Después del 19S: Ayuda psicológica a distancia

Adriana Sánchez

Adriana Sánchez

“EL RESURGIMIENTO
DEL RECUERDO DEL TERREMOTO DE 1985 MÁS LA EXPERIENCIA DEL QUE VIVIMOS RECIENTEMENTE ESTÁ GENERANDO UNA ESPECIE DE ESTRÉS POSPOSTRAUMÁTICO”

“TODOS ESTAMOS EN DUELO, AUNQUE EN DISTINTOS GRADOS, Y TENEMOS MIEDO Y ANGUSTIA

Las secuelas de los temblores que azotaron a la república mexicana en septiembre son muy variadas, algunas son visibles desde la distancia y otras no, pero eso no significa que no estén ahí. Hubieron pérdidas humanas, económicas y laborales que demandaron (y continúan haciéndolo) atención y ayuda inmediatas, pero entre las necesidades básicas de supervivencia no sólo se encuentran las físicas sino también las psicológicas. Aunque para muchos la atención de tipo emocional no sea considerada como urgente, o siquiera importante, son estas secuelas que no se observan a simple vista las que pueden ocasionar más conflictos a largo plazo.

Por otro lado, resulta mucho más comprensible que los considerados como verdaderos damnificados, es decir, la gente que perdió algún familiar, su casa o su trabajo, requieran ayuda psicológica, pero en el caso de quienes aparentemente no sufrieron más que “el susto”, la búsqueda de ayuda profesional es vista como innecesaria e incluso exagerada, como una especie de victimización centrada en el egoísmo. Sin embargo, aunque las verdaderas tragedias deben ser reconocidas y atendidas como tales, las secuelas de un desastre natural de esta magnitud afectan en distintos grados a toda la sociedad, tanto a nivel individual como colectivo. Por ello, entre las actividades que instituciones y particulares continúan realizando en apoyo a los damnificados por el sismo, es importante dar a conocer las que se centran en ayuda psicológica y emocional.

La psicóloga Gabriela González Martínez atiende a sus pacientes en el municipio de Naucalpan, Estado de México, por lo que ha podido observar las secuelas que dejó el sismo en un sector de la población que no se encuentra en los alrededores de las áreas más afectadas. Para sumarse a las brigadas de ayuda psicológica que se han formado y siguen operando en muchas zonas de la ciudad decidió enfocarse en dos actividades: meditaciones colectivas y acompañamientos.

La importancia de armonizar la energía

La psicóloga sostiene que todos somos energía, por lo que las prácticas buidistas y mindfulness (un concepto que a muy grandes rasgos se puede traducir como “la atención consciente”) contribuyen a generar poco a poco un estado de paz que contrarresta las emociones densas que surgen ante un desastre natural. Aunque no es un enfoque directo, estas prácticas a la distancia le han permitido ver lo que el sismo ha generado en gran parte de la población que no es considerada como damnificada. “El resurgimiento del recuerdo del terremoto de 1985 más la experiencia del que vivimos recientemente está generando una especie de estrés pospostraumático que ha despertado mucha angustia en algunas personas”.

Aunque el escenario ideal es buscar directamente ayuda profesional, en muchos casos no es posible, ya sea porque la persona no la considere necesaria o, en el caso contrario, quienes están resolviendo necesidades primarias como la vivienda o el trabajo no tienen el tiempo o las posibilidades de acceder a ella. De cualquier forma, según Gabriela González el primer paso para liberar las emociones negativas puede darse en soledad, por medio de la aceptación.

“Una vez que se acepta la pérdida, es posible vivir con ella. Todos estamos en duelo, aunque en distintos grados, y tenemos miedo y angustia. Tal vez por un edificio que veíamos en el camino al trabajo y ahora ya no está; esa es una pérdida, aunque no sea parte importante de nuestra vida actual, lo fue en algún momento. Al reconocer estas pequeñas pérdidas avanzamos un cincuenta por ciento, nos colocamos en otro estado, donde hay más claridad para poder encontrar otras herramientas. El dejar fluir estas emociones nos permite dar paso a la actividad de diferentes formas, puede ser ayudando a los damnificados directos, haciendo donaciones e incluso permitiéndonos continuar con nuestra vida; una forma de contribuir puede ser simplemente no sumarnos a esta angustia colectiva”.

La superación en compañía

Otra de las acciones que la psicóloga ha emprendido en apoyo a los afectados por el sismo ha sido ofrecer los llamados “acompañamientos”, que forman parte de la corriente psicológica humanista Gelstalt y consisten justamente en acompañar a las personas que sufren consecuencias emocionales en cada etapa del proceso. “Para dar un ejemplo de estas actividades puedo compartir el caso de una señora mayor cuyos hijos viven en el centro de la ciudad, en las zonas más afectadas. Ella vivió de cerca el terremoto del 85 y aunque en esta ocasión estuvo lejos de las zonas de desastre y sólo uno de sus hijos fue desalojado de su edificio, ella entró en shock desde ese momento, por lo que he estado acompañándola para que pueda ir retomando su vida”.

Los acompañamientos no están concebidos como terapias tradicionales, ya que son de corta duración y únicamente giran en torno a una situación específica, como es la del sismo en este caso. “Se trata de una especie de coaching con estrategias más didácticas y conductuales que ayudan a las personas a salir de un estado de angustia que puede conducirlas a paralizar su vida o caer en depresión”.

¿Qué sigue después del 19S?

Para Gabriela González las consecuencias del terremoto han sido, como en todo movimiento, positivas y negativas para la sociedad mexicana en su conjunto. “La parte positiva ha sido la gran unión y empatía que se ha generado en la sociedad. A la par de la tierra, muchas cosas se movieron dentro de cada persona generando mayor conciencia sobre lo que es importante, lo cual nos da la oportunidad de retomar la vida desde otra perspectiva mucho más profunda. La otra parte es el miedo, una de las emociones más densas y más difíciles que existen. Puede generar angustia e ir agravándose hasta paralizarnos, pero también tiene una parte positiva porque nos permite resignificar la vida”.

En lo que respecta al futuro, la psicóloga anticipa que aunque el proceso de transición nunca es fácil, los cambios que se han generado traerán consigo una estabilidad más próspera. “La etapa que sigue es difícil porque toda esta empatía, todo este ímpetu y esta unión se van dispersando, aunque no deberían, pero es un proceso natural. Va a llegar un momento de angustia que viene después del miedo, expresada en preocupación; esto ocurre en todos los procesos de vida que incluyen una transición, que es la parte más difícil. El proceso de transición va a llevar meses, pero llegará a un cambio del mismo tamaño del que fue la pérdida. En el caso específico de un desastre natural lo que ocurre es que se genera conciencia, se entabla una dinámica diferente y se fomenta un mayor conocimiento para apoyar a la superviviencia. Después, necesariamente, se vuelve a la estabilidad”.