Sorpresa esperada

Sergio Gil Rullán

El resultado de las elecciones en EUA debe servir como ejemplo y caso de estudio frente a las elecciones del 2018 en México

E

l resultado de las elecciones estadounidenses del 2016 ha sido uno de los más importantes en los recientes años. El mundo entero estuvo expectante del desarrollo de las campañas electorales como nunca antes se había visto; los debates fueron los de mayor rating a nivel mundial, comparándose con un Super Bowl.

Gran parte de lo anterior es resultado de la gran división y desigualdad que se vive alrededor del mundo, en donde la globalización ha jugado un papel central. El creciente aumento de la economía asiática y las políticas de comercio exterior junto con el avance tecnológico, han causado que gran parte de la fuerza laboral mundial tenga que reinventarse.

Por un lado, el panorama económico de los Estados Unidos de la última década se ha centrado en un comercio exterior abierto en donde exportan el trabajo a países donde la fuerza laboral es muy barata. Por otro lado, se importa fuerza laboral barata que ocupa espacios de trabajo de forma ilegal,  y por último, se gasta en políticas bélicas que no impactan de forma positiva en la opinión pública de la nación. Lo anterior no es el caso exclusivo de los Estados Unidos: el sentimiento de abandono hacia la clase media alta se presenta también en toda Europa.

Además, el descontento general con una clase política que desde las crisis del 2008 no ha podido captar el ánimo del electorado con un discurso político disfrazado de una ética que se siente fuera del sentimiento nacional, ha causado resultados totalmente inesperados en las elecciones de distintos países alrededor del mundo.

Esto da pie a que afloren las tendencias nacionalistas extremistas; sin embargo, lo que realmente se quiere y se necesita de parte de la clase política es un cambio que presente alternativas de crecimiento económico y atención a la sociedad en general.

La sorpresa (no tan grande para algunos) de los resultados electorales en los que Donald Trump rebasó por mucho a Hillary Clinton es consecuencia de este sentimiento en donde Trump representaba un cambio –aunque con tintes populistas y racistas hasta cierto punto, pero un cambio al fin y al cabo– y por la otra parte, el discurso de Hillary no representaba un cambio sustancial en su discurso o en las políticas que proponía.

Si en los resultados de las primarias Bernie Sanders hubiera sido el candidato a la presidencia en vez de Hillary Clinton, el resultado hubiera sido otro. Bernie Sanders sí representaba un cambio radical sobre todo para los jóvenes a quienes logró cautivar de forma drástica y sin precedentes para cualquier campaña política en la actualidad.

A todo esto se debe agregar la falta de seriedad política por parte de los medios de comunicación, en donde del negocio se desprende que el contenido político de calidad y las políticas públicas que realmente afectan a una nación hayan sido suplantados por contenido de entretenimiento que atraiga a masas desinteresadas en políticas que representan un grado mínimo de complejidad, lo que genera una sociedad desinformada y con un creciente enojo hacia grupos sociales específicos.

En cuanto a las consecuencias que podrían presentarse para México derivadas del resultado electoral, es difícil anticipar hasta qué punto tendrá implicaciones económicas o sociales en el país. Sin embargo, sí se puede decir que la relación bilateral entre ambas naciones tendrá que adecuarse a una política mucho más precavida en donde se pueda lograr un diálogo que no perjudique a los intereses actuales del país.

El resultado de las elecciones de Estados Unidos debe servir como ejemplo y caso de estudio frente a las elecciones del 2018 en México, en las cuales los institutos políticos tendrán que replantear una estrategia democráticamente madura y ser autocríticos para generar cambios contundentes en las acciones gubernamentales a favor de la sociedad, procurando cambiar el “mal humor social”. La práctica de la democracia debe ser continua, no un ejercicio meramente electorero.

La ciudadanía también tiene que jugar un papel importante: tenemos que ser mucho más responsables y salir a exigir a nuestros representantes un buen gobierno. Tenemos que ser una ciudadanía que por lo menos exprese mediante el voto el descontento hacia el gobierno actual. Se tiene que poner atención tanto al trabajo legislativo como ejecutivo, y entrometerse más en las decisiones que afectan a todo el país, si no, la clase política seguirá actuando sin ningún tipo de limitación.