Minidiálogos
Reverencia con sombrero ajeno

Tania Rosas

Tannia Rosas
@valeryvegarosas

El pasado 7 de septiembre, casi a la media noche, vivimos un temblor de magnitud 8.2 grados con epicentro en Chiapas, catalogado ya como terremoto, según los expertos. Lamentablemente, las zonas más afectadas por este sismo coinciden con las zonas más vulnerables de Chiapas y Oaxaca, en donde muchas personas perdieron a sus seres queridos y sus hogares.

En numerosos desastres naturales que culminan en tragedia, México, su gente, ha dado muestras amplias de solidaridad y apoyo. Esta vez no fue la excepción. Organizaciones de la sociedad civil y privadas se dispusieron inmediatamente a instalar centros de acopio en diversos puntos de todo el país para hacer frente a la tragedia.

Lo cuestionable ha sido, como siempre, la vanidad y frivolidad de personas como Anahí, esposa del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, quien transmitió un mensaje a la ciudadanía a través de un video en su cuenta de Twitter, desde el lugar de la tragedia, en el que indicaba que estaba “muy despeinada, muy mal arreglada”.

Días después, el titular del Poder Ejecutivo Federal visitó la zona afectada en Tonalá, Chiapas. Dijo entonces: “Me llama la atención que hay mucho güero por acá”. Para rematar la torpeza, más adelante se encontró con una mujer y, dirigiéndose al camarógrafo, le pidió: “Tómalas bien para que vean que sí hay güeras”. Fue una afirmación frívola e ignorante. Al presidente le llamó más la atención que existieran muchos güeros en el Istmo, que los dolorosos estragos causados por el terremoto.

Dos temas saltan a la vista: uno, la gran distancia que hay entre lo que preocupa a algunos integrantes de la clase política y lo que ocupa a la ciudadanía; y dos, que la frivolidad de quienes nos gobiernan llegó para quedarse, al igual que otros graves problemas que nos preocupan, como la corrupción, convertida en un mal endémico.

La frivolidad y vanidad de quienes nos gobiernan y de sus esposas, no es algo nuevo. Han aparecido en varios sexenios; como el de Vicente Fox y Marta Sahagún, con sus gastos desmesurados en finas toallas; el de Felipe Calderón y sus viajes en velero, a la par que movilizaba a las Fuerzas Armadas para cumplir su capricho; incluso en el de Ernesto Zedillo, cuando su hijo Ernesto hizo gala de prepotencia con sus guaruras contra el grupo irlandés U2 en un concierto; y así podría crecer la lista, incluidas las numerosas muestras de frivolidad que ha dado la familia en Los Pinos.

A nadie molestaría esta superficialidad si México no se hallara en la vergonzosa lista de los países con más pobreza y desigualdad; si la frivolidad de los poderosos se costeara con dinero propio; si fueran otros quienes han saqueado a nuestro país. Pero no es así. Se trata de los mismos personajes que se exhiben en videos y en cuentas de redes sociales, que presumen su libertinaje ético mientras nos tienen en la crisis que vivimos.

Alguien debería decirle a la señora Anahí y a todos los que hacen reverencia con sombrero ajeno, que el acopio de ropa y víveres que llega a las zonas afectadas por el sismo en Chiapas o Oaxaca es, en todo sentido, recurso del erario público, donaciones de la ciudadanía; es el pueblo que ayuda al pueblo.

Me he preguntado muchas veces si en los equipos de asesores de estos gobernantes y sus esposas no hay por lo menos uno (o una) con tantito sentido común, que les diga que lucrar con la tragedia es casi un pecado divino.
Ahí andan los gobernantes y sus esposas, jactándose de que van a mandar apoyos y que un gobierno va a donar, cuando en realidad no se trata de obsequios ni de favores, sino de apoyo social, del pueblo, de la gente.
Quisiera verlos diciendo: “voy a donar mi sueldo de un año o el producto de la venta de una de mis muchas propiedades”. En serio, quisiera verlo.

Ya no queremos verlos viajar, gastar y divertirse con nuestro dinero, mucho menos queremos verlos hacer reverencia con sombrero ajeno, con “apoyos” que no son suyos. Su frivolidad es tan ofensiva como sus mensajes porque salen despeinados. No se les agradece que se acerquen (muchos por primera vez) a la gente en desgracia para que les tomen fotos, les filmen videos y salgan en los noticieros.

¿Darles las gracias por el circo? Al contrario. Ya no más, decimos todos. Aunque sabemos, nos damos cuenta, de que hacen como que no nos escuchan.