#FueElEstado

Giovani Marcelino Giovani Marcelino
Delegado de Jóvenes en Movimiento Michoacán

Fue el Estado, evidencias sobran. Es reducido el número de personas que, a un año de uno de los acontecimientos más tristes y lamentables de la historia de nuestro país, están convencidas de la versión “oficial”. La noche de aquel 26 de septiembre de 2014 marcó a México como lo marcó el 2 de octubre de 1968, los victimarios: el Estado con su brazo ejecutor del Ejército; los mismos desafortunados: los estudiantes.

Definitivamente sí fue el Estado, por acción y omisión, el mismo que desaparece y asesina periodistas, el mismo que entrega las riquezas nacionales a los extranjeros, el mismo que se burla de la pobreza en que viven 55 millones de mexicanos, el Estado fallido, ese que no tolera la libertad de expresión, la libre manifestación de ideas, ese que calla a quienes no piensan como él, ése, el de los fraudes electorales. El mismo Estado ofreció 100 mil pesos a cada uno de los padres de los 43 estudiantes a cambio de su silencio.

“Nos decían ¡cállense, cállense!, ustedes se lo buscaron, querían ponerse con hombrecitos pues ahora éntrenle, éntrenle y aguántense”. Relato de Omar García, estudiante sobreviviente al crimen de lesa humanidad más cruel y sanguinario de México en mis 25 años de vida, ocurrido en contra de estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrero.

Ha pasado un año desde entonces y la justicia no se ha hecho presente, muchos aún vivimos con la esperanza de que no demore tanto. A través de los medios de comunicación alternativos nos percatamos que hoy en día el hecho se conoce más en otros países que en el nuestro, las instancias nacionales han sido rebasadas, la PGR dejó en claro que su prioridad es cansarse, antes de seguir una línea de investigación profesional para dar con los responsables materiales e intelectuales sin importar el nivel político y económico del que se trate.

Los padres de los 43 estudiantes han recorrido una decena de países europeos solicitando ayuda incluso de la ONU, dado que en México, las instituciones visitadas son de papel y de mero membrete; sirven para todo menos para velar por el respeto irrestricto de los derechos humanos, instituciones convertidas en meras oficialías de parte.

La cúspide de la protesta social creció de manera tan alarmante que todos los órganos de gobierno recibieron a los padres de los estudiantes. Se marcó un precedente: jamás se había sentado un Presidente de la República en una mesa con los directamente afectados, su postura, totalmente endeble. La protesta, sin embargo, terminó más pronto de lo que se esperaba. Se fue un presidente municipal, un gobernador, un procurador general de la República y con ellos, se ha ido para muchos la esperanza.

En México se sigue castigando con la muerte el derecho a levantar la voz en contra del autoritarismo; las instituciones de seguridad que deberían resguardar el orden público son capaces de aniquilar cualquier movimiento social, se organizan perfectamente para reprimir a ciudadanos que protestan por alguna injusticia pero demuestran una ausencia impresionante en contra de la delincuencia organizada.

Pasarán años… la historia de nuestro país seguirá su curso construyendo una democracia barata, no pasaremos del México de las décadas de los 60, 70 y 80, en donde desaparecer luchadores sociales se convirtió en el deporte nacional por excelencia. El recuerdo de la masacre de Ayotzinapa se irá convirtiendo en el recuerdo de un recuerdo, o al menos eso parece si no actuamos rápido.

Triste es además que los medios de comunicación tradicionales hayan diseñado estrategias perfectas y perversas para criminalizar la protesta de quienes han exigido la aparición con vida de los 43 jóvenes, más triste aún es que los mexicanos no tengamos memoria, no recordemos nuestro pasado y lo estemos repitiendo. Hemos caído en la indiferencia; esos muchachos antes de ser normalistas eran jóvenes, pero mucho antes de ser jóvenes eran seres humanos, y ese derecho, el de vivir, no te lo puede arrebatar ni el Estado con todo y sus instituciones e intereses, ni nadie.

A esos jóvenes cobardemente asesinados se les negó la oportunidad de contribuir al desarrollo integral de nuestro país; esos jóvenes son los profesores que irían a los lugares más marginados del estado de Guerrero, quienes atenderían a niños abandonados por la política educativa de este país. Se les arrebató de la peor forma el derecho de crecer, de soñar… de vivir.

Como joven yo no perdono, yo no olvido. México no se convertirá en el país que todos queremos si permitimos que el recuerdo se desvanezca, en nuestras manos se encuentra su destino. Esos jóvenes nos han dado una lección de vida, lo menos que podemos hacer es defender nuestro presente de quienes hoy nos tienen secuestrados… “Vestidos de verde olivo… políticamente vivos. No han muerto camaradas, su muerte… su muerte será vengada”. Nos siguen faltando 43 y miles de seres humanos más.