No todo está perdido

Sergio Gil Rullán

Sergio Gil Rullán
Coordinador Nacional de Jóvenes en Movimiento
@SergioGilR

A nadie le es ajena la crisis política, económica y social que atravesamos tanto en México como a nivel mundial. Los problemas que tenemos hoy no han cambiado mucho de los del México de hace poco más de 100 años, vemos que aún existe la injusticia social y una separación económica cada vez más prolongada. Hoy más que nunca es cuando debemos estar conscientes de que para erradicar los problemas de raíz es esencial realizar un análisis de fondo y de esta manera llevar a cabo una revolución que rompa paradigmas.

Nuestro país arrancó el 2017 en medio de protestas que, más allá de los aumentos de la gasolina, son el resultado de un gobierno que ha permitido escándalos como la “casa blanca”, Javier Duarte, Humberto Moreira, Roberto Borge y toda la camada del “nuevo PRI” que ha vulnerado gravemente la credibilidad del Estado de derecho mexicano.

También somos testigos de una gestión ciega al cuidado ecológico de nuestro país. Ahí está la interminable lista de desastres ambientales que, sexenio tras sexenio, gobernadores, diputados, presidentes y senadores de los partidos políticos tradicionales han ignorado por completo, o peor aún, provocado para enriquecerse. Mientras el 42% de nuestra población vive en condición de pobreza, seguimos educando a nuestros futuros ciudadanos bajo esquemas obsoletos e imprácticos que en poco preparan a los mexicanos para enfrentar los retos de un mundo globalizado y tecnológico.

Estoy seguro de que esta situación no se le escapa a la mayoría de las personas de mi generación. A nadie le parece bien que suframos de corrupción, pobreza, daños al medio ambiente y falta de oportunidades. Es evidente que los resultados de nuestras acciones colectivas no le gustan a ningún mexicano. La pregunta obligada es: ¿por qué colectivamente hacemos cosas que nadie quiere individualmente? Nadie se levanta en la mañana queriendo vivir en un México corrupto, maleducado y pobre… ¿Por qué entonces nuestra realidad es tan diferente de nuestros deseos? El problema es que como ciudadanos hemos renunciado a nuestro derecho a creer.

Los partidos políticos tradicionales nos han convencido de que el estado actual de las cosas es inevitable. Nos han metido la idea de que la política real es sólo la que ellos hacen. Que la política del barrio, de la vecindad, de la colonia, no es política, sino un irrisorio intento que poco o nada puede afectar las decisiones gubernamentales. Nos han convencido de delegar y olvidarnos de nuestra vida común. Como aseguró Mauricio Merino, los políticos que nos han llevado a esta coyuntura se han convertido en intermediarios políticos, gestores, cuyo papel se limita a expedir leyes vacías para justificar un poder fáctico.

Juan Villoro alguna vez dijo: “Tenemos que reclamar nuestro derecho a imaginar que otro país es posible”. Debemos saber qué queremos como país para darnos una identidad colectiva distinta a la que nos han dado estos años. Para cambiar las cosas, tenemos que empezar por decir “no” a los políticos tradicionales, tenemos que decirles que otro México es posible. Un México consciente de la grave crisis ecológica que atravesamos y que cumpla con los compromisos que adquiere en las cumbres internacionales. Un México transparente, un México educado, un México lleno de innovación y oportunidades laborales. Un México maduro, consciente del peligro que corre la vida humana en nuestro planeta si no cambiamos nuestra manera de pensar y actuar.

Imaginar otro México es el comienzo de una auténtica revolución de las conciencias. Esta revolución pasa por aceptar que los políticos no son los únicos responsables de la situación actual del país. Aceptar que otro México es posible es aceptar que como sociedad hemos estado dormidos, que hemos delegado el papel de construir nuestro país a una clase política que en su mayoría es oportunista y poco preparada. Revolucionar las conciencias es admitir que si ellos siguen operando como lo hacen es por la alarmante falta de participación ciudadana que tenemos en nuestra democracia. De ahí su interés por hacernos desesperar del cambio que sí es posible, de volvernos pesimistas y proponernos cambios aparentes que llevan a los mismos resultados. La clase política está interesada en que nos sumerjamos en un pesimismo crónico que se traduce en largos periodos de apatía o de violencia, pero nunca de propuestas.

Por eso, revolucionar las conciencias es darnos cuenta de que hoy es cuando más debemos involucrarnos en la política y exigir e impulsar legislaciones que verdaderamente trabajen por el bien de todos. Tenemos que darnos cuenta del poder que tenemos como ciudadanos, debemos conocer y ejercer los mecanismos de la ley para hacer rendir cuentas a nuestros servidores públicos. Esto también nos corresponde a nosotros, tenemos que participar, involucrarnos y proponer alternativas democráticas para cambiar el rumbo del país. No hay más tiempo, el futuro se empieza a construir desde hoy.