En el Llano
FEMINICIDIO: CRIMEN SIN CASTIGO

Luis Gutiérrez Rodríguez

Luis Gutiérrez Rodríguez

A propuesta de la senadora de Movimiento Ciudadano por Jalisco, Verónica Delgadillo García, y por tratarse de un asunto “de urgente resolución”, las fuerzas políticas representadas en el Senado aprobaron por unanimidad el pasado jueves 8 de febrero, un exhorto para que: 1) la Secretaría de Gobernación implemente con urgencia las acciones intersectoriales necesarias para que se erradique toda forma de discriminación y violencia en contra de mujeres y niñas; 2) todas las entidades federativas refuercen sus mecanismos de vigilancia y protección en contra de la violencia de género.

Es imperativo reflexionar en los datos duros aportados por la senadora Delgadillo: todos los días son asesinadas nueve mujeres en México, estamos dentro de los 25 países que tienen las tasas más altas de feminicidios en todo el mundo; cada día se cometen 99 delitos sexuales; los asesinatos de niñas y adolescentes crecieron 72 por ciento en cuatro años.

En efecto, la violencia de género duele y lastima a millones de mujeres y por lo tanto lastima a México, como apuntó la senadora jalisciense desde la tribuna, para preguntar: ¿Cuántas mujeres asesinadas más se necesitan para entender que esto es una emergencia nacional?
Misoginia es una palabra compuesta que proviene del griego miseo (detestar, odiar) y gyné (mujer), traducible en aversión u odio a las mujeres. Para investigadores expertos en el tema, estamos ante crímenes de odio sin castigo.

René Jiménez Ornelas, doctor en Sociología, es uno de esos expertos. Labora en el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), casa en la que coordina la Unidad de Análisis sobre Violencia Social. Además, realiza estudios sobre violencia y criminalidad, delincuencia organizada, explotación sexual infantil y odio hacia las mujeres.

En diversos medios Jiménez Ornelas ha sostenido que “los homicidios de mujeres con ciertas características, como el pelo negro y largo, delgadas, violadas y en algunos casos quemadas y mutiladas, son la manifestación de todo un proceso de odio”.

A su vez, en una encuesta de Parametría efectuada en 2017, a la pregunta de cuáles creen que sean los motivos por los que se maltrata, viola y/o asesina a las mujeres, el 84 por ciento de los encuestados atribuyó esos delitos a la delincuencia organizada.

A propósito del aumento de la criminalidad en el país (fenómeno que por supuesto incluye a mujeres adultas, adolescentes y niñas asesinadas o violadas), algunos medios de comunicación (mediocracia sin contrapesos, como los definió el periodista Raúl Trejo Delarbre) han sido puestos en la mira de la crítica.

En entrevista telefónica realizada por la reportera Arcelia Guadarrama y publicada por el diario Excélsior el 17 de noviembre de 2017, la doctora Feggy Ostrosky Shejet, directora del Laboratorio de Neurosicología y Sicofisiología de la UNAM, manifestó que el recrudecimiento de la violencia y la alta incidencia de asesinatos en el país han generado una sociedad sin empatía ni asombro que sólo tiene dos opciones: cambiar hábitos para sobrevivir atrincherados o imponer reglas propias para defender lo suyo y a los suyos, generando más violencia.

“[Ante los hechos violentos] se ha perdido la capacidad de asombro, el sentido de la empatía. Los medios nos muestran gente decapitada y la constante difusión de esas noticias genera que en lugar de decir ‘no trae cabeza’, se diga ‘mira, trae tenis Puma’”, explicó la doctora Ostrosky a la reportera Arcelia Guadarrama.

Lamentablemente, el problema no es nuevo. El propio doctor Jiménez Ornelas lo explica: “Hay sociedades patriarcales que construyen sus valores y visiones con base en el dominio del hombre, pero cuando hay un odio, una desvalorización de la mujer por el hecho de ser mujer se llega a la misoginia […]” La misoginia que conduce a justificar el asesinato de mujeres porque “ellas se lo buscan, se visten provocativamente, salen a divertirse los fines de semana, toman alcohol […]”

En datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en la región se ubican 14 de los 25 estados del mundo en donde más se cometen feminicidios (se monitorean datos de 221 países). México está en la vergonzosa posición 23, calificado con una tasa alta de feminicidios que, según datos del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), en 2016 se elevó a 4.4 asesinatos por cada 100 mil mujeres, aunque hay entidades federativas como Tamaulipas, donde el índice llega a casi 17 homicidios por cada 100 mil mujeres.

Lo anterior a despecho de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que sometida a numerosas reformas desde 2007 pregona que el feminicidio es el último y mayor grado de violencia en contra de las mujeres, porque viola el más importante de sus derechos humanos: el derecho a la vida.

El pero inmenso es la impunidad que hace del feminicidio un crimen sin castigo: sólo en dos de cada 100 casos los agresores son enjuiciados.