RESEÑA
Una mirada a la labor del maestro Francisco Toledo

Toledo ve no pretende hacer una revisión de su trabajo, más bien aborda la faceta de diseño del artista juchiteco. La muestra cuenta con objetos utilitarios y decorativos que elaboró con distintas técnicas y materiales en colaboración con artesanos y en distintos talleres de Oaxaca

“A partir de su partida, la exposición se está resignificando”: Lluvia Sepúlveda JIMÉNEZ

A sus 79 años de edad, Francisco Benjamín López Toledo, mejor conocido como Francisco Toledo, oriundo del municipio de Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, el pasado 5 de septiembre falleció a causa de cáncer. Es considerado uno de los artistas contemporáneos más importantes de nuestro país y el mayor defensor de su natal Oaxaca.

A lo largo de su vida expresó su trabajo a través de múltiples técnicas artísticas que van desde el collage, la encáustica, el fresco, la acuarela y el gouache, hasta la cerámica, el tapiz y el modelado. A pesar de la fama internacional nunca olvidó sus raíces, por el contrario, con el dinero recaudado por sus obras apoyó diversas actividades y proyectos.

Por tanto, su legado destaca en distintos ámbitos, no sólo porque fue un incesante promotor cultural sino por encabezar distintas luchas en defensa de la tierra y el territorio, el patrimonio, las lenguas indígenas, el maíz nativo, los Derechos Humanos y la libertad de expresión.

El maestro fundó la Casa de la Cultura de Juchitán de Zaragoza, así como el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, que cuenta con más de 61 mil libros especializados en arte, de consulta gratuita; también el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), al igual que el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, donde se ofrecen diversos talleres y conferencias.

Creó el Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural del Estado de Oaxaca (Pro-Oax), asociación desde la cual enarboló diversas luchas como la defensa del Zócalo de la ciudad de Oaxaca, al evitar la instalación de un McDonald’s, impidiendo que se quitaran las bancas. Asimismo, dio resguardo a los integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), movimiento social que exigía la dimisión del entonces gobernador priista, Ulises Ruíz, cuando fueron desalojados del Zócalo de Oaxaca en 2006.

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Evitó la construcción de un distribuidor que impulsaba el uso del automóvil e impidió la creación del Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca en el Cerro del Fortín, debido a que el gobierno local pretendía crear un centro inmobiliario a costa de la naturaleza, por lo que se edificó en el municipio de Santa Lucía del Camino. Otras de las acciones que encabezó fue la defensa de las lenguas indígenas, a través de la creación de materiales didácticos disponibles en el CaSa, e instituyó los Premios CaSa para impulsar la creación literaria en distintas lenguas nativas.

El artista juchiteco decidió manifestar su rechazo al uso de transgénicos en el país, por lo que creó un peluche de una mazorca con cara de calavera para concientizar sobre el daño que ocasionan. Por otra parte, frente a la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, creó 43 papalotes en el Taller Arte y Papel (que fundó en San Agustín Etla) y los voló en el andador turístico como signo de protesta. Debido a su simbolismo, estas piezas han formado parte de varias exposiciones en Juchitán y en la Ciudad de México.

Tras el sismo de septiembre del 2017, el maestro Toledo apoyó la instalación de comedores comunitarios para alimentar a los pobladores afectados de la región del Istmo de Tehuantepec; además, promovió el rescate de la infraestructura de las zonas afectadas y creó dos grabados que subastó para recaudar recursos en beneficio de los damnificados.

Por todas estas acciones, Francisco Toledo será recordado como un gran artista plástico y filántropo. Para profundizar más en la obra del juchiteco, en entrevista para El Ciudadano, la directora del Museo Nacional de Culturas Populares, Lluvia Sepúlveda Jiménez, habla sobre la experiencia que fue trabajar con el maestro, quien se encargó de curar la exposición Toledo ve, que desde inicios de julio se presenta en dicho recinto y que tiene como objetivo invitar al público a observar a su alrededor.

Entrevista con Lluvia Sepúlveda Jiménez, directora del Museo Nacional de Culturas Populares

El maestro Francisco Toledo fue un artista completo que insidió en diversas técnicas, empezó en la gráfica, pero dominó el idioma del metal, el barro, el papel, el vidrio, la madera, el cuero, el textil y otros elementos. Era como un Rey Midas del arte, porque todo lo que tocaba lo convertía en una obra de arte.

Su labor no sólo es reconocida por su obra plástica, también por su compromiso social al involucrarse con distintos movimientos sociales, culturales, ecológicos, con las comunidades y lenguas indígenas. Ahí radica la importancia de su labor, porque más allá de su lenguaje visual tiene una dimensión más amplia que involucra el bienestar de su estado natal, Oaxaca, y de nuestro país.

Por razones personales no le gustaban los homenajes ni las exposiciones de revisión, por tanto, desde los años ochenta no había realizado una exposición monográfica, sin embargo, su obra siempre se ha expuesto en diversos lugares.

Toledo ve no pretende hacer una revisión de su trabajo, más bien aborda la faceta de diseño del artista juchiteco. La muestra cuenta con objetos utilitarios y decorativos que elaboró con distintas técnicas y materiales, en colaboración con artesanos y en distintos talleres de Oaxaca.

Está compuesta por cerca de 850 piezas de pequeños, medianos y grandes formatos que abarcan textiles, piel, objetos intervenidos, mosaicos, papel, vidrio, joyería hecha sobre cuero, entre otros.

En enero le propuse al maestro que presentara una exposición en este recinto, desde entonces colaboramos de principio a fin; la idea era crear una muestra similar a la que visité en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), sin embargo, al iniciar el proyecto decidimos ampliarlo.

Además, le encantó realizar la exposición en este recinto porque convivió con la generación de intelectuales que impulsaron su creación, como Guillermo Bonfil Batalla, Carlos Monsiváis y Cristina Payan. Trabajar este proyecto y exponer en este Museo le generó mucha emoción porque le resultaba muy significativo.

El maestro curó la exposición, sin embargo, todo el tiempo tuvimos una constante colaboración, desde la selección de la obra hasta la distribución en salas, la museografía y el diseño. Estuvo involucrado al cien por ciento en cómo debíamos presentar el proyecto y en qué se tenía que decir.

En todo momento fue cuidadoso con su trabajo, revisó todas las piezas, incluso si se imprimían 100 papalotes, todos los debía autorizar. Me impactó que a sus 79 años de edad era una persona sumamente activa y prolífica, siempre estaba creando, incluso para esta exposición presentó una pieza nueva, “el anafre”. Era una persona humilde, pero un artista riguroso, meticuloso y prolijo en su trabajo.

La exposición se llama Toledo ve porque a través de su obra presenciamos su mirada, lo que él veía a su alrededor y le inspiraba para crear otros objetos. Combina la utilidad de un objeto de la vida diaria con la belleza hasta crear una obra artística.

El propósito de esta muestra es dialogar con los jóvenes, los invita a que volteen a ver a su alrededor, que miren a México, no a Europa o Estados Unidos; quiere que observen la naturaleza, los animales, las nubes, la tierra, que vayan a los mercados y se fijen en los objetos de la vida cotidiana, es decir, ver las pequeñas piezas que podemos encontrar a nuestro alrededor para que, a partir de ahí, se inspiren y creen su propio lenguaje y sus propios objetos.

El 80 por ciento de los objetos pertenecen a su colección personal y cerca del 20 por ciento proviene de coleccionistas privados. La mayoría de las piezas son prototipos, piezas experimentales que forman parte de su archivo, por tanto, se puede decir que esta colección era su archivo personal.

Para este Museo es importante albergar una exposición de un artista de tan alto nivel, pero sobre todo porque su labor siempre estuvo vinculada con la cultura popular, desde su obra plástica hasta la defensa de las lenguas, así como las defensas comunitarias, debido a que también creó economías de producción local para impulsar a ciertas comunidades.

Por estos motivos es muy querido en Oaxaca, fue un defensor del patrimonio cultural. La cara que tiene Oaxaca hasta la fecha es gracias a que el maestro siempre estuvo pendiente de lo que sucedía en su entorno.

Trabajó hasta la última semana de su vida y con el dinero recaudado de sus obras impulsó la creación de diversos espacios para el pueblo oaxaqueño. Fue un artista desprendido, separado del mundanal. Siempre estuvo arraigado a su raíz zapoteca, porque en Oaxaca perdura la cualidad de la reciprocidad, un término mejor conocido como “tequio”, donde se acostumbra dar tu trabajo de manera gratuita y la comunidad te retribuye de otra manera; siempre hay un intercambio, ya sea como individuo hacia tu comunidad o entre individuos.

En su obra también podemos apreciar que siempre fue cercano a la naturaleza, los animales, los mitos, las narraciones orales y los cuentos zapotecos. Parte de su iconografía tiene que ver con ese mundo mítico, simbólico y religioso que conforma a las comunidades indígenas, pero dentro de su mundo surrealista retrata a la vida.

En cuanto al aspecto erótico, es un carácter particular de su ser juchiteco, porque esa comunidad tiene un concepto de la sexualidad más abierto, con menos tabús. Nunca se separó de sus raíces, por eso su obra se puede leer desde distintas dimensiones, que van de lo onírico a lo psicológico y hasta lo cultural.

Toledo ve es una exposición que obviamente no planteamos como un homenaje porque evidentemente no pensábamos que el maestro iba a fallecer, pero se queda como una memoria porque su espíritu, su mente, su esencia, siguen ahí, en la muestra, porque él la hizo.

Al final se exhibe la visión que él quería mostrar, es una memoria que recorre todo su trabajo de objetos decorativos y utilitarios, aunque desafortunadamente ya se está convirtiendo en un homenaje, porque a partir de su partida la exposición se está resignificando.

Desde que se inauguró la exposición, la afluencia ha sido exitosa, nos visitan más de cinco mil personas; sin embargo, tras su partida se ha incrementado porque ahora viene gente que quizá no conocía su trabajo, pero al escuchar sobre su labor ha decidido visitar la muestra. Teníamos contemplado que la exposición concluyera a finales de septiembre, pero decidimos extenderla hasta el 10 de noviembre y en su memoria el Museo le dedicará una magna ofrenda.