La desaparición de las abejas afectará toda la cadena alimenticia

El 85 por ciento de la producción de cultivos depende de los polinizadores

Patricia Zavala Jiménez

Patricia Zavala Jiménez
@patrix89_64

Además del cambio climático, los contaminantes, el uso de agroquímicos, el cambio en el uso de suelo y de todos los factores que afectan a las abejas, en nuestro país se suma el de la africanización

El 85 por ciento de los alimentos que consumimos son polinizados por las abejas, por lo que la muerte de estos insectos afectará gravemente a la producción alimentaria y la diversidad mundial que depende de ellos, asegura Adriana Correa, jefa del Departamento de Medicina y Zootecnia de Abejas, Conejos y Organismos Acuáticos de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVyZ) de la UNAM.

Al desaparecer los polinizadores, el consumo humano prácticamente se limitará a tubérculos y algunas semillas, porque en mayor o menor medida una amplia variedad de vegetales y frutas son polinizados por las abejas, como: naranja, lima, mandarina, limón, sandía, piña, melón, papaya, zapote, chico zapote, tomates, calabazas, pepino, chile, frijol, ejote, cacahuate, café, coco, fresa, guayaba, haba, nopal, mostaza, pera, manzana, mango, durazno, ciruela, aguacate, chicle, sandía, melón, vainilla, entre otros.

“Perderíamos una cantidad impresionante de alimentos, porque las abejas no polinizan únicamente los cultivos de maíz, garbanzo, maguey, chícharo y papa. En este sentido, la frase que se le atribuye al físico alemán Albert Einstein: ‘Si la abeja desapareciera del planeta, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida’, puede ser considerada dramática, seguramente la sociedad no moriría de hambre porque encontraría alternativas de alimentación, sin embargo, es un hecho que nuestros hábitos alimenticios serían completamente distintos”, afirma la especialista.

Otro aspecto importante a considerar es que el hombre utiliza diversos productos polinizados para alimentar a cerdos, vacas o pollos, entonces también se tendría que cambiar la dieta del ganado. Además de que la gente vegana o vegetariana no tendrá a la mano prácticamente ninguno de los productos que actualmente consume.
Por tanto, la desaparición de las abejas afectaría a toda la cadena alimenticia, porque son la base de la alimentación. “En el ecosistema son sumamente importantes debido a la cantidad de productos que dependen de la polinización, porque en la cadena alimenticia, las abejas están hasta abajo como productoras de alimento”, destaca Adriana Correa.

Además, cuando las abejas intervienen un cultivo agrícola aumentan la producción entre un 35 y 45 por ciento, y el producto mejora en calidad, sabor y tamaño. Cabe destacar que los polinizadores buscan su alimento en las plantas y flores: al posarse sobre ellas, su diminuto cuerpo se espolvorea de polen y cada vez que se traslada a otra flor provoca la polinización, que genera la producción de cultivos e incrementa sus atributos. Este fenómeno lo comparten con algunas aves y otros insectos, como las arañas, mariposas o luciérnagas.

Sin embargo, la académica señala que las colmenas alertan sobre la salud de los ecosistemas debido a que son sumamente sensibles a cualquier producto tóxico, entonces cuando mueren también desaparecen todos los polinizadores que estuvieron en contacto con el mismo producto.

“Al tener una colmena puedes contabilizar cuántas abejas murieron y saber si fue por problemas de intoxicación, pero no hay posibilidad de contar cuántas hormigas, escarabajos, mariposas, arañas, aves y demás animales murieron al estar en contacto con ese producto. Lo que es seguro es que cuando muere una abeja lo mismo le sucedió a los demás insectos y animales que estuvieron alrededor de ese cultivo”, resalta la médica veterinaria.

“Las abejas nativas, categoría que engloba avispas, abejorros o abejas sin aguijón, también se encargan de polinizar distintos hábitats, por lo que su muerte no sólo significaría la pérdida de cultivos sino del ecosistema”, lamentó.

AdrianaCorreaSÍNDROME DEL COLAPSO DE LAS COLONIAS

A partir del 2006 surgió a nivel mundial el Síndrome del Colapso de las Colonias, que involucra una serie de afecciones que provocan la muerte de las abejas, como: agentes patológicos o enfermedades, el uso de agroquímicos en el campo, los monocultivos que afectan su nutrición, el cambio climático, el manejo del apicultor, entre otros, explica la académica de la UNAM, Adriana Correa.

En México la mortandad de las abejas es severa, principalmente por el mal uso de productos agroquímicos en el campo. Se estima que las pérdidas económicas ascienden a un 35 por ciento, situación que afecta gravemente a los apicultores al enfrentar un alto déficit en su producción por falta de recursos, ya que, a diferencia de países de primer mundo, carecen de apoyos gubernamentales para restablecer las colonias perdidas.

Por esta razón, la especialista destaca que el gobierno mexicano debe crear un programa gubernamental sumamente formal para abordar diversos puntos que permitan restablecer el equilibrio ecológico y apoyar a los apicultores. En primer lugar, sugiere que en toda la producción del campo se retomen los policultivos, porque actualmente existen hectáreas de monocultivos que no nutren a los polinizadores.

Asimismo, enfatiza la necesidad de respetar zonas y reservas ecológicas con sus plantas nativas y evitar introducir plantas externas que afectan al ecosistema, así como a los insectos o animales propios de la región. También es necesario reforestar, pero de igual forma introduciendo sólo plantas y árboles nativos, por ello, añade la importancia de fomentar la cultura de reforestación.

Adriana Correa explica que el cambio climático se debe en parte a la mala administración en el cambio de uso de suelo, incluso, la gran cantidad de incendios que ha surgido recientemente a lo largo del país se debe a la deforestación. Por otra parte, añade, se debe combatir al ácaro varroa, que afecta tanto a las crías como a las abejas adultas al ser transmisor de enfermedades, al grado de provocarles la muerte. “Todo ello está provocando la muerte de las abejas”.

Es evidente que los polinizadores están desapareciendo, antes en la Ciudad de México había luciérnagas, gran variedad de mariposas e insectos, así como aves, pero ya no los vemos porque mueren debido a la falta de humedad en el ambiente, exceso de calor y por los altos niveles de contaminación.

“Por esta razón ya no podemos darnos el lujo de cortar árboles y eliminar las pocas áreas verdes que hay en la Ciudad, porque provoca un grave impacto ambiental. Una avenida con árboles disminuye la temperatura entre tres o cuatro grados por la sombra que brindan”, resalta.

La académica invita a la ciudadanía a que ayude desde su trinchera a los polinizadores sembrando en su jardín plantas nativas o árboles frutales que sean polinizables, como el Callistemon citrinu, mejor conocido como árbol del cepillo o escobillón rojo, que al ser altamente nectarífero ayuda a que las abejas se puedan alimentar prácticamente todo el año. Este tipo de plantas también las puedes tener en la terraza dentro de una maceta y si a las abejas les permites estar en tu casa llegarán a alimentarse, pero para ello es sumamente importante que no se les tenga miedo y, por ende, no se les mate, porque si no se les molesta no atacan.

EL FENÓMENO DE AFRICANIZACIÓN

La africanización de las abejas en prácticamente todo el Continente Americano surgió en 1956, cuando la Universidad de São Paulo importó abejas africanas para hacer un programa de mejoramiento genético. La especie europea apis mellifera ligústica, que era la que teníamos, se mezcló con la especie apis mellifera escutellata, pero al hacer la cruza dominaron las características de la africana: menos productiva, no almacena miel, enjambra más veces, es agresiva y menos manejable.

La abeja africanizada empezó a recorrer toda Latinoamérica hasta que, en 1986, llegó a nuestro país provocando una nueva cultura de manejo en la apicultura porque los productores se tuvieron que capacitar para convivir con esta especie más agresora, explica Adriana Correa.

A la par, el gobierno creó programas que inicialmente contemplaban la captura y destrucción de enjambres para evitar la africanización, pero fue imposible porque este tipo de abeja es sumamente adaptable al medio ambiente y resistente a enfermedades, por lo que logró predominar sobre las abejas europeas. Actualmente todo el país esta africanizado; incluso, prácticamente el continente lo está, a excepción de una cuarta parte de Estados Unidos y Chile.

Cuando la abeja africana ingresó a México, el país ocupaba el primer lugar en producción y exportación a nivel mundial; las últimas cifras registradas indican que en 2017 se situó en el noveno lugar como productor, el sexto como importador y está catalogada entre las cinco mieles más ricas a nivel mundial.

“La africanización provocó una gran merma en la producción, hasta la fecha es una situación con la que se debe lidiar. Además del cambio climático, los contaminantes, el uso de agroquímicos, el cambio en el uso de suelo y de todos los factores que afectan a las abejas, en nuestro país se suma el de la africanización”, lamenta la investigadora.

En México existen cinco regiones apícolas. En la zona Norte se caracterizan por ser polinizadores de cultivos; los productos que se obtienen de la zona del Pacífico y el Golfo en su mayoría se exportan; en el Altiplano se genera la miel color ámbar que se consume en el país, porque es la que prefiere el paladar mexicano, y en la zona Sur se genera el 50 por ciento de la producción de miel. Aunque cabe mencionar que este año sorprendió el estado de Jalisco, venciendo a la Península de Yucatán como mejor productor de miel.

Hoy en día los enjambres son rescatados y se han creado programas de mejoramiento genético para que las abejas reinas sigan produciendo, pero las colonias sean más dóciles, manejables y productivas. Sin embargo, los jóvenes apicultores sólo conocen a la abeja africanizada y han tenido que adaptarse a todas las respuestas de comportamiento.

En comparación, la investigadora explica que con la abeja europea los apicultores podían tener las colonias en su casa, sólo usaban velo y muy poco el ahumador, pero al africanizarse surgieron los ataques y se tuvieron que tomar otros cuidados para proteger a la población, entonces la normatividad implicó retirarlas de la zona urbana y algunos apicultores tuvieron que abandonar la producción.

A diferencia de otras naciones, nosotros no podemos tener apicultura urbana porque somos un país africanizado que pone en riesgo a la ciudadanía. En cambio, con el incendio de la catedral de Notre Dame, por ejemplo, se dio a conocer que había cinco colmenas (las cuales, por cierto, sobrevivieron) y que los padres producían su propia miel.

REUBICAR COOLMENAS

En lo que resta del año, la FMVyZ y el Heroico Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de México pretenden implementar un programa para recuperar los enjambres y distribuirlos entre los 120-140 apicultores que existen en los alrededores de la capital, con el objetivo de que puedan repoblar sus colmenares de manera gratuita, ya que, como anteriormente se mencionó, no cuentan con incentivos gubernamentales para restablecer sus apiarios en caso de perderlos, resaltó Adriana Correa.

“Este programa se está forjando con toda la normatividad y las reglas necesarias para evitar el manejo indebido de los enjambres, que se cultiven o comercialicen de manera ilegal, por lo que sólo la gente legalmente instituida podrá trabajar los colmenares. Sin embargo, se debe estar consciente de que no todos son rescatables y si ponen en riesgo a la ciudadanía se tienen que eliminar, pero los que sean factibles los vamos a recatar y reubicar”, aseguró.

Para las zonas rurales los protocolos dictan que la distancia mínima para tener un colmenar es a más de 200 metros de una casa habitación, animales, fábricas o maquinaria ruidosa. Estos requerimientos principalmente están enfocados en las zonas rurales de la Ciudad de México, como: Milpa Alta, Cuajimalpa, Tlalpan, Xochimilco, Iztapalapa y Tláhuac. Los enjambres rescatados también van dirigidos a parques o reservas ecológicas en la capital, como los bosques de Chapultepec y Tlalpan, así como en la UNAM, concluyó la investigadora.