Luis Gutiérrez Rodríguez, ex reportero de la segunda edición de Últimas Noticias (La Extra) y del matutino Excélsior, comenta en entrevista: “Dos meses después de salir de Excélsior, a principios de septiembre de 1976 me separé del grupo de don Julio Scherer; invitado por mi paisano Manuel Mejido (quien también salió de Excélsior), me incorporé a un equipo de investigaciones especiales en El Universal”.
La encomienda del director Juan Francisco Ealy Ortiz, dice Luis, era formar un grupo de reporteros investigadores de élite, al margen del sindicato que controlaba todas las plazas, aunque con su consentimiento.
Con Fernando Meraz, Antonio Andrade, Miguel López Saucedo, Jorge Fernando Ramírez de Aguilar y Luis Gutiérrez, que venían de Excélsior, se formó parte de ese equipo que, “en mi modesta opinión—comenta LGR—, transformó la forma de hacer periodismo en El Universal, bajo la conducción de Manuel Mejido y el apoyo invaluable del subdirector Luis Javier Solana y del director Ealy Ortiz”.
En El Universal, Luis realizó entrevistas y diversos reportajes de investigación que merecieron primera plana y en ocasiones ocho columnas. Recuerda particularmente trabajos en dos visitas a Nicaragua: la brutal represión de la dictadura somocista, una entrevista al dictador Anastasio Somoza Debayle en su búnker de Managua; y otra al director del periódico La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro, fruto de una conversación en dos fases: una en su oficina del diario, la otra en su casa, a orillas de la laguna de Tiscapa, en el corazón de Managua.
Refiere Luis que después del golpe a Excélsior, “la gran escuela”, se formaron importantes equipos de investigación periodística en Proceso y El Universal. “Fue un fenómeno con diversas expresiones. Creo, sin embargo, que una buena parte de quienes salimos de Excélsior seguimos con la vocación por el periodismo de investigación (frustrada temporalmente en 1976), detonamos ese interés. Si bien se está haciendo hoy gran trabajo investigador en algunos medios, no es precisamente porque sea una consecuencia automática del éxodo, sino porque Excélsior y el equipo de Julio Scherer detonaron esa veta, fueron el parteaguas”.
“No daré nombres, los casos están a la vista. Hay tres o cuatro diarios de circulación nacional valientes, que hacen investigaciones, reportajes críticos, denuncia social; en provincia se registran esfuerzos heroicos de medios impresos o electrónicos, así como de reporteros y columnistas que se juegan la vida todos los días, porque la intolerancia, la represión y los asesinatos son el pan amargo casi cotidiano. De otra parte, sin embargo, debo reconocer que todavía abundan notas, entrevistas o pseudoreportajes que huelen a dinero. Es el contraataque de la corrupción desde el poder, que no admite crítica ni discrepancia; quieren una prensa dócil, sumisa, sometida a billetazos. Este problema acota, limita al periodismo libre. Es más que evidente que los asesinatos de periodistas tienen un objetivo: amedrentar, desalentar. De ahí que, en mi opinión, se adviertan peligrosas señales de que el reportaje genuino de investigación, con muy saludables excepciones, está decreciendo”.
¿Cree usted que lo que ocurrió con Carmen Aristegui inhibe a otros medios para realizar periodismo de investigación?
No tengo la menor duda de que lo que ocurrió con Carmen Aristegui es la prueba de que el poder, desde la jefatura del Estado, sigue pensando que la disidencia es un peligro; la intolerancia se manifiesta en ese tipo de actitudes, no ven más allá de sus narices desde el poder público, hay un intento de regresión a los viejos métodos de control a los medios. Es increíble que nuestra clase gobernante ignore, o pretenda ignorar, que la discrepancia y la crítica legitiman al poder en toda democracia.
¿Qué ocurre entonces hoy con el periodismo de investigación? ¿Se ve castigado igual que en los 70?
En primer lugar, todo depende, en buena medida, de los capitanes de la industria de la comunicación; en segundo término, aunque no menos importante, de quienes forman la infantería; llamo infantería al reportero, al fotógrafo de prensa, al articulista, al columnista, al analista, al que ocupa espacios de privilegio en las páginas editoriales de los diarios.
Curiosamente algunos medios tienen autocensura muy guanga, muy holgada; dicen: “aquí sí me puedo meter a fondo”, pero en otros omiten toda mención sobre temas delicados. Esto conduce a una realidad inocultable: los grandes empresarios de la comunicación (y aquí no hallo excepciones), cuidan sus propios intereses, particularmente el ingreso. Y si el poder público es la principal fuente de financiamiento de los medios, pues… es fácil imaginar lo demás. Ese fue el secreto exitoso de las cooperativas como Excélsior, esfuerzo que se frustró en Unomásuno sencillamente porque no había capital, y las cooperativas no eran sujetas de crédito. Entiendo que diarios como Reforma tienen un buen sistema de trabajo: separan el negocio del trabajo periodístico; en otros medios se confunden… y se funden.
Entonces, ¿debemos apostar por el periodismo de investigación?
Creo que hay perseverancias valiosas. Sabemos en qué autores podemos confiar, en columnistas o reporteros de investigación cuyos trabajos son confiables. El buen lector de periódicos siempre debe hacer de esta grata tarea una labor de criba implacable. Ante la duda, hay que buscar, optar por la certeza.
Hay quienes hacen trabajos de campo muy valiosos. Voy a mencionar un nombre y está en la televisión: Denise Maerker, a quien le permiten hacer buen trabajo de investigación, útil a la sociedad e incluso útil para las mentes inteligentes del poder. Pero hay otros, colegas de ella, que no tocan al poder ni con el pétalo de una rosa; lo cuidan, lo defienden, toman partido. Lo hemos visto en los últimos conflictos, como el del magisterio. Muchos de los grandes capitales de la industria de la radio, la televisión y la prensa escrita, están suscritos al poder. Basta leer la primera plana de algún periódico para confirmarlo.
Por eso sucumbieron, incluso desaparecieron algunos periódicos que llegaron a ser de gran renombre. Es una batalla permanente: criterios de libertad de expresión con responsabilidad, contra criterios del poder a la mexicana. El poder está pervertido y su poder corrompe y pervierte. El daño que así se causa a la democracia es muy grande. Insisto: no se dan cuenta de que el ejercicio del poder se legitima con el respeto a los contrapesos, necesita de los contrapesos.
¿Puede hablarse de corresponsabilidad de los medios y de que sean contrapesos del poder?
Sí. Por cierto, tengo entendido que poco se habla de ello en las escuelas de periodismo. Cuando terminé la preparatoria, intenté alcanzar mi objetivo por una ruta que me pareció obvia: pasé unas semanas en la “Carlos Septién García”, pero no me satisfizo. Preferí la calle, las redacciones y lo que aprendí en la entonces Escuela Nacional (hoy Facultad) de Ciencias Políticas y Sociales, donde llevé una materia de investigación documental. Hoy ya nadie se mete a las hemerotecas, casi todo está en Internet. Y digo casi, porque lo demás está en indagar, descubrir y divulgar, finalizó Luis Gutiérrez.
En conclusión, el periodismo de investigación debe ser un contrapeso para el poder; es deber de nosotros, los ciudadanos, exigir a quienes son responsables de la información que recibimos, que sean objetivos, íntegros, éticos y honestos en su labor. Si ello no se da, pues entonces debemos dejar de seguirlos, ser críticos con ellos, no facilitarles rating, no comprar sus diarios o revistas; es decir, no continuar llenándoles los bolsillos mientras ellos vacían nuestras mentes.
Porque, aunque los medios y periodistas no se asuman como tales, son realmente corresponsables del necesario cambio de rumbo que demanda nuestro país. Deben darnos noticias y opiniones objetivas, que ayuden a sacar de las cloacas, de la mentira y la corrupción, a la ya de por sí muy lastimadas confianza y credibilidad ciudadanas.