En el Llano
RÉQUIEM POR 60 MIL VÍCTIMAS

Ave Caesar, morituri te salutant

 
 
 
Luis Gutiérrez Rodríguez

 

 

Un infortunado e irresponsable consejo presidencial, que nunca mereció excusas públicas del autor, llegó a oídos de millones de mexicanos el jueves 12 de marzo del año en curso, justo al empezar la pandemia del virus COVID-19.

Al terminar su conferencia de prensa de ese jueves en Palacio Nacional, y cuando los expertos se desgañitaban ya con voces de alerta, el presidente de México soltó: “Una cosa nada más para terminar. Miren, lo del coronavirus, eso de que no se puede uno abrazar, hay que abrazarse, no pasa nada, o sea…”

Las palabras del presidente López Obrador provocaron revuelo, dentro y fuera de nuestras fronteras. Pero no había mucho de qué preocuparse: en marzo habían ocurrido en el país 2 mil 585 asesinatos, el mes más violento del que se tuviera registro.

Claro, no sabía el presidente que el primer domingo del mes de marzo, un mexicano recién llegado de Italia asistió con su esposa a un concierto de la banda sueca “Ghost”, en el Palacio de los Deportes. Los primeros síntomas de la enfermedad se presentaron el lunes 9 de marzo (además, tenía diagnosticada diabetes) y falleció hospitalizado el miércoles 18, con un diagnóstico inequívoco: coronavirus.

Ese mismo día, la Secretaría de Salud informó que había registrados 118 casos de la enfermedad en todo el país. Siguieron dos decesos más: uno en Sinaloa y otro en la Ciudad de México.

Se dio entonces otra noticia: en coordinación con la Secretaría de Salud, el Gobierno de México implementó “una serie de medidas para prevenir y controlar los contagios en el país, entre las cuales se incluyen la extensión del período vacacional estudiantil, la Jornada Nacional de Sana Distancia y el Plan DN-III-E. De un total de tres fases epidemiológicas identificadas por las autoridades sanitarias, según el grado de transmisión de la enfermedad, el 24 de marzo se decretó la fase 2, que comprende primordialmente la suspensión de ciertas actividades económicas, la restricción de congregaciones masivas y la recomendación de resguardo domiciliario a la población en general”. Pero, no obstante su propio decreto, el presidente continuó con sus “giras de trabajo” en los estados.

El 30 de marzo se declaró “emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor”, porque aumentaron los casos confirmados y los decesos en varias partes del país. Se ejecutaron entonces acciones adicionales de previsión y control: el 21 de abril empezó la fase 3, que se extendería al menos “hasta mediados o finales de mayo”, según voces optimistas.

Cinco meses después de aquel fatídico “abrácense, no pasa nada”, la cuenta de víctimas mortales de la pandemia arrasó y ha llevado a la tumba a casi 60 mil mexicanos. La cifra seguirá creciendo, sin duda.

A casi 150 días de aquel abrazo virtual, el presidente Andrés Manuel López Obrador decretó “un duelo nacional de 30 días por los muertos y personas contagiadas de coronavirus en México”. Ordenó, además, que se inscribiera en el Diario Oficial de la Federación que fuera izada a media asta la bandera nacional, desde el jueves 13 de agosto hasta el viernes 11 de septiembre. Luto republicano.

Mientras tanto, en prudente y silencioso respeto los a muertos, esperamos: a) Que al fin llegue el esperado descenso de la curva de contagios; b) Que no tarden las primeras dosis de la ansiada vacuna financiada por Carlos Slim y socios argentinos, y c) Que cuando el presidente de México acabe con la corrupción, se ponga (o le pongan) un cubrebocas.