El futuro no tiene fronteras

La política de actuación del gobierno ante la problemática migratoria no permite atender debidamente los altos niveles de migración, lo que está abriendo la puerta a una crisis humanitaria para migrantes y solicitantes de asilo

 
Pilar Lozano Mac Donald
Secretaria General de Acuerdos de MovimientoCiudadano.
Presidenta de la Comisión del Mexicano Migrante
 
 

En el marco de los Diálogos por la Evolución Mexicana, Proyecto Socialdemócrata de País, tuvimos la oportunidad de participar en el Foro “El futuro no tiene fronteras”, moderando el Panel 3, Riesgos y amenazas a la dignidad e integridad de las personas migrantes, espacio donde reflexionamos con especialistas, académicos, congresistas y liderazgos migrantes sobre cómo deben reconfigurarse los estados, las fronteras y las políticas públicas atendiendo a los nuevos retos y desafíos que representan las migraciones.

Los flujos migratorios en la actualidad presentan una serie de riesgos y amenazas que demandan un enfoque distinto desde lo social, político y legislativo, pero sobre todo en los espacios multilaterales debido a las transformaciones sociales y económicas mundiales. Se estima que en 2020 había aproximadamente 281 millones de personas migrantes internacionales, es decir, un 3.6 por ciento de la población mundial vivía en un país distinto al de su nacimiento.

Frente a la dimensión del problema migratorio no hemos visto respuestas políticas en el mundo que profundicen en las causas que lo originan, limitándose a medidas para controlar esos movimientos migratorios.

Tan sólo en 2022, Asia y Europa acogían a 87 millones y 86 millones de migrantes internacionales, respectivamente (61 por ciento); América del Norte, 59 millones (21 por ciento); África, el 9 por ciento; América Latina y el Caribe, el 5 por ciento, y Oceanía el 3 por ciento de los migrantes internacionales (según el Informe sobre las Migraciones 2022, ONU Migración).

México, como país de origen, tránsito, destino y retorno, no está ajeno a esa incapacidad de respuesta a la dinámica de las oleadas migratorias de sur a norte. Las medidas de contención para frenar el tránsito de personas implementadas por nuestro país no sólo representan un riesgo para las personas migrantes que son víctimas de abuso, discriminación y condiciones precarias, sino que con la innegable presencia del crimen organizado en las rutas migrantes y la implementación de medidas como el uso de la Guardia Nacional en su contención, colocan en la clandestinidad al migrante y acrecientan su nivel de vulnerabilidad.

En este escenario el panorama es preocupante, pues la economía continúa estancada, sin vislumbrarse una pronta recuperación, sin freno a la caída de los ingresos y la pérdida de empleos para dar una alternativa al migrante que llega al país. También nos preocupa la incapacidad, pese a la militarización de la seguridad pública, para enfrentar a la delincuencia organizada y la falta de una estrategia puntual para garantizar la seguridad de los migrantes que disminuya los riesgos en sus rutas de paso hacia Estados Unidos.

La política de actuación del gobierno ante la problemática migratoria no permite atender debidamente los altos niveles de migración, lo que está abriendo la puerta a una crisis humanitaria para migrantes y solicitantes de asilo, pese a las críticas de organizaciones humanitarias y activistas en contra de las limitaciones impuestas por el Estado mexicano a las migraciones.

Estimaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (abril, 2022) señalan que hay aproximadamente dos mil migrantes centroamericanos desaparecidos en territorio mexicano, en tanto que para la Organización Internacional para las Migraciones el número de desaparecidos o muertos provenientes de Centroamérica alcanza las 3,359 personas.

Es claro que las acciones para contener la migración en las fronteras sur y norte, así como en todo el territorio nacional, han fracasado, ya que sólo aumentan la vulnerabilidad y sufrimiento de las personas migrantes que enfrentan extorsiones, detención por parte de autoridades migratorias, reclutamiento de grupos del crimen organizado, desapariciones forzadas, violaciones a sus derechos, entre otras. Este es el panorama general de los riesgos.

México, fuertemente afianzado a la política migratoria de Estados Unidos

Durante años la política migratoria de los Estados Unidos se ha caracterizado por una permanente contención de las personas migrantes, la cual quedó aún más clara durante la pandemia, cuando se decidió que la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras (CBP, por sus siglas en inglés) podía expulsar a migrantes indocumentados rápidamente, sin concederles siquiera el derecho a solicitar asilo con el argumento de las autoridades sanitarias de “evitar la propagación de enfermedades invisibles”.

Por ello, frente a la lenta recuperación de las economías de todos los países, particularmente los de Centroamérica y el Caribe, incluido México, era de esperarse un incremento considerable en los flujos migratorios procedentes de la frontera sur de nuestro país.

En preparación a este escenario, el gobierno de Estados Unidos, con el respaldo del gobierno mexicano, viene implementando una estrategia de freno total a cualquier intento de personas migrantes para llegar a nuestro vecino del norte, estableciendo un doble muro, no de concreto ni de metal, sino de integrantes de la autoridad migratoria, el Instituto Nacional de Migración (INM) y de miembros de la Guardia Nacional, tanto en la frontera sur como en la frontera norte del país, inhibiendo todo intento en lo individual y en colectivo, como han sido las caravanas migrantes, para que miles de personas no puedan llegar a territorio estadounidense.

En la búsqueda de esas oportunidades tienen que lidiar con la negativa de las autoridades migratorias mexicanas para permitirles un tránsito legal por territorio nacional, con los peligros que representan los grupos del crimen organizado y la delincuencia común, además de la corrupción de cuerpos policíacos.

Todo este contexto ha obligado a las personas migrantes a exponerse a las más diversas amenazas al cruzar la frontera norte, que conllevan saltar la enorme reja divisoria, cruzar nadando el Río Bravo, pagar cada vez más dinero a los traficantes de personas y, en un caso extremo pero que se presenta, ingresar a Estados Unidos aun poniendo en riesgo su vida, como ocurrió recientemente con la muerte de 53 migrantes, 27 de ellos mexicanos, encerrados en la caja de un tráiler en la ciudad de San Antonio, Texas, el cual pasó por dos puntos de revisión de la Oficina de Aduanas y Protección Migratoria sin ser detectado.

Esperamos que los gobiernos de Estados Unidos y México logren colocar el problema migratorio como uno de los temas centrales en la agenda binacional y alcancen los acuerdos necesarios que permitan su atención con una nueva visión de las causas y acciones que eviten los riesgos de las migraciones.

Lo que resulta insoslayable es que Estados Unidos sigue requiriendo de los migrantes para cubrir las necesidades de mano de obra y de trabajadores, situación que demanda aumentar la cantidad de visas que se otorgan y permitir el ingreso seguro y ordenado de los migrantes.

Urge que los dos países encuentren los mecanismos básicos para financiar proyectos de gran impacto en las economías locales que contribuyan a la generación de empleos, a mejorar las condiciones de vida en sus países de origen y que, a largo plazo, frenen las migraciones; que abonen a la integración económica de la región, a la ampliación del mercado laboral para refugiados y migrantes; a perfeccionar la gestión de las fronteras y, como consecuencia, exista una mejora en la salvaguarda de los derechos de los migrantes, la prevención del tráfico de migrantes y la trata de personas.

Es tiempo de atender la movilidad desde otra perspectiva, promover vías legales de migración que incluyan programas de trabajo temporales de todo tipo para extranjeros. Es tiempo de hacer de las fronteras el paso a nuevas oportunidades para los migrantes.

Por una movilidad humana sin fronteras

De las reflexiones del Foro “El futuro no tiene fronteras” queda claro que debe plantearse una nueva visión del trato al tema migratorio, partiendo del hecho de que las razones del desplazamiento de personas en contextos de movilidad humana no son nuevas. Se requiere de una visión sistémica y un verdadero compromiso que eche mano de los instrumentos que ofrecen el multilateralismo y la cooperación internacional, poniendo al frente el respeto a la dignidad y los derechos humanos de las personas migrantes.

La cuestión de fondo, en la que creo que todos coincidimos, radica en invertir a largo plazo en el desarrollo de las comunidades y los países expulsores de personas. Igualmente, se requiere:

  • El compromiso entre los estados en desarrollar y explorar vías legales para permitir que los flujos migratorios desemboquen en la gestión de una migración segura, ordenada y regular.
  • Más allá de frenar el tránsito de personas a los territorios, los estados deberían trabajar en la creación de un sistema de protección humanitaria que elimine los niveles de vulnerabilidad para tener una migración segura.
  • Con el propósito de mejorar la gestión de las migraciones, los estados también deben invertir en la profesionalización del personal y los mecanismos de control fronterizo.

La migración es un problema que requiere de su atención en el ámbito multilateral, ya que involucra a distintas naciones, pero también demanda la cooperación entre países por su carácter regional. Tanto los países de Centroamérica, como México y Estados Unidos en su conjunto, tenemos una oportunidad sin precedentes para sentar las bases mínimas que permitan construir un sistema migratorio regional que trabaje en favor de una migración segura, ordenada y regulada.

El paso inmediato debe ir en el sentido de dar una atención coordinada, que pudiera partir de la construcción de un sistema regional migratorio basado en la corresponsabilidad, que priorice, más allá del control, la protección de las personas, y que contemple una comunicación más estrecha entre autoridades migratorias y las organizaciones de la sociedad civil.

En la medida en que el control fronterizo y los mecanismos de contención se incrementan para frenar la llegada de migrantes a Estados Unidos, aumentará el número de personas migrantes en nuestro país. Por ello, las nuevas dinámicas de la migración demandan una reconfiguración de las capacidades institucionales del país para estar a la altura de los nuevos desafíos.

Las reflexiones del Foro enriquecen la nueva visión que Movimiento Ciudadano desea construir para contar con una movilidad humana en la que no existan fronteras.