Entrevista con el periodista y escritor Antonio Castillo
El periodismo reflexivo y documentado es insustituible

“En cuanto al Estado, o mejor a los Gobiernos, hecen un doble juego: elogian a la profesión con el socorrido marbete de ‘pilardela democracia’ al tiempo que arrinconan a los profecionales que les son incomodos”

Arturo Sánchez Meyer

Arturo Sánchez Meyer

1) Resulta evidente que para que exista el periodismo (uno que merezca llevar ese nombre) una condición fundamental es garantizar la libertad de expresión de quien lo practica. ¿Considera usted que en España y en México existen estas condiciones de libertad?

De México sólo puedo hablar por las noticias que leo en los medios y que, por desgracia, hablan de periodistas asesinados por el narco sólo por hacer su trabajo. Es una situación terrible, pero obviamente sería muy osado por mi parte extenderme en este asunto a tantos kilómetros de distancia. En cuanto a España, en los últimos años han proliferado las quejas, creo que justificadas, sobre los recortes de las libertades en aplicación de leyes tan cuestionables como la llamada “ley mordaza” (el nombre lo dice todo). Que unos titiriteros o unos raperos vayan a la cárcel por decir cosas que ofenden a algunos -o a muchos- me parece increíble en pleno siglo XXI. He escuchado canciones repugnantes, pero ni se me pasaría por la imaginación meter entre rejas a sus autores, sobre todo porque eso enseñaría el camino a una autocensura totalmente inaceptable para periodistas o artistas que trabajan en democracia. Como dice la famosa cita: “No estoy de acuerdo con su opinión, pero daría la vida porque pudiera decirla”. Espero que el nuevo gobierno español acabe con esta situación.

2) En su opinión, ¿cuáles son las principales diferencias entre la manera en que la sociedad y el Estado perciben a los reporteros y periodistas en España en comparación con México?

Creo que era un legendario periodista italiano, Scalfari, el que dijo aquello de que los periodistas somos “gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”. Sólo por contar lo que pasa hay muchos periodistas que viven con escolta, o escondidos, o peor aún, que han tenido que dejarlo todo, su familia, sus amigos, su forma de vida, para pedir asilo en otro país. Creo que en España se tiene en gran estima lo que hacen muchos periodistas mexicanos, precisamente por las situaciones de riesgo que tienen que afrontar en su día a día, pero en general entiendo que la percepción del público es similar en los dos países. En España algunos periodistas son, o pretenden ser, estrellas mediáticas que van de plató en plató pontificando de lo divino y de lo humano y que anteponen las vísceras a la razón, algo que por desgracia parece dar réditos en términos de audiencia. Pero, a pesar de todo, me gustaría creer que la sociedad sabe separar el grano de la paja; es estimulante, por ejemplo, que programas como el “A vivir que son dos días” de Javier del Pino, que me parece lo mejor que se ha hecho en radio en España, triunfe también en audiencia. En cuanto al Estado, o mejor a los Gobiernos, hacen un doble juego: elogian a la profesión con el socorrido marbete de “pilar de la democracia” al tiempo que arrinconan a los profesionales que les son incómodos. Es alucinante, por ejemplo, que el expresidente José María Aznar no concediera entrevistas a un comunicador de la talla de Iñaki Gabilondo, quizá el mejor que ha dado este país, sólo por ser crítico con su gestión.

3) Entre las nuevas tecnologías y las redes sociales, ¿qué lugar le parece que ocupa hoy el periodismo impreso entre los lectores?

Entre los lectores que ya tenemos una edad sigue siendo importante: forma parte de nuestra educación sentimental y, de algún modo, tiene una pátina de autenticidad, de credibilidad, que se echa en falta en las redes sociales. Eso sí, si le preguntamos a los jóvenes me temo que tendrán una visión opuesta: la cultura, el ocio y, por supuesto, el periodismo llega a ellos a través de esas nuevas tecnologías y redes sociales en las que se han educado y que, por tanto, son tan naturales como para mí el desayunar el domingo hojeando el periódico. El futuro, por lo tanto, no parece muy halagüeño para el texto impreso. Siempre se rumorea que la industria espera que una gran cabecera, de las de toda la vida, se decida a dar el salto y abandone el papel para que las demás sigan su ejemplo.

4) ¿Le parece que el surgimiento y el boom de las redes sociales han contribuido a que los periodistas hagan mejor su tarea?

Creo que es incuestionable siempre que el periodista sea profesional y siga cotejando sus informaciones. Tuve un jefe que una vez se hizo eco de una noticia con el extraño argumento de que, al haberla publicado un tabloide inglés en su edición digital, “tenía que ser verdad”. Me quedé de piedra. Creo que las redes sociales son como el yin y el yang: te acercan a la realidad desde perspectivas muy distintas y con una inmediatez casi de ciencia ficción, pero ahí reside también su talón de Aquiles, en esa sobreabundancia de información que impide el contraste y que, de algún modo, facilita la banalización, que se pongan a la misma altura una información relevante y otra prescindible.

5) Existe un tipo de periodismo que ha sido denominado “narrativo” o “literario”. Lo han cultivado con éxito escritores y periodistas como Truman Capote, Norman Mailer, Ryszard Kapuscinski, Gabriel García Márquez o Elena Poniatowska (por mencionar sólo unos cuantos). ¿Qué opina usted de esta forma de escritura que va a caballo entre la literatura y el periodismo?

Personalmente disfruto muchísimo con la escritura de los buenos periodistas. No haría distingos en cuanto a los géneros, y de hecho esto engarza con el ya cansino debate sobre el “fin de la novela”. Por poner un ejemplo canónico, en A sangre fría es imposible deslindar el periodismo y la literatura. Y uno de los mejores libros que hay sobre la guerra civil española, A sangre y fuego, lo escribió un periodista, Manuel Chaves Nogales; son unos relatos espléndidos, gran literatura. En fin, que no sé si cabe hablar de “ir a caballo” entre los dos géneros. Los textos “periodísticos” de los autores que menciona, y de otros como Leila Guerriero, Martín Caparrós, Gay Talese o el recientemente fallecido Tom Wolfe, son pura literatura. Y aprovecho para poner otro ejemplo: uno de los libros que más me han gustado de los últimos años es La España vacía, del novelista Sergio del Molino, que pone la lupa en un asunto que nos deberíamos tomar en serio en México y en España: la despoblación del mundo rural. Es un tema actual y, como tal, muy periodístico, pero yo lo sigo considerando literatura pura y dura, sin etiquetas. También aquí el mestizaje es enriquecedor.

6) ¿Le parece que el periodismo narrativo, con su manera particular de contar historias, puede ser la forma de “salvar” a la prensa impresa?

Sin duda. Quizá el verbo “salvar” suena muy solemne, pero es verdad que es un hecho diferencial frente a los nuevos medios, en los que mandan la inmediatez y los textos por lo general breves y poco analíticos. Quizá en un futuro no halla diarios tal y como los conocemos, porque de informar al instante, de dar noticias, se encargarán los nuevos medios, pero sí creo que podrá mantenerse una prensa impresa de calidad, de periodicidad semanal o mensual, en la que habrá sitio para artículos de fondo, reflexivos y documentados, que analicen de manera “sosegada” la actualidad. Ahí entraría ese periodismo narrativo que al mismo tiempo, qué paradoja, sería alternativo frente al convencional de Internet.

7) Muchos escritores como los mencionados anteriormente se han dedicado al periodismo y a la ficción, usted como escritor también lo hace. ¿Cómo ha contribuido el periodismo a su creación literaria?

Sería muy pretencioso hablar de mí como escritor. Y de remate al lado de gigantes como los que hemos mencionado. No, me considero un periodista. Lo que es cierto es que esta profesión, y más en los últimos tiempos, con la crisis económica y el recorte de espacio, obliga a una concisión que creo que, de alguna manera, revierte positivamente en el estilo. En cuanto a los contenidos, el periodismo te permite vestirte de diablo Cojuelo y asistir a las peripecias vitales de personas de la más variada condición, lo que quiero pensar que te da cierta amplitud de miras y te vacuna contra los dogmatismos cuando te sientas delante del ordenador. Como se dice ahora, el periodismo “ensancha la mente”, así que es un magnífico aliado en la creación.

8) Únicamente en lo que va del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto han sido asesinados 43 periodistas mexicanos. Del año 2000 a la fecha son ya 116 periodistas los que han encontrado la muerte en el cumplimiento de su labor. ¿Cuál es su visión sobre lo que está ocurriendo con los periodistas mexicanos?

Me parece sobrecogedor y desalentador. Ya he aludido antes a la prensa como pilar de la democracia, luego quien atenta contra los periodistas atenta contra nuestra libertad. Hay que revolverse. Los Gobiernos tienen que garantizar el desempeño libre de la profesión, porque el hecho de que haya “zonas de sombra” en las que informar se convierte en un ejercicio de alto riesgo que se paga con la vida revela que ese país es un país fallido. Para los periodistas mexicanos sólo tengo palabras de admiración. Son un ejemplo. Cuando escucho o leo las crónicas de periodistas que no ceden al chantaje y cuentan lo que pasa en esas “zonas de sombra”, o cuando escucho o leo los testimonios de los familiares de los que han sido asesinados, me siento cobarde y pequeño. Y pienso entonces en quien puede y tiene que acabar con estos crímenes execrables, que son los Gobiernos que han sido elegidos por los ciudadanos. No hay excusas. Poner fin a esta lacra es su obligación.

9) ¿Cuál es, en su opinión, el lugar que ocupa el periodismo cultural en España y en Latinoamérica? ¿Le parece que se valora y difunde de manera correcta?

Siempre me ha interesado muchísimo el periodismo cultural latinoamericano. Por razones que no vienen al caso he tenido más contacto con el de México y Argentina. En España, los problemas que ya hemos mencionado del periodismo “clásico” se agudizan cuando nos centramos en el ámbito cultural: el espacio que recibe en los medios impresos y audiovisuales se ha reducido y muchas revistas han cerrado. Y aunque esto no tenga que ver con la profesión, tengo que recordar también que las librerías tradicionales, de toda la vida, están desapareciendo. Es terrible. En España, además, la información cultural no es ajena a cierto mainstream que, por ejemplo, sitúa a jóvenes youtubers como grandes triunfadores de las ferias del libro. En los años 80 del pasado siglo hubo un bullicioso periodismo alternativo que surgió al calor de lo que se conoció como la “movida” madrileña y que revitalizó el mundo cultural. Ahora ese territorio fronterizo no existe. Y en los medios audiovisuales aún es peor: el horario estrella lo copan niños y no tan niños que sueñan con parecerse a David Bisbal o a Luis Miguel. Un horror. Ahí sí que es fundamental el papel de los nuevos medios para ocupar el vacío al que hacía referencia y para hablar, sin límites de espacio ni presiones publicitarias, de cultura con mayúsculas. Y eso implica riesgo.

10) ¿En cuál de las dos disciplinas que practica (periodismo y literatura) se ha sentido más satisfecho y por qué?

Las dos. Y no soy políticamente correcto. Es gratificante salir satisfecho del reto que te plantea la página en blanco. Quizá el periodismo te permite un contacto más directo con los lectores, pero por otro lado nunca olvidaré la gratitud que me transmitían los lectores de un blog que creé hace años y en el que rescataba novelas (como Los albañiles, de Vicente Leñero) hoy injustamente olvidadas por el público español. Normalmente, el periodismo me da satisfacciones y disgustos más inmediatos y “efervescentes”, por decirlo así, mientras que los de la literatura son como su propio ritmo: más contenidos pero también más duraderos.