La importancia de una década de aportación a la cultura política en México

Durante una década nuestras páginas han sido parte de voces que han contribuido a ir “abriendo brecha” en favor de muchos, y que ahora deben convertirse en elementos que generen una mejor y mayor calidad de vida para todos quienes la anhelan

Eduardo Mendoza Ayala

Eduardo Mendoza Ayala

Así es, repentinamente vuelve uno la vista y se percata de que cierto tiempo ha transcurrido: diez años de trabajo intenso. Es cuando reflexionamos sobre el camino andado y todo lo que se ha logrado. Esa es la sensación que personalmente, como colaborador de este medio, tengo. Y estoy seguro que a cada uno de los profesionales colegas que hemos publicado algún artículo de opinión o reportaje en El Ciudadano, nos envuelve el mismo sentimiento.

Diez años de vida informativa, de invitar a la reflexión, de analizar hechos y circunstancias; oportunidad de ejercer la crítica acompañada de propuestas, de transmitir ideas y conceptos para mejorar como individuos y como comunidad. Nada importante o fundamental para la sociedad mexicana se ha dejado de publicar hasta ahora, estando conscientes de que siempre habrá “multitud de temas” que necesariamente se tendrán que abordar si queremos trascender como medio de expresión.

El concepto original bajo el cual fue pensado El Ciudadano fue no sólo difundir el trabajo de corte partidista como órgano informativo institucional, sino al mismo tiempo contribuir, a través de su contenido, a elevar el nivel de comprensión de los acontecimientos que rodean nuestra vida como nación, lo que permitiría a muchos entender y analizar lo mejor posible las diversas decisiones políticas y de administración pública de parte de nuestros gobernantes y funcionarios públicos.

El reto para lograr eso ha sido tan inmenso como satisfactorio en cuanto a sus logros. Nos anima –por ejemplo– la idea de que al construir un escrito y publicarlo en El Ciudadano, éste terminará influyendo decisiva y positivamente en la vida de alguien o algunos. Que gracias a nuestras expresiones, uno o varios lectores se han visto beneficiados, al menos porque generamos la consciencia ciudadana suficiente que les evite ser manipulados y que eso haya logrado respetar su dignidad como seres humanos.

Y es que hace diez años que vimos la luz públicamente, el ambiente sociopolítico de nuestro país era otro y parecía que nos insertaríamos en un mundo global interactuante. Sin embargo, por muy diversas razones, tanto endógenas como exógenas (internas como externas), hemos transitado de una relativa apertura, dentro de un ambiente de cierta libertad, a tiempos actuales en los que la polarización es el eje central alrededor del cual se diseñan las políticas públicas por parte del régimen presidencialista, con características centralistas y autoritarias.

La preocupación es el síntoma generalizado que actualmente predomina en la atmósfera mexicana, derivada de señales raras y extrañas que, desde el púlpito presidencial, en Palacio Nacional, se envían diariamente. La confusión e incertidumbre se han venido apoderando lamentablemente de un gran número de personas que siguen siendo víctimas de un perverso manejo desinformativo, enrareciendo el ambiente, que es –al parecer–justo lo que tanto desea el actual mandatario, ya sea para tratar de perpetuarse o imponiendo a su sucesor.

Durante una década nuestras páginas han sido parte de voces que han contribuido a ir “abriendo brecha” en favor de muchos, y que ahora deben convertirse en elementos que generen una mejor y mayor calidad de vida para todos quienes la anhelan.

Y es que, tal vez algunos piensen que cuando alertamos sobre la posibilidad de que en México perdamos libertades fundamentales, estamos exagerando, pero no es así.

El grado de encono y de rencor acumulado por el jefe del Ejecutivo ante sus críticos y opositores, traducido en sus desafiantes desplantes, pueden pasar factura a toda la sociedad en las elecciones del Estado de México (éste 2023) y para las presidenciales (2024), la prospectiva no es ciertamente halagüeña.

Así las cosas, consideramos que es todo un desafío editorial lo que viene en los próximos meses y años para El Ciudadano, tanto impreso como en su edición digital. Debemos “apretar el paso” en nuestro objetivo de dotar de elementos y herramientas a nuestros lectores para que analicen lo mejor posible lo que a su alrededor acontece, procedan a involucrarse en los asuntos públicos y se comprometan a participar firmemente en las tomas de decisión.

Por eso, hoy más que nunca, El Ciudadano seguirá siendo una firme columna en la que la sociedad mexicana se apoye, recibiendo nuestros constructivos mensajes. Continuaremos alentando la superación del conocimiento, simple y sencillamente porque es inadmisible e injusto que pase el tiempo y en nuestra Nación cada vez haya más pobreza y, por ende, mayor injusticia.

Queremos seguir aportando para la construcción y no para la destrucción de México. Los siguientes diez años –si Dios y el destino así lo establecen– buscaremos con afán que se concreten los temas aún pendientes de la agenda pública, tales como: el respeto integral al individuo, el replanteamiento absoluto del sistema educativo, una relación más justa entre el gobierno Federal, los gobiernos estatales y los ayuntamientos; la garantía de disfrutar de un ambiente pleno de seguridad para las familias, el respeto a los derechos humanos; un ambiente adecuado y certero para todas las inversiones, para que se generen empleos suficientes y existan oportunidades de trabajo; servicios de salud plenos y eficientes para todos en nuestro país, así como la vigencia de un Estado de Derecho donde todos respetemos las leyes, empezando por los gobernantes y funcionarios públicos.

Es necesario que comprendamos que, si queremos que exista todo eso, con nuestra conducta participativa debemos fortalecer la incipiente y vacilante democracia que hoy existe. La democracia no es ir un día a las urnas y darnos después la media vuelta, olvidándonos de lo que luego sucede. La democracia se siembra en el ánimo personal, se cultiva en las urnas y se cosecha estando presentes permanentemente. Y es ahí, donde El Ciudadano continuará formando parte de ese digno esfuerzo social que, creemos, nos llevará a buen puerto.