ALEJANDRA PHELTS
ALEJANDRA PHELTS: EL INTENSO TRABAJO DE AMAR EL ARTE

“LA VIDA NO ES ROSA PARA NADIE. HAY DOSIS DE TRAGEDIA, PERO PERSONALMENTE NO CREO QUE EL ARTE DEBA SER EL RECIPIENTE O LA PANTALLA PARA MOSTRAR ÚNICAMENTE NUESTRAS MISERIAS Y DOLOR”

Arturo Sánchez Meyer

Arturo Sánchez Meyer

¿Cómo tomaste (a los 19 años) la decisión de irte a Francia a estudiar Filosofía e Historia del Arte? ¿Era una vocación que tenías desde niña o más bien te lanzaste a la búsqueda de algo nuevo y creativo?

Para nada, cuando era niña quería ser doctora. Simplemente, a los 17 años y recién inscrita en Derecho tomé la decisión de salir de Mexicali. En mi casa siempre hubo libros y para entonces sus imágenes ya no me bastaban, mi naturaleza visual comenzaba a imponerse y definitivamente quería ver el mundo con mis propios ojos.

Fue una verdadera vocación de viaje y aventura porque no tenía ni permiso ni dinero. Durante dos años, mientras estudiaba, vendí pasteles, fui niñera, todo para costearme el viaje; también aprendí el francés suficiente para pedir la beca. El empuje es algo con lo que uno nace y yo hice todo lo necesario para salir de Mexicali e irme a estudiar algo sobre lo que no tenía mucha idea.

Y allá, al estar en contacto con el mundo filosófico intuí fuertemente que no estaba hecha sólo para pensar y escribir… necesitaba moverme y crear para poder realmente contemplar. Vivir en Francia fue un parteaguas en mi vida, fue ahí donde realmente el arte me sorprendió.

¿Qué representa para ti tu estado natal, Baja California, y cómo se plasma su cultura en tu obra?

Soy privilegiada por haber nacido y vivir en Baja California. Es una belleza, rica en muchos aspectos. Yo vivo en Playas de Tijuana, mi casa está pegada al mar, así que salgo diario a la playa a caminar y rezar. En mi estudio tengo una luz y unos atardeceres increíbles, generalmente hago mi fotografía con luz natural y creo que esto le aporta luminosidad y colorido a mi trabajo.

A unos kilómetros están Ensenada y el Valle de Guadalupe, con sus viñedos y vistas espectaculares al Pacífico. Mis papás y mis hermanas viven en Mexicali, que es el desierto, y para llegar pasas por la Rumorosa, unas montañas de roca increíbles y una laguna salada. Son paisajes totalmente surrealistas.

También somos frontera con Estados Unidos, desde mi balcón se alcanza a ver Pacific Beach, somos vecinos literalmente, así que estamos en contacto directo con otro mundo, con una mentalidad muy distinta. En mi caso la frontera ha sido un factor enriquecedor, ha ampliado mis horizontes y ha reforzado mi identidad y compromiso con mi país.

Has participado en múltiples exposiciones importantes a nivel internacional. ¿Hay alguna en específico que recuerdes con mayor entusiasmo?

Sí, recuerdo en especial mi primera exposición individual en Estados Unidos, en la Universidad de California, San Diego. Yo estaba muy chavita, un año antes había ganado una Beca de Jóvenes Creadores y el resultado fueron 38 obras de gran formato de mi “Serie Cart”.

Había tenido que sacar el comedor de mi departamento para usarlo como bodega, mi esposo y yo comíamos parados como en taquería.

En Tijuana fue imposible exponer por mi escaso currículum, así que envié mi propuesta a la UCDS en Estados Unidos y ahí sí me aceptaron. Cuando hice el montaje de la obra, una amiga promotora de arte le puso precio y yo me reí mucho cuando vi las fichas porque pensé que nadie iba a comprarme nada.

A la inauguración llegó el Cónsul de México, el exembajador, directivos y mucha gente importante. Cuando me dieron el micrófono sólo agradecí brevemente, estaba trabada, pero después me abordó una coleccionista y luego otra. Esa noche vendí 16 pinturas. Cuando llegué a mi casa, toda “lampareada”, lejos de sentirme contenta mi sensación era de susto, como si hubiera estafado a toda esa gente. Después me relajé y me compré un coche.

Entendí que había dos lecciones muy importantes: la primera, que fue muy bueno aferrarme a exponer y tocar la puerta en Estados Unidos, y la segunda, que mientas yo produzca un arte honesto, libre, sin importarme lo que demanda el mercado del arte, alguien lo va a valorar y yo seré feliz de haberlo producido.

contra-tx“No busco la perfección, más bien el amor. La clave es la organización, establecer prioridades y no hacerse la víctima”, declaraste en una entrevista para el periódico El Mexicano. ¿Cómo haces para elegir tus prioridades entre tu trabajo como artista y tu papel de madre y esposa?

He aprendido a no oponer mis facetas porque cada una de ellas es parte de lo que soy, y también a asumirme como un ser humano complejo, lleno de inquietudes, ganas de lograr y ser feliz.

Por más que me apasione mi profesión, cuando la vida se convierte en puro trabajo y responsabilidad es terrible, es sinónimo de una falta total de organización. Necesito tener el tiempo para descubrirme y conocer a profundidad a las personas, así que me organizo, no para cumplir a la perfección y ser “exitosa” sino para disfrutar mi vida con los que más me importan. Mi esposo y mis hijos son mi prioridad porque el amor está antes que cualquiera de mis ideas, trato de dejarles claro que cuentan conmigo incondicionalmente.

En tus propias palabras, la serie “Costura” es en parte un homenaje a tu madre y a tus tías que eran aficionadas a las máquinas de coser, cuyo ruido acompañó tu infancia. ¿De qué manera conseguiste convertir esos recuerdos en impulsos creativos para lograr esta serie?

Fue de forma natural. Somos cinco hermanas, todas mujeres, y yo crecí entre telas e hilachas, el sonido de la máquina de coser formaba parte del ritual familiar. Los momentos más importantes de mi vida estuvieron acompañados de algún vestido que me había hecho mi madre… Así nació esta serie, como una nostalgia de la infancia y un gran amor a mi mamá.

En ese tiempo ella sufría un cáncer muy agresivo y yo tomé el arte como una forma de catarsis, una manera de expresarle mi amor. Aunque siempre fui muy independiente, uno nunca es totalmente autónomo de su madre y esta serie me acompañó en el duelo; me permitió pensar que podía seguir con mi vida sin ella, con mis propios vestidos, ya no de tela e hilo sino de pintura y poesía.

Por tu biografía y tus obras, especialmente la serie “Retratos Iluminados”, parece que la vida familiar es parte fundamental de tu motor creativo. ¿Podrías describirnos cómo vives y entiendes a tu familia?

Hace un tiempo, una amiga me regaló un libro de arte que se llama After the Revolution, sobre las mujeres que transformaron el arte contemporáneo. Lo leí y me dio escalofrío, encontré mucho dolor, depresión, trauma, todo eran imágenes negativas, violencia y caricatura de lo femenino; francamente me sentí agredida y distante de ese “arte”.

La vida no es rosa para nadie. Hay dosis de tragedia, pero personalmente no creo que el arte deba ser el recipiente o la pantalla para mostrar únicamente nuestras miserias y dolor. Para mí eso no es un arte crítico, es parte del comercio del mundo del arte que, por supuesto, impacta y deprime, como lo hacen los medios de comunicación.

Mi serie “Retratos Iluminados” pretende un arte luminoso, habla de la mujer como niña, hermana, madre, en un contexto de familia, porque creo que la familia es en donde deberíamos aprender el amor y la dignidad del ser humano. Habla de mi mamá, mis tías y mis abuelas, de las tradiciones y herencias que nos han dado la fuerza e inteligencia para salir adelante.