Yucatán
Cambio climático, ciudadanía y participación tanto informada como activa

Es imprescindible alentar la participación directa, genuina y definitoria en los procesos que coadyuven a revertir la tendencia degradadora de los ecosistemas, que tiene como sustento la carencia de voluntad para replantear el estilo de vida predominante

Rodrigo Mendoza Martínez

Altas temperaturas, personas sofocadas y con el semblante de incomodidad, fastidio y desagrado. En contrapartida se continúan autorizando mega proyectos y mega complejos urbanos que, con el señuelo de que se convertirán en detonantes de derrama económica y empleo, se realizan bajo la mirada de satisfacción tanto de autoridades como de funcionarios gubernamentales y del reducido grupo de personas que verán satisfechas sus expectativas de ganancia en el corto, mediano y largo plazo.

Las mega obras o los mega complejos efectivamente generan tanto empleos directos como indirectos, pero a la par se convierten en voraces consumidores de grandes volúmenes de energía eléctrica, agua potable y residuos de toda índole, sean estos de carácter domiciliario, residuos líquidos, o bien, energía calórica, dado el uso de maquinaria o equipos de diversa índole.

Por ejemplo, en el caso de las megas obras que se llevan a cabo en las regiones más calurosas del país, requerirán de equipos de diversas capacidades para regular el clima y, con ello, generar condiciones de mayor confortabilidad para quienes habitan o hacen uso de sus instalaciones.

Es el caso de la construcción de una de las obras insignia del gobierno en Tabasco, misma que, según un artículo de Mathieu Tourliere en la revista Proceso: “De acuerdo con la ASF, la MIA de Dos Bocas no dispuso de estudios ambientales y metodologías para el muestreo del aire, agua, suelo, flora y fauna; no identifica el grado de sobrevivencia de las especies de flora y fauna, incluidas las categorizadas en riesgo; ni incluyó el análisis de la salud de la población ubicada en las zonas aledañas al proyecto ni las posibles implicaciones derivadas de la operación de la refinería”.

Parece ser que la actual élite gobernante no se ha percatado o no ha comprendido que una de las prioridades del mundo contemporáneo, es precisamente el llevar a cabo todas las acciones que sean necesarias para evitar que los procesos climáticos continúen siendo alterados por la desmedida ambición o el afán de trascendencia de unos cuantos; la indolencia, ignorancia, desidia, complicidad, encubrimiento o subordinación de las autoridades responsables de generar las condiciones propicias para la adaptación o mitigación de este fenómeno que está significando las tres primeras décadas de la presente centuria.

Sin lugar a dudas, es responsabilidad de las autoridades que dirigen los destinos del país el estar sintonizadas con las prioridades que hoy en día marcan la agenda a escala planetaria. Una de ellas es, evidentemente, el procurar las acciones y los hechos que impliquen aminorar de una manera seria y responsable lo que el cambio climático implica, sobre todo para quienes viven en condiciones de mayor precariedad y carencias.

Tal como menciona la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en “La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en el nuevo contexto mundial y regional: escenarios y proyecciones en la presente crisis”: “Enfrentar el cambio climático requiere un cambio acelerado de los modelos de desarrollo, hasta ahora cimentados en el uso de los combustibles fósiles, donde nuevos sectores asociados al transporte sostenible y la electromovilidad, las energías renovables, la bioeconomía de alto contenido tecnológico, los sectores asociados a la economía circular, la digitalización de la economía y la sociedad, y las ciudades inteligentes puedan guiar las acciones público-privadas para lograr el necesario impulso hacia la sostenibilidad”.

Resulta de vital importancia que las autoridades no únicamente interioricen lo que significan los retos que trae consigo el cambio climático sino que se difunda de manera pública, masiva, de manera didáctica y objetiva lo que implican e implicarán los retos a los que nos estamos enfrentando y nos enfrentaremos como consecuencia de las alteraciones del comportamiento climático.

Tal y como sucede con las sequías cada día más evidentes y prolongadas o con torrenciales lluvias que, mucho más allá de los beneficios que generan, se convierten en calamidades para quienes se dedican a las actividades agropecuarias, o bien, pierden sus pocas o muchas pertenencias por el desborde de ríos que salen de sus cauces, dados los volúmenes de tierra que estos arrastran por las zonas que antes estaban arboladas y que han perdido la cubierta vegetal que les caracterizaba.

Es menester que los distintos segmentos de la ciudadanía conozcan, sientan y resientan los efectos del cambio climático. Es imprescindible alentar la participación directa, genuina y definitoria en los procesos que coadyuven a revertir la tendencia degradadora de los ecosistemas, que tiene como sustento la carencia de voluntad para replantear el estilo de vida predominante y los procesos para satisfacer las necesidades básicas, así como replantear las prioridades en el uso de los espacios, ya sean urbanos, semiurbanos, silvestres o de trascendencia para la plena vigencia de la mayor biodiversidad del planeta.

Es perentorio identificar, valorar y difundir los múltiples estudios, análisis y propuestas que, desde distintas instituciones de educación y centros de investigación de nuestro país, se han realizado con la finalidad de disminuir los múltiples riesgos de este proceso de modificación climática, cada día más presente.