una sociedad que propone como soluciones estrategias y políticas públicas que fueron hechas para este sector… hace más de veinte años.

El discurso no ha variado mucho en la última década y los encargados de promover la solución a los retos, tampoco. Se continúan desempolvando antiguos modelos de atención que poco o nada han aportado a resolver la problemática.

Hoy, como hace 20 años, los jóvenes estamos ante un mismo panorama respecto a nuestro presente y futuro. De forma general, son varios los principales problemas que enfrenta la juventud de nuestro siglo: una mala economía, inseguridad y delincuencia, falta de trabajo y desempleo.

Y es que si partimos del hecho de que aquellos que tienen la responsabilidad de hacer los cambios estructurales están peinando canas, y de que en el mejor de los casos son cuotas de un partido, o bien, familiares de otros, entendemos por qué los jóvenes están en las calles protestando, exigiendo un mejor país.

No coincido con quienes apuntan que a los jóvenes no nos interesa la política. A menudo somos tachados de despreocupados del tema, ajenos, e incluso, de abstencionistas.

Más allá de esta equivocada percepción, estoy convencido de que cada vez somos más los que buscamos hacer algo por nosotros mismos, por nuestra comunidad y por nuestro país, aunque no precisamente a través de un instituto político.

Sin embargo, este acercamiento y creciente interés, se une a una desconfianza casi generalizada hacia la “política convencional” y las instituciones. Las cifras nos indican que 8 de cada 10 creen que los partidos políticos sólo están interesados en su voto y no en su opinión.

Ahí está el reto de los institutos políticos, en ello está enfocado Movimiento Ciudadano.

Hay un nicho de oportunidades para que los jóvenes participen activamente en la toma de las decisiones y la libre expresión de sus ideas.

Los partidos que nos han gobernado han defraudado la confianza de los jóvenes, y los sentimientos que agrupan la visión de la política son indignación, desconfianza e impotencia.

Estamos hablando de los primeros pasos en los que las organizaciones políticas tienen que trabajar para –primero- reconocer que existe un gran cambio cultural en los últimos veinte años, y que la forma de hacer política ha cambiado, sus jóvenes han crecido, madurado, y hoy están exigiendo resultados.

Con ese ánimo, el gobierno apuesta por acciones de presión y persuasión.

Defender nuestra ideología, salir a las calles y alzar la voz para exigir justicia, transparencia y democracia, no es sinónimo de vandalismo.

Hay una estrategia desde el poder para desvirtuar el movimiento juvenil que hoy está viviendo el país y que no se puede ocultar.

Movimiento Ciudadano tiene claro que es una premisa fundamental proporcionar a la política, como instrumento para la democracia, un cambio generacional constante, pues de ahí partimos para señalar que ninguna actividad política puede ser concebida sin la intervención de los jóvenes.

Nuestro instituto ha fortalecido sus líneas de acción para ir de la mano con los jóvenes, de ahí se estableció que la creación de Jóvenes en Movimiento tenga como objetivo promover y fortalecer la ideología social-demócrata para crear un proyecto juvenil ciudadano de transformación social.

Por ello, proponemos el despertar de los jóvenes para pasar de ser simples críticos y espectadores, a miembros activos de una sociedad que demanda una mejora en sus condiciones de vida.

Si algo tiene que quedar claro es que los jóvenes tienen que hacer política, y esto va más allá de formar o no parte de una estructura de partido.

Por ello, estamos convencidos de que necesitamos gobiernos que pongan por delante la demanda de los jóvenes, sólo así conseguiremos que la juventud vuelva a creer en la democracia como la manera más justa de representación.