En un mundo de barberos, Elena afila su navaja en pro de la igualdad

Adriana Sánchez

Adriana Sánchez

“Desde que Elena está aquí, molesto a los demás diciéndoles que está de moda, tiene la agenda llena”

Referirnos a La Barbería, a secas, nos remite inmediatamente a ese local de la esquina en el que nuestros padres y abuelos pasaban unos veinte minutos cada dos o tres semanas, con su barbero o peluquero “de confianza”, generalmente algo mayor y con muchos años de experiencia, y aunque ahí “se va a lo que se va y punto”, el acuerdo tácito era el de ir a un lugar exclusivo para hombres al que no sólo era mal visto asistir con una mujer, sino que hace varios años era un acto prohibido: simplemente, no se permitía la entrada a mujeres.

Pero hoy en día, cuando nos referimos a La Barbería Shop & Spa, en la esquina de la calle de Texas, en la descripción no sólo entendemos que se trata de un concepto globalizado, sino bastante más amplio, donde “a lo que se va”, además de cortarse el pelo o la barba, es a relajarse, tomarse un trago y hasta hacerse un facial.

Dentro de este nuevo concepto hay costumbres que se mantienen e incluso se explotan como estrategia de mercadotecnia, se sabe que es un lugar para hombres atendido casi exclusivamente por hombres. En este “casi” cabe la excepción de Elena, la barbera que desde hace cuatro meses trabaja para La Barbería, pero que tiene cuatro años de experiencia en el estilismo para hombres. “Un amigo que trabaja aquí me dijo que estaban contratando, vine, me hicieron una prueba, corté el cabello, arreglé la barba y me dijeron que me quedaba, eso fue hace cuatro meses. Solicitaban hombre o mujer, pero sí me daba nervio venir a trabajar a un lugar donde no hay mujeres. Había una encargada, pero mujeres que corten el cabello nada más soy yo, soy la primera aquí”.

El camino de una barbera

Ante la pregunta de por qué elegir una profesión que es vista como exclusiva para hombres, la respuesta de Elena tiene que ver con una satisfacción personal, aunque la lucha de género va implícita en su experiencia.

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“Yo no sabía hacer barba, trabajé antes en otra barbería y cuando estuve frente al primer cliente no supe bien qué hacer; a partir de ese día decidí tomar un curso y decidí especializarme en eso, ya no he vuelto a atender mujeres con cabello largo desde entonces”. Después, Elena aclara que se refiere a mujeres con cabello largo porque actualmente, todavía tiene dos clientas. “Aunque en la barbería sólo atendemos hombres y niños, a veces llega a venir alguna mujer, pero a hacerse cortes de hombre, no de cabello largo. Son muy pocas, yo sólo tengo dos clientas, porque además aquí no hacemos trabajo de color, teñimos la barba pero con colores muy naturales que sólo se usan para cubrir las canas o matizar la barba”.

 

El boom de las barberías podría ser una buena apuesta para una mujer que quisiera incursionar en una profesión que se ha vuelto redituable, pero el camino de Elena comenzó desde antes. “Había trabajado en tres barberías, desde hace cuatros años, cuando todavía no estaban de moda. Y todo comenzó porque me aburrí de trabajar en las estéticas, es muy pesado y para mí un corte de hombre o de niño es mucho más fácil, además de que son menos exigentes y me tardo 35 o 40 minutos en un corte, mientras que en una mujer nos tardamos hora y media. Mucha gente me pregunta por qué decidí ser barbera y mi respuesta, por más sencilla que parezca es la más honesta, me gusta mi trabajo, disfruto lo que hago y encontré esta especialidad que es la que me funciona mejor”.

En cuanto a la competencia, Elena asegura que aunque hay un componente de discriminación, las estéticas no son más fáciles por el sólo hecho de ser incluyentes. “Nunca he tenido una colega en las barberías donde he trabajado, sí conozco a otras chicas que se dedican a esto, aunque son muy pocas. La competencia aquí fue difícil por cuestión de género, pero una vez que vences esa barrera el trato es muy amable y respetuoso, hay estéticas donde la competencia entre las mismas mujeres y algunos hombres es mucho más difícil y nunca termina”.

Sobre la discriminación laboral en México

Aunque todavía tenemos un largo camino que recorrer, en el caso particular de las barberías Elena es un ejemplo de que es posible, en algunos casos, vencer viejos prejuicios. “Sí me he sentido discriminada, siempre han habido clientes que no quieren tratar conmigo porque soy mujer, pero hay otros que lo hacen sin problemas, varios ya me buscan directamente, incluso cuando estoy ocupada y les ofrecen pasar con otros peluqueros prefieren venir más tarde o esperarse”.

“La discriminación aquí ha bajado mucho, antes las mujeres no podíamos entrar a una barbería, mucho menos trabajar ahí. Hace cuatro años, cuando yo empecé, ya se podía, pero fue difícil, cuestionaban mucho mi trabajo por el sólo hecho de ser mujer, no encajaba en el ambiente y tenía que trabajar más o quedarme más tiempo para demostrar que estaba al mismo nivel que mis compañeros. Al principio lo más complicado fue con mis colegas, y cuando pensé que eso iba mejorando me enfrenté a la negativa de los clientes. Tuve que tener mucha paciencia y perseverancia, pero con el tiempo me fueron aceptando. No creo que existan las profesiones exclusivas para hombres o para mujeres, me parece que se trata de capacidad, de formación, y sobre todo de que te guste lo que haces”, asegura satisfecha entre sus compañeros.

Desde otro punto de vista, Jorge Alberto Castelo Morales, jefe de Elena y gerente de La barbería Shop & Spa, reconoce que contratar a una mujer fue controversial en un principio, pero resultó ser un acierto que le ha rendido frutos al negocio en muy poco tiempo. “Me di cuenta de que hay distintas barberías en otros lugares del mundo en las que hay barberas muy famosas, mucho más cotizadas que un hombre, entonces decidimos replicar ese concepto, que aquí en México todavía no es muy común”.

“Desde que Elena está aquí molesto a los demás diciéndoles que está de moda, los clientes llegan directamente a preguntarme por ella y tiene la agenda llena. Hay todo tipo de clientes, hay los que incluso después de que Elena los atiende y ven que es buena en su trabajo no regresan con ella, es más grande su prejuicio. Pero hay otros, desde 15 hasta 70 años, acostumbrados a las barberías de nuestros abuelos, que se esperan a que esté libre aunque tengan que reagendar su cita; han descubierto que en las manos de Elena encuentran la relajación que también buscan, además del corte de cabello o el arreglo de barba, porque su trato es más delicado en la piel y más detallista, creo que eso es algo que las mujeres tienen por instinto”.

La lucha contra el prejuicio estético

Además de la lucha por la igualdad de género, el concepto de la barbería ha tenido que sumar esfuerzos para ganar terreno a otra batalla, la del prejuicio de la estética masculina. Hasta hace muy poco tiempo, el hombre que cuidaba de su apariencia más de lo socialmente aceptable era juzgado, su “hombría” estaba en juego. Pero conforme esta conducta se fue expandiendo fue necesario crear un concepto que definiera a estos nuevos hombres, que empezaron a ser conocidos como “metrosexuales”. Una vez más, la estética no pudo deslindarse del sexo.

¿Por qué las barberías clásicas incluso sumaban a la masculinidad y el concepto expandido de “shop & spa” comenzó a restarle? Hay una línea bien definida entre lo que es aceptable para un hombre, es decir, cortarse el cabello o arreglarse la barba, y lo que ya es catalogado como exclusivo para las mujeres, como hacerse la manicura o los faciales.

Para Jorge, el gran boom de las barberías surgió por una necesidad latente en el mercado y “funciona como con todas las modas, se rescata un concepto y se hace una nueva versión, yo la llamaría una barbería <<neotradicional>>”.

Y así como Elena se ha abierto camino como barbera, también reconoce que los prejuicios sobre la estética masculina han ido cediendo poco a poco. “Los hombres son muy vanidosos, hay clientes que vienen cada quince días, incluso cada semana. Cada vez es más aceptado decir que vienen a arreglarse para verse bien e incluso han preguntado si hacemos la manicura. Se sienten cómodos aquí y se relajan hasta se quedan dormidos.

A partir de la experiencia que le da el haber trabajado en el mismo negocio enfocado en hombres y en mujeres, Elena asegura que actualmente la posibilidad de éxito es prácticamente igual. “Hoy en día la estética y la barbería son negocios igualmente exitosos, las mujeres pueden hacerse más cosas, pero los hombres vienen más seguido”. A esto además habría que sumar la otra línea de negocio que ha surgido a raíz del éxito de las barberías: los productos exclusivos para hombres. “Desde hace mucho tiempo el mercado está lleno de productos para mujeres en todos los rangos de precio, mientras que para los hombres no hay mucha oferta y los productos son un poco más caros. Es un mercado que apenas comienza, pero ha crecido mucho, ahora los clientes también vienen a comprar sus productos, no le encargan a la mamá o a la esposa que se los compre en el supermercado sino que ellos personalmente vienen a buscarlos y quieren algo especializado, hay más apertura en ese sentido”.