La Gran Película de Guerra Norcoreana

Oponerse a las fuerzas globalizadoras y a la modernidad es un absurdo y para este sistema rígido puede representar su extinción

Guillermo Rocha Lira

Guillermo Rocha Lira @MemoRochaL

Horton y el mundo de los Quién es una película animada en la que “los quién”, habitan en una pequeña mota de polvo y desconocen que más allá de su aldea existe un mundo completamente diferente a su realidad. Durante 70 años, la historia de Corea del Norte se ha parecido al mundo de “los quién”, encerrados en una pequeña burbuja creada y manipulada por un gobierno que no permite que sus habitantes conozcan la realidad de su país y la del mundo que los rodea. Los norcoreanos viven en una hiperrealidad, en una película de ficción creada por el sistema y la dinastía comunista en el poder.

El territorio coreano siempre estuvo en disputa por las potencias imperiales continentales como China y Japón. Durante siglos la agricultura fue la base de la economía, pero a principios del siglo XX la península coreana fue invadida por los japoneses y convertida en colonia en 1910.

Las ideologías nacionalista y socialista provocaron profundas transformaciones en el continente, particularmente en China, donde ambas corrientes terminaron por derrumbar a la dinastía imperial. Estas dos ideologías también causaron un profundo impacto en la sociedad coreana que resistió la ocupación japonesa hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

El conflicto mundial provocó la división de la península en dos territorios, uno ocupado por las fuerzas soviéticas y otro por el ejército estadounidense. La partición de la nación se estableció en el paralelo 38 y formalizó el surgimiento de dos estados, la República de Corea, al sur, y la República Democrática Popular de Corea, al norte y de orientación socialista.

La Guerra de Corea fue uno de los episodios más significativos que marcaron la Guerra Fría. La tensión bipolar entre EE.UU. y la URSS provocó el enfrentamiento de las dos coreas en 1950. Durante cuatro años la península sirvió como escenario de un conflicto experimental para las potencias. La guerra provocó el distanciamiento de los gobiernos coreanos y una gran tensión regional.

La historia oficial de Corea del Norte comenzó con el líder supremo y padre de la nación Kim Il Sung, mucho antes de la división de las dos Coreas. La ideología base del gobierno norcoreano es la doctrina del Juche, elaborada por el mismo Kim Il Sung. El Juche representa la orientación socialista coreana con base en los postulados del marxismo-leninismo. De acuerdo a Kim Il Sung, en Corea, a diferencia de lo que sucedió en Rusia con el triunfo de la Revolución Bolchevique, no existían clases antagónicas como el proletariado y la burguesía, porque la nación coreana nunca experimentó un proceso de industrialización. Para el padre fundador, la clave del progreso consistía en la unidad y organización del campesinado, por lo que “el pueblo” debía seguir su “propio camino revolucionario” hacia al comunismo.

El Juche sintetiza los fundamentos de la ideología socialista norcoreana, y hasta hoy en día sigue siendo la principal y única doctrina aceptada por el régimen. Pero el Juche de Kim Il Sung no sólo representa la orientación socialista, sino que también incluye un espíritu nacionalista de autodeterminación frente a cualquier potencia extranjera. La doctrina oficial destaca la soberanía nacional popular socialista, en contraste con la postura surcoreana de dependencia hacia las potencias occidentales, principalmente Estados Unidos. Sin embargo, el Juche también sirvió a Kim Il Sung para mantener cierta independencia frente a sus homólogos y protectores socialistas: la Unión Soviética y la República Popular de China.

Vale la pena destacar que Corea del Norte, al igual que la Cuba de Fidel Castro, nunca se mostró como un satélite soviético, sino como una nación con capacidad y autoridad para negociar con cualquiera sin necesidad de interlocutores provenientes del Kremlin o de Beijing. La República Democrática Popular de Corea del Norte, a pesar de representar un pequeño territorio, siempre (y hasta la fecha) se ha caracterizado por su autonomía y agresividad frente a otras potencias.

La doctrina del Juche también esgrime los símbolos nacionales, así como el respeto y la defensa de la cultura coreana. Este principio resulta fundamental para entender el régimen autoritario que prevalece hasta el día de hoy. El confucianismo tuvo gran influencia en la península coreana desde la era de la dinastía Joseon y entre sus principios se encuentran el respeto a la familia, a las tradiciones y a la autoridad. Este factor cultural trascendental facilitó la sumisión, obediencia y subordinación sin cuestionamientos a una ideología y un régimen que comenzó con un sistema unipartidista y degeneró en un sistema autoritario e incluso totalitario.

La historia que inició con un espíritu renovador se convirtió en una auténtica película de terror dirigida y perfeccionada por los sucesores del padre fundador, su hijo Kim Jong Il y su nieto Kim Jong Un, herederos del poder total y responsables de la perversión y degradación del régimen. A diferencia de lo que sucedió en la URSS y China, donde la muerte de Stalin y Mao provocaron un reacomodo de las fuerzas y los grupos políticos del politburó, en Corea del Norte la sucesión en el poder se afirmó como una monarquía hereditaria.

El militarismo que vive la sociedad norcoreana también está justificado por la doctrina del Juche. Desde la división de las Coreas, la República Popular quedó inmersa en una lucha de bloques que provocó la escalada armamentista y militar en la región. Desde entonces la política Songun es un principio transversal del gobierno y el interés nacional, ya que prioriza los asuntos militares como parte fundamental de la defensa del país y la continuidad de la revolución. La política Songun nació como eje unificador para liberar a Corea de la invasión japonesa y continuó como justificación del sistema para militarizar al país frente a la amenaza occidental e imperialista.

El conflicto bipolar y la instalación de bases militares estadounidenses en Japón y Corea del Sur, provocó que Corea del Norte diera prioridad al incremento de sus fuerzas armadas y su arsenal militar. En 2016 la población de Corea del Norte era de 25 millones 368 mil 620 personas, en tanto que su ejército estaba compuesto por casi 13 millones de militares, es decir, más de la mitad de su población forma parte de las fuerzas armadas.

Por otra parte, toda la sociedad está incorporada al Partido Comunista en un sistema que no permite la crítica al líder, a la doctrina y al gobierno. Esta forma autoritaria de control es similar a las formas del totalitarismo vistas en el siglo anterior en el nazismo y el stalinismo. El régimen norcoreano actual coincide con las características que describe Hannah Arendt en su libro Los orígenes del totalitarismo, donde el éxito de la dominación depende de la fuerza de las masas, por lo que se recluta a toda la sociedad y las personas son militantes del partido.

La figura indiscutible del líder contrasta con las masas, que deben asumir la presencia individual y casi divina del dirigente, quien a su vez es el depositario de la ideología, dirigente máximo del partido, jefe de las fuerzas armadas y figura omnipresente cuya voluntad debe ser encarnada y respetada.

El culto a la personalidad del líder comenzó desde Kim Il Sung y se reprodujo en Kim Jong Il, quien dirigió a la nación de forma dictatorial. Durante su mandato, el socialismo norcoreano se pervirtió y alcanzó formas extremas. El nuevo líder máximo utilizó todos los instrumentos posibles de control y represión, como el monopolio de los medios de comunicación e inclusive la orientación de la cultura, el deporte y el arte. Desde entonces el régimen utiliza todo tipo de recursos propagandísticos, publicitarios y cinematográficos para construir una realidad alterada en la que se muestra una nación próspera y libre.

Paradójicamente, Jong Il era un cinéfilo admirador de las películas occidentales y especialmente de las producciones de Hollywood. El máximo líder asumió el rol de director de cine: sus productores, los miembros del partido comunista y los ciudadanos, sus actores y admiradores. Durante décadas se ha vendido la idea de que Corea del Norte participa en una guerra permanente contra el imperialismo y que por esta razón es necesario el fortalecimiento de una estructura militar que garantice la victoria frente a sus enemigos. Como en la novela y película Divergente, las personas forman parte de un experimento social en el que se les ha hecho creer que son la última esperanza de la humanidad y desconocen que existe vida más allá de la valla. De la misma forma, en Corea del Norte la población no imagina que más allá de sus fronteras existe un mundo globalizado, y que la guerra en la que participan sólo es parte de la ficción del régimen.

La caída del socialismo real en la Unión Soviética y la incorporación progresiva de China al sistema de mercado provocaron que Corea del Norte se aislara y enfrentara su propia Guerra Fría. La élite norcoreana observó con preocupación que las reformas impulsadas por Gorbachov provocaron la disolución de la URSS, por lo que decidieron que en Corea del Norte debía continuar el status quo. Este aislacionismo y la resistencia a la modernidad justificaron aún más el control total de la sociedad por parte del régimen, que derivó en un reforzamiento del militarismo y la creación de un programa nuclear que disuadiera tanto a aliados como enemigos.

El 9 de octubre de 2006, Corea del Norte llevó a cabo su primera prueba nuclear, pero no fue sino hasta 2009 que confirmó el desarrollo de un programa nuclear, así como la fabricación de armas químicas y biológicas. Desde entonces, Corea del Sur y Japón han desarrollado acciones militares preventivas en respuesta a las constantes pruebas nucleares norcoreanas que se llevan a cabo cerca de sus fronteras.

El 30 de diciembre de 2011, el joven Kim Jong Un, nieto del padre fundador de la nación, asumió el cargo de líder supremo de Corea del Norte. El joven líder está consciente del mundo globalizado y los retos que enfrenta su nación. Jong Un fue educado en Suiza, habla inglés y alemán, tiene un gusto particular por el whisky y conoce la cultura occidental. El nuevo líder podrá parecer inexperto, pero desde su llegada al poder afirmó su liderazgo en el partido comunista.

Desde el primer día de su gobierno, Jong Un demostró que seguiría el ejemplo de su padre en torno al control total del aparato estatal, mientras que al exterior mostró una política agresiva y disuasiva frente a sus enemigos. Por ejemplo, el 29 de marzo de 2013 declaró el estado de guerra contra Corea del Sur y afirmó que su nación consolidaría un programa que le garantice la supervivencia frente a sus adversarios. Jong Un tiene muy claro que seguirá adelante con su proyecto nuclear disuasivo, porque no seguirá el ejemplo de Gadafi y Hussein, ejecutados por Estados Unidos.

El joven Jong Un también está dispuesto a continuar con las formas totalitarias instauradas por su padre, por lo que desarrolló una campaña de terror y eliminación de los miembros del partido comunista y oficiales militares que le sean adversos. Su tío y opositor Jang Song-thaek fue acusado de consumir drogas y realizar orgías, por lo que fue calificado públicamente como “mentalmente enfermo”. El segundo funcionario más poderoso del país fue acusado de traición y su castigo fue ser devorado, literalmente, por perros hambrientos. El canal oficial, la televisora KCNA, informó que esta ejecución formaba parte de una purga que realizaba Jong Un contra los traidores del régimen.

Como en todo grupo, partido o sistema político, existen facciones radicales y moderadas, conservadoras y progresistas que luchan por el poder. Aunque sólo tenemos la información tergiversada que proporcionan los medios oficiales norcoreanos, es posible suponer que el régimen de Jong Un enfrenta una crisis de legitimidad interna, cuya magnitud desconocemos. Las purgas llevadas a cabo por el joven mandatario demuestran que incluso dentro del cerrado sistema norcoreano existe una disidencia a la línea oficial.

Esta crisis de legitimidad interna provocó que Jong Un radicalizara su discurso y fortaleciera su “política ficcional” al interior y al exterior. La gran película de guerra norcoreana continúa, y en un nuevo capítulo ha encontrado en Donald Trump al villano perfecto de la historia apocalíptica. Cada tuit que envía el magnate presidente sobre la posible intervención estadounidense en la península, justifica el guión de la película norcoreana. Trump no representa la antítesis del régimen, por el contrario, complementa la existencia de un sistema norcoreano autoritario, arrogante y perverso. Intercambian declaraciones y tuits sobre quién tiene el botón nuclear “más grande” y atemorizan a la sociedad internacional, pero la realidad es que el enfrentamiento diplomático beneficia a la política de simulación de Jong Un.

De hecho, los medios oficiales norcoreanos difunden videos y noticas falsas en las que se observan misiles nucleares destruyendo ciudades japonesas y estadounidenses. Corea del Norte ha hecho realidad el bestseller y serie cinematográfica Los Juegos del Hambre porque se ha esforzado en construir un montaje perfecto para que su población crea en una realidad alterna. El pequeño territorio y la sumisión de la sociedad al régimen opresor han facilitado la ficción autoritaria. Esta dinastía ha sumergido literalmente a Corea del Norte en una profunda oscuridad. Las imágenes de la Estación Espacial Internacional demuestran el desarrollo de las ciudades surcoreanas, frente a la pequeña luz de la ciudad Pyonyang, apenas visible en el espacio exterior.

La debilidad del régimen es evidente, porque las purgas internas que realizó Jong Un son una muestra de la división política o familiar interna. Por otra parte, las sanciones que han impuesto diversos organismos internacionales y la política aislacionista de Corea del Norte han provocado una gran pobreza en la mayoría de la población.

El régimen ya no puede ocultar su debilidad. En redes sociales se viralizan las historias de una niña norcoreana que narra la muerte de sus padres y los excesos del régimen, así como un soldado norcoreano desertor que cruzó la frontera. En el marco de los Juegos Olímpicos de Invierno 2018, que tendrán lugar en la ciudad surcoreana de Pyeongchang, los gobiernos de las dos Coreas llegaron a un acuerdo para desfilar bajo la misma bandera en la ceremonia inaugural. Incluso las delegaciones de ambos países acordaron participar con un equipo conjunto de hockey femenino sobre hielo.
Aunque esta película norcoreana llegó a su clímax apocalíptico en los últimos meses, se acerca su capítulo final, porque oponerse a las fuerzas globalizadoras y a la modernidad es un absurdo, y para este sistema rígido puede representar su extinción