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La esperanza, hoy, es naranja

Posicionamiento del coordinador de la Bancada Naranja, Jorge Álvarez Máynez, en la apertura del primer periodo de sesiones de la LXV Legislatura

 “Tengo el honor de decirle a las y los mexicanos que hoy nuestros votos están aquí para enfrentar al régimen, y que nuestros votos están para hacer de México un mejor país. Aquí están nuestros votos para mantener encendida la esperanza”
 

Por supuesto que hoy es un día importante.

Llegamos aquí después de la elección legislativa que más atención ha despertado en un cuarto de siglo. Una elección marcada por la polarización que vive el mundo y que padecemos en México.

Pero también marcada por la esperanza.

Y hablo de esperanza porque quienes hablaron de ella en el pasado, hoy ya no pueden hacerlo.

No pueden hablar de esperanza quienes la traicionaron en el 2000, replicando las reglas de siempre y dejando intacto el sistema.

No pueden hablar de esperanza quienes la traicionaron en el 2012, cuando nos prometieron cambiar y nos dieron a la generación de gobernantes más corrupta de la historia.

No pueden hablar de esperanza quienes prometieron poner “primero a los pobres” y han llevado a cuatro millones de mexicanas y mexicanos más a la pobreza.

Tampoco pueden hablar de esperanza quienes fueron electos para acabar con la guerra y en tres años han dejado un legado de 100 mil mujeres y hombres asesinados.

Morena ya no puede hablar de esperanza, ni de cambio, ni de futuro, ni de paz, ni de que las clases medias van a vivir mejor o de que la gasolina va a ser más barata, porque en tres años nada de eso sucedió.

¿Cómo hablar de “honestidad valiente” después de Pio y de Martín López Obrador?

¿Cómo insistir en que se acabó la corrupción después de las propiedades de Bartlett y las casas no declaradas de la funcionaria encargada de combatir la corrupción? Cuando hoy se hacen más asignaciones directas, incluso que en el corrupto, en el corruptísimo gobierno de Enrique Peña Nieto.

¿Cómo sostener que se acabó la impunidad si ninguno de los mencionados ha sido siquiera investigado y Emilio Lozoya, el pez gordo del sexenio, puede disfrutar de esta sesión desde la comodidad de su casa y con los lujos que construyó saqueando al país?

Ahora bien, y hablando de “ambiciosos vulgares”, ¿qué puede ser más ambicioso y más vulgar que sacrificar la lucha de una víctima de agresión sexual y revictimizarla con tal de ganar una gubernatura?

¿Cómo hablar de transformación si pusieron por encima de la justicia una candidatura de gobierno de Guerrero? Eso que Morena llama triunfo, para México es una derrota.

Por eso afirmamos que hoy Morena es parte del sistema, un sistema que miente, roba y traiciona al pueblo. Y no hay silbido, abucheo, ni grito que pueda ocultar esta realidad.

Quiero dirigirme, ahora, al presidente de la República: con todo el respeto que merece su investidura, pero también con una profunda desilusión. Hace unos momentos escuchábamos su mensaje con atención. Un mensaje que usted definió como de absoluta satisfacción personal. Se respeta, presidente, pero a un gobierno no se le mide por cuán satisfecho está el gobernante, sino por cuánto se cambia la vida de los gobernados.

Me dirijo a usted con la autoridad moral de haberle dicho hace tres años, en este mismo lugar: “aquí están nuestros votos si se decide a transformar realmente este país”. Movimiento Ciudadano le apostó al cambio, pero tristemente no sucedió así.

Usted tuvo en sus manos la posibilidad de hacer una transformación y se decidió a reforzar los andamiajes del pasado, con actores del pasado. Abandonó la agenda progresista e incumplió las promesas que le hizo a México durante todos sus años en la oposición. Representó la esperanza en sus discursos, pero en los hechos se comportó como un presidente más de la mafia en el poder.

En un país al que le urge el diálogo, usted inició un interminable monólogo. Un monólogo en el que habla de un país que no es, de logros que no sucedieron, de héroes ficticios y villanos que ya no existen. Un monólogo basado en el rencor, en la confrontación y en la división. Un monólogo engañabobos, en el que se olvidó de una de sus máximas, que hoy le recuerdo: “tonto aquel que piense que el pueblo es tonto”.

Un monólogo que, hay que decirlo, le marcó el ritmo a los partidos tradicionales y que arranca todas las mañanas pero, gracias a ellos, dura todo el día.

Un monólogo que convierte la discusión en ruido, porque usted sabe, presidente, a diferencia de quienes le siguen el juego, que el ruido no es neutral; que el ruido silencia y aplasta la crítica y la reflexión, y condena a los excluidos al olvido. Aquí lo decía alguien hace un momento: han pasado ya tres años. Tres años de su gobierno. Sus tres años.

Tres años en los que ha hecho valer su mayoría y ha tomado todas las decisiones. Tres años de los que debe hacerse responsable y dejar de culpar a los demás.

Porque sin importar que en su monólogo se señale y fabrique culpables, hoy los muertos son sus muertos, los criminales son sus criminales, los corruptos son sus corruptos, la pobreza es su pobreza y los fracasos son sus fracasos.

Nunca un monólogo será más fuerte que la realidad. Y la realidad es que el México de hoy es un México más violento, más desigual y más roto que el de 2018. La realidad es que ese México no desaparece por decreto ni con propaganda.

La realidad es que el presidente decidió seguir el mismo camino que sus antecesores, tomó las mismas decisiones y cometió los mismos errores. Y esa es la razón de que México esté igual o peor que ayer.

Por eso, hoy, usted es parte de ese pasado que algún día enfrentó y que en Movimiento Ciudadano seguiremos combatiendo. Por eso, este primero de septiembre no le ofrecemos nuestros votos. Por el contrario, estamos aquí para decirle que vamos a hacerle frente a todos los abusos y excesos que intente imponer a este Congreso.

Los votos de la Bancada Naranja no tolerarán que siga socavando la autonomía del Poder Judicial. Los votos de la Bancada Naranja no acompañarán en una reforma que termine de militarizar al país.

Los votos de la Bancada Naranja no le permitirán controlar ni desaparecer más instituciones ciudadanas.

Los votos de la Bancada Naranja no aprobarán que conviertan la revocación de mandato en una simulación que, además, contraviene la Constitución.

Tengo el honor de decirle a las y los mexicanos que hoy nuestros votos están aquí para enfrentar al régimen, y que nuestros votos están para hacer de México un mejor país. Aquí están nuestros votos para mantener encendida la esperanza.

Porque, a pesar de quienes le fallaron a México en el pasado y de quienes le fallan hoy, sí podemos hablar de esperanza hoy, desde esta tribuna.

Podemos hacerlo gracias a tres millones y medio de personas que salieron a votar el pasado 6 de junio.

Tres millones y medio de mexicanas y de mexicanos que le dijeron al país: no se equivocaron en votar por un cambio, se equivocaron aquellos que nos han fallado.

Tres millones y medio de personas que votaron por un movimiento que los representa no sólo a ellas y a ellos, que tienen un valor cívico ejemplar porque estas personas votaron pensando en el otro, en los otros.

Tres millones y medio de personas que, en palabras de Octavio Paz, votaron por los otros todos que nosotros somos. Y que decidieron darle su voto a un movimiento que le apostó a representar a quienes se encuentran en las peores condiciones de exclusión y que, en muchos casos, no cuentan ni siquiera con el voto para defender sus derechos.

Me refiero, por ejemplo, a las niñas y a los niños de este país, que siguen siendo tratados por el gobierno, por los gobiernos, como ciudadanas y ciudadanos de segunda. Tratados como “mini personas, con mini derechos”.

Me refiero a las víctimas, que fueron parte del discurso de quien hoy gobierna México hasta que llegaron al poder. A personas como Samir Flores, que sufrió las consecuencias de defender una causa justa, comunitaria y ambientalista, y que el gobierno traicionó; o como Homero Gómez, que murió por defender el gran patrimonio mundial que es la mariposa monarca; a las 32 personas asesinadas en la masacre del “Caballo Blanco”, en Coatzacoalcos, Veracruz, a sus familias, a sus huérfanos.

Me refiero a las mujeres de México, el movimiento social más importante de nuestra era, que no ha dejado de recordarle al gobierno, un solo día, que no contarán con su silencio frente a la violencia ni con su complicidad frente a la exclusión. Incluyendo a muchas mujeres de Morena. A quienes han denunciado la desaparición de los refugios para víctimas, el desmantelamiento de las estancias infantiles y el negacionismo constante sobre la crisis de feminicidios y violencia de género que sume al país en la vergüenza.

Me refiero al niño de la calle y a la madre que busca a su hijo. Al pobre injustamente encarcelado y a la niña abusada por sus familiares. A las comunidades indígenas. A las niñas y a los niños, los migrantes centroamericanos que pasan por México, aunque no voten. A las y los médicos, enfermeras, paramédicos que todos los días se juegan la vida para cuidarnos en medio de la pandemia.

Me refiero al desafío más relevante de quienes hoy ocupamos espacios de decisión: el cambio climático y la defensa de los derechos de la naturaleza, que han sido desdeñados por el poder público en México.

Esas tres millones y medio de personas pusieron su voto, parafraseando a José Emilio Pacheco, al servicio de su patria y de cierta gente, de bosques de pinos y una ciudad deshecha, de nuestras montañas y, por supuesto, de tres o cuatro ríos.

Esas tres millones y medio de personas decidieron hacer lo que todas y todos los que estamos aquí deberíamos de entender: que nuestra voz y nuestro voto no están al servicio de un partido o de un presidente, sino de quienes más lo necesitan.

Esa la disyuntiva que tenemos enfrente: ¿A quiénes le servimos? ¿Para quién trabajamos? ¿A quiénes representamos?

Y voy a ser más claro: hace unos días rendimos protesta acompañados de nuestras familias, orgullosos de la historia de vida que nos trajo. Vimos a nuestras hijas y a nuestros hijos y les prometimos, desde lo más profundo de nuestra alma, que no les íbamos a fallar.

Pero, seamos sinceros, ¿es Luciano, mi hijo de tres años, a quien me toca representar aquí? ¿Es a nuestras hijas y a nuestros hijos a quienes nos toca defender?

No me malinterpreten, pero no es así. En la Bancada Naranja tenemos claro que nos toca representar a quienes no tienen condiciones para alcanzar el bienestar y la felicidad. Nos toca situarnos, en cada momento, en los zapatos de los millones que, durante la pandemia, perdieron su empleo, su salud o a un ser querido.

Quienes estamos hoy aquí tenemos una conexión a internet en casa, que permitió a nuestros hijos seguir aprendiendo durante todo el tiempo que las escuelas permanecieron cerradas. Vivimos en casas con servicio de luz, agua, calefacción, podemos trabajar a distancia y atender muchas de las medidas que nos permitieron cuidar nuestra salud.

Pero hay millones de niñas y millones de niños en México que viven otra realidad. Ustedes la conocen. Por eso, en Movimiento Ciudadano hemos acompañado la necesidad, imperiosa, de regresar a clases.

Sin vacilación y sin titubeos, como ha expresado mi compañera, senadora Patricia Mercado: por el bien de niñas, niños y adolescentes y por la reincorporación de las mujeres al trabajo.

Y por eso, precisamente, la primera iniciativa que presentaremos desde la Bancada Naranja es la de un fondo educativo de emergencia para el regreso seguro a las escuelas en México, que le dé prioridad a escuelas indígenas, multigrado y a aquellos planteles ubicados en zonas jornaleras agrícolas, que son quienes más lo necesitan.

Por eso, nuestro gobernador en Jalisco, Enrique Alfaro, se convirtió en un ejemplo nacional durante la pandemia, porque hizo lo que no se hizo desde el gobierno federal: actuar con bases científicas, apego a la evidencia y con el concurso de todas y todos, salvando miles de vidas y, también, miles de empleos y posibilidades de bienestar y desarrollo.

Y por las mismas razones es que, aun antes de tomar protesta, el gobernador electo de Nuevo León ha puesto el ejemplo de cómo se debe actuar desde el poder. No sólo con la primera campaña de vacunación que trasciende fronteras en la historia de México y que dará a miles de trabajadoras y trabajadores la posibilidad de generar bienestar sin poner en riesgo ni su salud ni su vida. También ha emprendido un ambicioso programa de recuperación de planteles educativos con recursos de la iniciativa privada y la sociedad civil.

Desde aquí va un mensaje para Samuel García: la Bancada Naranja se suma al esfuerzo que encabezas y por eso vamos a recortar privilegios, gastos innecesarios y a utilizar esos recursos para apoyar a su gran cruzada para rehabilitar escuelas.

Concluyo y espero que el presidente llame al orden a la asamblea:

En Movimiento Ciudadano decidimos no ser parte del monólogo que dicta el presidente y que algunos insisten en acompañar con reacciones burdas y predecibles.

Tenemos claro que el nuevo régimen se ha dedicado a minar la esperanza y que muchas cosas están peor que antes, pero aun así, hubo tres millones y medio de mexicanos que decidieron confiar en nosotros y eso tiene un valor.

Tenemos claro que hay un país más allá de la agenda frívola, insensible y perversa que se impone desde el poder.

En la Bancada Naranja lo tenemos claro: no somos empleados del presidente, ni de los partidos tradicionales, ni de los poderes fácticos enemigos del presidente.

En la Bancada Naranja nos asumimos como empleados de todos esos mexicanos que silencia el monólogo del poder. Llegamos a San Lázaro y llegamos con la convicción de poner este espacio al servicio de las personas y de las causas.

Llegamos para luchar por la verdad, por la justicia y por la dignidad, para defender los derechos y las libertades, para que toda persona pueda decidir a quién amar y qué tipo de familia formar, para que ninguna planta sea ilegal y hacer un nuevo pacto por el medio ambiente, para pensar en alternativas de futuro y renovar la esperanza que nos arrebataron.

No somos ingenuos. Sería un error pensar que vamos a ganar en los espacios formales, en donde el régimen tiene mayoría, pero tenemos claro que, como escribió Shakespeare en El Rey Lear: Hay un momento en el que el autoritarismo triunfa, y es el momento en el que el poder se doblega ante la adulación. Ese momento es el momento del deber. El momento de romper el miedo, de romper el silencio.

Mientras el régimen y los partidos tradicionales seguirán en su monólogo, nosotros venimos a poner a los ciudadanos en el centro y las causas al frente.

Sabemos que seguirán usando el poder para imponerse y para doblar a quienes se dicen oposición, pero le han acompañado en las reformas más regresivas como la prisión sin juicio.

Pero también sabemos algo que es aún más importante: si hay algo que desquicia al régimen de hoy es la posibilidad de que la esperanza siga encendida.

Por eso, desde aquí lo decimos con todas sus letras: la esperanza sigue viva, la sociedad la mantiene ardiendo, y la esperanza, hoy, es naranja.