DURANGO
Los desplazados

GLORIA MARÍN PAYÁ

Agobiado por la falta de recursos en lo alto de la sierra Tarahumara, en la comunidad de Paquiachi, cansado y con 50 años, Cornelius Quintero hace cinco decidió emigrar a la ciudad de Durango. Hoy, él y su familia, formada por su esposa María, sus dos hijos y sus nietos, esperan poder regresar a principios de año a su tierra natal, en el estado de Chihuahua: “Aquí tampoco hay nada, allá cuando menos dejé encargada mi casa propia”, dijo.

Cornelius, un hombre fuerte y tostado por el sol, todos los días llega al crucero de las calles Laureano Roncal y Negrete, en la ciudad de Durango.

En sus manos carga bolsitas de hierbas de olor y en ocasiones ofrece los canastos que el mismo teje apoyado por sus familiares para sustentar su economía. Sincronizado con el cambio de los semáforos, corre entre los carros, siempre con una sonrisa en su rostro.

Los Tarahumaras son una de las cuatro etnias que tiene Durango, aunque en menor escala con sólo 558 habitantes.

La escasez en las montañas, va desde el agua hasta los alimentos básicos como el maíz y el frijol, lo cual parece ser una constante en las comunidades indígenas del país.

Como explicó Cornelius, aunque se le dificulta un poco el español: “Más que todo falta comida; los niños no se alimentan bien, se enferman y no hay medicina, no hay trabajo”.

Los apoyos del gobierno federal no son constantes, los anuncios oficiales distan mucho de la realidad lastimosa, que todos los que pasan por esas comunidades pueden constatar.

Los indígenas son los primeros en ser mencionados en los discursos políticos, los que aparecen en las grandes fotografías de los programas de gobierno; pero a quienes rara vez les llegan los apoyos. Son los mexicanos que no pueden exigir, porque la mayoría no habla español y no sabe cómo solicitar la protección de los derechos humanos y de justicia social.

Son desplazados porque siempre se les relega a otros tiempos, al después.

En el crucero, Cornelius trabaja nueve horas diarias sin parar, salvo para tomar un poco de agua de vez en cuando.

“Mira, me dice, en la sierra está muy feo todo. No hay nada, aquí por lo menos saco para pagar la renta de una casita pequeña, por la que pago mil 500 pesos y comemos.

Mis hijos a veces cooperan, a veces no tienen; pero ya pronto nos vamos a ir a Paquiachi, allá está mi casa propia, se la dejé encargada a un hermano, es lo único que tengo allá”.

Quintero se vino a vivir a Durango, porque dice que en Chihuahua la ciudad está llena de tarahumaras deambulando por las calles vendiendo lo mismo que él ofrece y son tantos que ya no caben. Ataviado con su traje borda- Los desplazados Son los mexicanos que no pueden exigir, porque la mayoría no habla español y no sabe cómo solicitar la protección de los derechos humanos y de justicia social. do y con su mirada firme, expresó que lo ha pensado bien y que deben irse de aquí porque: “No somos felices, en la sierra nos ponemos tristes porque no tenemos nada, pero somos más felices”.

En el estado de Durango habitan las etnias tepehuana, comuneros, huicholes y tarahumaras, según el censo del INEGI del 2010. En toda la República habitan grupos indígenas que, orillados por las agrestes circunstancias de su vida, se han desplazado a las ciudades en busca de lo más indispensable para sobrevivir.

Luciendo sus maravillosos trajes típicos, y con toda dignidad, rondan por las calles tratando de subsistir junto con sus familias, en un lugar donde no se identifican con el resto de los habitantes y donde sufren discriminación racial.

La desigualdad afecta a los pueblos indígenas en los diferentes ámbitos de la vida social, económico, político, cultural, educativo y de salud, por mencionar algunos. Ellos aspiran a ser respetados por ser diferentes, y al mismo tiempo buscan la igualdad de oportunidades.

Buscan el bienestar material a través de la toma de decisiones en espacios públicos, tener su propio sistema de justicia indígena, la seguridad que les brinde la protección de sus garantías individuales, como aparentemente la posee la sociedad nacional dominante.

Uno de los objetivos que se debe plantear el gobierno de México, es darle mayores y mejores servicios a la población indígena. Durante siglos han vivido el rezago social y económico, con enormes carencias y necesidades que, desde tiempos de la Colonia, aún esperan ser satisfechas , a lo que se suma el rezago que sufren frente al avance tecnológico, científico y económico.