Sergio Pitol, a sus 80 años, «VIVO, TRABAJO Y SOY FELIZ»

Luis Gutiérrez Rodríguez

Luis Gutiérrez Rodríguez

ENCUENTRO EN XALAPA

En su célebre y multicitada controversia sobre El arte de la novela (1884, con el escritor inglés Walter Besant) el imprescindibleHenry James, escribió: “Una novela es, en su definición más amplia, una impresión personal y directa de la vida: esto, para empezar, constituye su valor, que es mayor o menor según la intensidad de la impresión. Pero no habrá en modo alguno intensidad, y por consiguiente no habrá valor, a menos de que haya libertad para sentir y para decir”.

Biógrafos y reseñistas refieren la influencia de Henry James, inclusive de las líneas antes descritas, en la obra del mexicano Sergio Pitol, en cuya amalgama literaria concurren teatro, ópera, pintura, poesía, sucesos, anécdotas, personajes, viajes, museos, Lope de Vega, el Huatusco de su niñez, el teatro ruso… vida plena.

Estamos en la sala de la casa del maestro Pitol. Toda ella es biblioteca y taller de trabajo en el número 11 de la calle Pino Suárez, en el centro de Xalapa, Veracruz. Participan en el grato encuentroRodolfo Mendoza Rosendo, director de la revista cultural y literaria La Nave, y Roberto Culebro, integrante del equipo de trabajo.

En los pocos espacios que dejan los 16 mil volúmenes colocados y clasificados en la estantería (novelas, cuentos, ensayos, literatura universal, clásicos griegos o las obras completas en ruso de Chéjov o en italiano de Mario Praz), hay cuadros, pinturas, retratos: aquí Kafka, allá su entrañable amigo Carlos Monsiváis; acá, el republicano español refugiado en Cuba, don Manuel Pedroso, a un lado don Alfonso Reyes. De estos dos últimos, Pedroso (cuya casa es un museo en La Habana), y Reyes, nutrió Pitol su pasión por la prosa castellana.

Si para Alfonso Reyes leer y escribir se corresponden como el cóncavo y el convexo, Pitol dice que para él escribir, escribir bien, es como una partitura en la que palabras, metáforas, comas y puntos, aportan el ritmo, la armonía musical que contiene un poema, un ensayo, un artículo, una buena obra literaria.

La vida es un manantial en el mundo de Sergio Pitol Demeneghi. Este 2013, el México cultural e intelectual celebra, con homenajes y reconocimientos, los 80 años de vida del maestro. En diciembre del año pasado recibió de manos de Dante Delgado la Medalla al Mérito Ciudadano “Benito Juárez”, otorgada por Movimiento Ciudadano.

Sentado el maestro a mi izquierda en amplio sofá, con Homero, viejo y hermoso perro labrador golden echado a sus pies, le pregunto si en el cenit, con 80 años cumplidos y festejados, puede hacer una evaluación de su existencia. Pitol acompaña su breve respuesta con una amplia sonrisa y una mirada luminiscente: “Vivo, trabajo, soy feliz”.

En efecto, Pitol vive, trabaja, es feliz. Con sus colaboradores, se ocupa actualmente en dos tareas mayúsculas: una, la selección y recuperación de algunos textos propios, muchos de ellos inéditos o publicados en revistas de los años setentas u ochentas, entre los cuales figuran algunos dedicados al arte: Juan Soriano, Gustavo Pérez, OlgaCosta, Julio Galán, Rufino Tamayo y José Clemente Orozco. Y más textos sobre pintura, cultura y kilómetros y kilómetros de recorridos por salas de museos de todo el mundo, como el mismo Pitol comenta. Además de varios textos inéditos sobre autores indispensables, como el novelista y dramaturgo polaco Witold Gombrowicz.

La segunda tarea a la que está dedicado su equipo de trabajo, es la recopilación y edición de todas sus traducciones.

“En su obra aparece siempre zun telón de fondo histórico”, comenta el joven Roberto Culebro, integrante del equipo de trabajo del maestro Pitol, sentado frente a nosotros, al igual que Rodolfo Mendoza Rosendo.

Interviene Rodolfo, director de la revista cultural La Nave, para ejemplificar: telón de fondo como el lluvioso sábado del verano de 1961, cuando a su llegada a Londres, Pitol acudió a Trafalgar Square, para presenciar la culminación de una marcha a favor del desarme nuclear. Encabezaba la movilización el matemático, filósofo y escritor Bertrand Russell, a sus 89 años de edad. O cuando llegó a Alemania, entre barruntos de guerra por el recién erigido Muro de Berlín.

El 22 de marzo de 2003, el diario español El País publicó un artículo de Pitol en el que evoca a Russell en Trafalgar Square:

“Habló bajo la tormenta; no puedo recordar si logré oír su voz a través de los altoparlantes cercanos, de lo que tengo memoria es de que la fuerza surgida de él producía en el espectador una exigencia de luchar por la vida.”

“!Viajar y escribir!”, resume Pitol sobre su obra narrativa en El arte de la fuga (1997). Y estas tres palabras parecen evocar, en la casona de Pino Suárez 11, unas líneas del bello poema “Ítaca”, de Konstantino Kavafis: “Mas no hagas con prisas tu camino;/ mejor será que dure muchos años,/ y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,/ rico de cuanto habrás ganado en el camino”. Cuando presentó Una autobiografía soterrada (2010), el maestro anunció que sería su último libro “y el final de mi obra”. Aunque como vemos con este próximo libro y con su trabajo editorial que se resume en La Nave, la colección Biblioteca del Universitario y la colección Sergio Pitol Traductor, el maestro está más vivo que nunca.

Sergio Pitol fue miembro del Servicio Exterior mexicano desde 1960. Trabajó como agregado cultural en París, Varsovia, Budapest, Moscú y Praga. En Moscú se aficionó por la literatura rusa en general y por Antón Chéjov en particular. También vivió en Roma, Pekín y Barcelona, ciudad en la que durante casi cuatro años (1969- 1972) hizo traducciones (del inglés, italiano, polaco, ruso), para diversas editoriales, entre ellas Anagrama, que publica sus obras en España.Se identifica Pitol como un mexicano de izquierda, de ideas progresistas, estudioso desde muy joven de los movimientos sociales. “El progreso solo puede venir de la izquierda”, responde a pregunta del enviado de Movimiento Ciudadano.

Su obra literaria la inició escribiendo cuentos. En el cuento hizo su primer aprendizaje. Curiosamente, comenta Pitol en el encuentro con El Ciudadano, había dejado de escribir siete años cuando, entre 1979 y 1980, escribió cuatro relatos: “Mephisto Waltz”, “El relato veneciano de Billie Upward”, “Asimetría” y “Nocturno de Bujara”, volumen que lo hizo acreedor al Premio Xavier Villaurrutia 1981.

Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, a la que ingresó el 23 de enero de 1997, Sergio Pitol también ha merecido estos reconocimientos: Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada 1982; Premio Herralde 1984 por El desfile del amor; Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura 1993; Premio Mazatlán de Literatura 1997 por El arte de la fuga; Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo 1999; y el Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de Cervantes” 2005, recibido de los reyes de España en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares el 21 de abril de 2006.

De su discurso de recepción del prestigiado Premio Cervantes, ante los soberanos españoles Juan Carlos y Sofía, citamos dos párrafos. Uno, que revela la admiración de Sergio Pitol por Jorge Luis Borges:

“Tal vez el mayor deslumbramiento en mi adolescencia fue el idioma de Borges; su lectura me permitió darle la espalda tanto a lo telúrico como a mucha mala prosa de la época. Lo leí por primera vez en un suplemento cultural. El cuento de Borges aparecía como un ejemplo en un ensayo sobre literatura fantástica hispanoamericana del peruano José Durand. Era “La casa de Asterión”; lo leí con estupor, con gratitud, con infinito asombro. Al llegar a la frase final tuve la sensación de que una corriente eléctrica recorría mi sistema nervioso. Aquellas palabras: “¿Lo creerás, Ariadna? –dijo Teseo-, el Minotauro apenas se defendió”, dichas de paso, como por casualidad, revelaban el misterio oculto del relato: la identidad del extraño protagonista y su resignada inmolación. Jamás había llegado a imaginar que el lenguaje pudiera alcanzar grados semejantes de intensidad, levedad y extrañeza.”

En el otro, Pitol se refiere al mismísimo Miguel de Cervantes Saavedra:

“Cervantes es un adelantado de su época. No hay ninguna ulterior corriente literaria importante que no le deba algo a El Quijote: las varias ramas del realismo, el romanticismo, el simbolismo, el expresionismo, el surrealismo, la literatura del absurdo, la nueva novela francesa, y muchísimas más encuentran sus raíces en el libro de Cervantes. Víctor Sklovski, en 1922, descubrió que la novela no sólo fue la más nueva en la época de Cervantes, sino que en el siglo XX, en la época de las vanguardias, seguía siendo la más contemporánea de todas.”

La Nave

En octubre de 2008, alentado por el muy querido amigo personal (q.e.p.d) Eduardo Pérez Roque, un numeroso grupo de veracruzanos creó la Fundación Veracruz en la Cultura. Bajo su patrocinio, con el aliento y las ideas de Pérez Roque, nació en julio de 2009, en Xalapa, la revista trimestral La Nave, que dirigen Sergio Pitol y Rodolfo Mendoza Rosendo. Es homónima de otra revista: La Nave, creada en 1916 por el historiador Pablo Martínez del Río. Una pléyade de talentosos escritores, como Antonio Caso y Julio Torri, figuraron entre los colaboradores del primer y único número de aquel bajel cultural, publicado en mayo de ese año.

La Nave de Pitol y de Mendoza cumple hoy exitosamente con su cometido. Cual escotillas abiertas a la libertad (“libertad para sentir y para decir”, ¡otra vez Henry James!), en sus páginas fluyen la diversidad y la pluralidad en las artes plásticas, la literatura, el ensayo, la poesía, el dibujo, la música.

Concluye el encuentro. Antes, Sergio Pitol pone su firma y una afectuosa dedicatoria en El desfile del amor. Luego me invita generosamente a recorrer su biblioteca (él dirige la Biblioteca del Universitario). Ya rumbo a la puerta, aventuro una última pregunta: ¿Cómo ve a México, maestro?

“México está en tránsito. Atraviesa por un momento complejo, pero hay esperanza. Algunas cosas van funcionando, pero lo social sigue siendo el problema”, responde. Sonríe. Me tiende la mano. Nos despedimos.