EL MUNDO DESPUÉS DEL COVID

La combinación del crecimiento demográfico y el avance tecnológico podría provocar que aumente la desigualdad económica y se acentúe la brecha digital

 
Guillermo Rocha Lira
Twitter: @memorochal
 
 
 

Una de las películas que me parecen más interesantes es Ready Player One, cinta inspirada en la novela de ciencia ficción escrita por el estadounidense Ernest Cline, en la que la mayoría de la población vive en condiciones precarias, pero todos tienen la posibilidad de experimentar una “realidad distinta” en el “Oasis”, un entorno virtual global donde los usuarios pueden ser y comportarse como lo deseen. Creo que el “mundo después del Covid” nos lleva vertiginosamente a ese escenario donde la sociedad internacional enfrentará condiciones económicas adversas, pero en un sistema altamente tecnologizado.

También estoy convencido de que en la “etapa después del Covid” quien piense de forma tradicional o actúe siguiendo los patrones de su “antigua normalidad”, está destinado al fracaso. Como nunca antes, esta etapa nos ha demostrado que lo presencial fue sustituido por lo virtual y lo físico por lo digital. Si bien la “cruzada mundial” contra el virus cambió la agenda política, económica y social, en el caso de la tecnología la pandemia sólo aceleró las condiciones ya previstas, con una fuerza inusitada.

Antes de la “era del Covid” el mundo experimentaba la Techaceleration o la etapa de la “aceleración tecnológica” que, según datos de Bank of America a finales de 2019, tendría lugar en esta década. Este avance sin precedentes de la sociedad internacional se traducirá en un crecimiento de los internautas de 4.5 billones, es decir, el 58 por ciento de la población mundial actual, a 7.5 billones; los dispositivos conectados aumentarán de 30 a 50 billones; el tráfico global de datos se incrementará de 57 a 4,394 exabytes; mientras que la inteligencia artificial avanzará de 2.25 a 20 millones de robots.

Estas proyecciones eran calculadas cuando el mundo aún no experimentaba la peor pandemia y recesión económica provocada por el COVID-19. Nunca antes lo digital fue tan importante en nuestras vidas, porque la sana distancia y el confinamiento redujeron significativamente la movilidad y las actividades presenciales. Las fronteras se volvieron irrelevantes y los espacios públicos quedaron vacíos, porque nuestra vida comenzó a girar en torno a lo virtual y lo digital. Si antes de la pandemia las condiciones de la Techaceleration estaban preestablecidas, la contingencia le dio su impulso definitivo a la nueva era: la época de la digitalización, la robótica y la inteligencia artificial. El mundo se mueve para allá y su avance es inevitable.

Datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) nos permiten comprobar el avance de la digitalización. En 2015 se estimaba que en el mundo existían 4,700 millones de personas que eran suscriptoras únicas de telefonía móvil; 3,174 millones de habitantes, equivalentes al 43.4 por ciento de la población, usaban Internet; había 4,200 millones de suscripciones a los servicios de banda ancha fija y móvil; el tráfico IP era de 72,500 petabytes al mes, y ya se habían descargado 179,600 millones de aplicaciones, es decir, cerca de 25 por habitante.

En el caso de América Latina, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su estudio “La nueva Revolución Digital” afirmaba que es innegable el despliegue e incorporación de las nuevas tecnologías digitales en las economías y sociedades de la región. Tan sólo en poco más de una década, de 2003 a 2015, se duplicaron los usuarios de Internet que alcanzaban al 54.4 por ciento de la población promedio de los países, y se superaron los 700 millones de conexiones en telefonía móvil con más de 320 millones de usuarios únicos.

Sobre la revolución digital, el estudio de la CEPAL ofrece otros datos interesantes que permiten comprobar que el consumo digital es global. El desarrollo de las tecnologías digitales y el crecimiento de los internautas en todas las regiones del planeta se deben en gran medida al despliegue de redes de banda ancha que facilitan el consumo de aplicaciones multimedia, así como a la evolución de tabletas y teléfonos inteligentes que han contribuido a ampliar y diversificar la oferta de servicios y aplicaciones de información, comunicación y entretenimiento. Tan sólo en México la Asociación Mexicana del Internet calculaba que en 2018 existían 80 millones de mexicanos con acceso a internet y que para 2020 serían 100 millones de usuarios.

La recesión económica provoca la pérdida de millones de empleos y también muchas empresas se han declarado en bancarrota. El pronóstico de la mayoría de los economistas y bancos del mundo, a los que se suman el Banco Mundial y el FMI, calcula que el planeta necesitará al menos una década para recuperarse de esta crisis global, sin embargo, la pandemia también provocará el surgimiento de nuevas empresas y la creación de otros empleos vinculados al desarrollo de la tecnología. En México se estima que la pandemia dejará a tres millones de personas sin empleo, pero en el mundo se generarán hasta 133 millones de puestos digitales o relacionados con la tecnología.

También es muy evidente que las empresas que no se adaptaron a las nuevas condiciones del mercado, en especial al comercio electrónico, quebraron en la “era Covid”, mientras que otras tuvieron que adaptarse de forma apresurada, y otras incluso sacaron ventaja y aprovecharon las condiciones del confinamiento para aumentar sus ventas en línea.

Los consumidores también cambiaron sus hábitos de compra. Antes del Covid el avance del comercio electrónico crecía a un ritmo acelerado, con un aumento anual del 20 por ciento, sin embargo después del Covid todo será diferente, ya que las y los usuarios recurrirán a sus aplicaciones digitales o a sus ordenadores para hacer compras en línea sin la necesidad de hacer largas filas en los supermercados o tiendas departamentales. Empresas clásicas como JCPenney quebraron, mientras otras como Amazon y Walmart avanzaron aún más.

Las condiciones laborales también cambiaron, porque se confirmó lo que muchas empresas ya sabían antes de la pandemia: que las labores cotidianas pueden continuar desde casa gracias al trabajo remoto o teletrabajo, el cual en Europa y Estados Unidos aumentó la productividad de las y los empleados entre el 5 y 25 por ciento. Según una encuesta de Deutsche Bank, las empresas afirman que al menos el 60 por ciento de los empleados podrían seguir trabajando desde casa, mientras que una encuesta de OnePoll, en países europeos, afirma que el 50 por ciento de los empleados europeos preferirían recortes salariales y seguir trabajando desde casa.

Hoy la modernización y el cambio tecnológico ha provocado que las TIC sean parte de nuestra vida. Los datos fluyen de forma vertiginosa y rápida en la sociedad de la información, al grado que las mismas TIC se han transformado progresivamente en otros modelos como las TAC, Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento, así como las TEP, que se refieren a las Tecnologías del Empoderamiento y la Participación. Ambos modelos consideran que las TIC han quedado rebasadas y ahora no sólo basta con mostrar el avance de las telecomunicaciones, sino que es necesario considerar modelos más complejos que expliquen el flujo de la información actual.

En cuanto a las primeras, sin lugar a dudas la educación a distancia cambió con la incorporación de la TIC en el siglo XXI hacia una educación online. El avance de la tecnología aceleró la evolución de plataformas de aprendizaje electrónico. Ahora estas plataformas e-learning permiten una comunicación más interactiva o bidireccional en actividades como: foros de discusión, pizarras electrónicas, cuestionarios interactivos, bibliotecas virtuales, videos, archivos de audio, juegos interactivos, tutoriales, videoaulas, desarrollo de documentos colaborativos, etc.

Sin lugar a dudas son muchos los beneficios del e-learning que permiten continuar con el proceso de formación educativa, ya que posibilitan que las personas adquieran nuevas competencias, conocimientos y habilidades que serán decisivas para la capacitación continua de las futuras generaciones. Sin embargo, aunque muchos países han implementado modelos de educación a distancia, lo cierto es que la “era del Covid” hará más grande la brecha de la desigualdad, especialmente en el terreno educativo, ya que las generaciones de esta década quedarán afectadas por un marcado rezago formativo provocado por la falta de acceso a Internet de una parte de la población, así como de las limitantes de los modelos educativos tradicionales.

Aunado a lo anterior, también vale la pena considerar la pobre infraestructura de acceso a Internet que existe en algunos países y que podría provocar que en este siglo más de la mitad de la población no pueda capacitarse a distancia. Tan sólo en el caso de México, el regreso a clases no fue igual en todos los hogares, ya que según datos de la UNICEF, en nuestro país al menos 257 mil infantes no tienen acceso a televisión, radio y mucho menos Internet, por lo que no podrán continuar con su proceso de aprendizaje.

Como lo hemos dicho en artículos anteriores, la combinación del crecimiento demográfico y el avance tecnológico podría provocar que aumente la desigualdad económica y se acentúe la brecha digital. En este sentido, existe un riesgo de que las nuevas generaciones no tengan garantizado el acceso a las nuevas tecnologías, de tal forma que el gran reto que tiene la sociedad internacional consiste en garantizar el acceso a las nuevas tecnologías como un derecho y al Internet como un bien social de primera necesidad.

La Techaceleration es irrefrenable y detener la desigualdad digital dependerá de los gobiernos de los países, en la medida que creen condiciones para mejorar su desarrollo tecnológico-industrial, reorientar su modelo educativo, promover los datos abiertos, el acceso de la población al Internet, el desarrollo de patentes, la digitalización y automatización de procesos y la creación de sistemas de código abierto accesibles a la mayoría de la población.

México va atrasado en muchos sentidos en comparación con la mayoría de los países de la OCDE desde el punto de vista tecnológico, y preocupa aún más que exista un gobierno que se aferre a lo tradicional y no tenga una mayor visión en torno a la era de las nuevas tecnologías. Las consecuencias para nuestro país las veremos en la próxima década.