Entrevista con el ing. Juan Manuel Espinosa Aranda, sistema de alerta sísmica mexicano

Andrés Treviño

Andrés Treviño

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¿Cuál es la misión del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico?

Cuando se da el terremoto del 85, nos invitan a hacer el CIRES, que nace en 1986, bajo los auspicios de la Fundación Javier Barros Sierra, con la misión de recabar datos de los efectos de los temblores en la Ciudad de México, a fin de conocer cómo se comporta el suelo y cómo se mueven algunas estructuras cuando hay un sismo. Nosotros no somos geofísicos, trabajamos para los sismólogos y para los geofísicos.

En la Ciudad de México se generan temblores chiquitos, a veces el volcán se manifiesta, pero no implican condiciones de peligro sísmico local. Más bien, se sufren las consecuencias de sismos que vienen de lejos y en la cuenca lacustre del Valle de México se amplifica el movimiento, como si fuera una gran cubeta llena de lodo, se generan resonancias. Antes no se sabía muy bien, pero ahora se tienen datos suficientes para ver claramente este fenómeno.

Todo eso se ha logrado en años de trabajo del CIRES. Existen al rededor de noventa sensores instalados en el Valle de México, en la superficie y en el subsuelo, a 60 metros de profundidad, a nivel de las capas duras.

Los conocimientos que se han obtenido han servido para establecer las normas de construcción por zonas. Por ejemplo, cerca del Aeropuerto el subsuelo es muy fangoso, cerca de la salida a Toluca es montaña, y se han hecho normas de construcción diferentes.

Han cambiado ya los partidos en el poder y, de alguna manera, se ha respetado la necesidad de que el alertamiento sísmico y el servicio de instrumentación que garantiza el CIRES, no se pierdan. Somos un mal necesario, diría yo.

¿Cómo surge la Alerta Sísmica?  

El quehacer principal de CIRES es el registro símico y, para no aburrirnos, desarrollamos tecnología.

Originalmente no era una alerta, era un sistema de telecontrol para los instrumentos. Como el sismo ocurre lejos y tarda en llegar a la Ciudad de México, teníamos la oportunidad de advertir previamente a los aparatos para que se pusieran en marcha. Hacer que un aparato de registro funcione a distancia, es más complicado que hacer que una chicharra o una campana suene, y ahí está el concepto del alertamiento.

En un cuadernillo intitulado Para aprender de los sismos del 85, publicado por el CONACYT en enero de 1986, se muestra, entre muchas otras cosas, una recomendación de un especialista japonés que dijo que en México se podía poner un sistema de alerta.

Nosotros propusimos que el sistema de telecontrol que ya teníamos se recreara para alertar, y el gobierno del Distrito Federal, en diciembre de 1989, nos dio recursos para iniciar el trabajo de la red del Sistema de Alerta Sísmica.   La Ciudad de México tiene una condición privilegiada porque los temblores vienen desde la costa a gran distancia.

Es una condición única en el mundo, no hay otra así de noble para alertar temblores. No se puede decir lo mismo de las ciudades costeras que están pegadas a la falla, como pasa en California y Japón. Originalmente tuvimos 12 sensores, de Punta Maldonado (en el límite entre Guerrero y Oaxaca) a Zihuatanejo, una zona donde seguramente va a haber

¿Esa es la famosa brecha* de Guerrero?

La brecha está dentro de ese tramo, entre Acapulco y Zihuatanejo; pero como han pasado muchos años y el sismo no ocurre, ahora existe la preocupación de que pueda vincularse con otras zonas.

En Japón, antes del sismo de 2011, los especialistas tenían detectadas varias regiones con energía para sismos de grado ocho. Resulta que se rompió una y se fueron agregando otras, lo que dio un terremoto de 9.1.

El sismo de Japón mostró que varias regiones potencialmente generadoras de sismos de grado ocho, se pueden juntar y hacer una ruptura en cadena, como un efecto dominó, y provocar sismos extraordinarios.  

En México algunos especialistas tienen temor de que se pudiera repetir algo así, porque la zona entre Jalisco y el Istmo de Tehuantepec tiene espacios que ya acumulan energía para sismos de grado ocho, que eventualmente podrían vincularse y dar un efecto mayor.

No sabemos qué vaya a pasar una vez que arranca un sismo en un lugar.

¿Actualmente qué cobertura tiene el Sistema de la Alerta Sísmica Mexicano?  

Hoy día la cobertura es de 97 estaciones que, por recomendación de los geofísicos, se instalaron desde Bahía de Banderas (límite de Jalisco y Nayarit), hasta el Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, que es la zona que tiene potencial para generar temblores fuertes que afecten al centro del país.   Iniciamos con 12 estaciones que se pusieron en servicio en 1991, como un sistema experimental en Guerrero.

El 14 de septiembre de 1995 captamos un sismo que ocurrió en la frontera entre Guerrero y Oaxaca, a pocos días de la conmemoración del 85. Ese se considera el primer alertamiento sísmico de la historia. México tiene la distinción de haber hecho el primer alertamiento sísmico oficial en el mundo. Japón empezó a operar su primera alerta pública en 2007 y en California apenas están diseñando una.

A mediados de 1999, ocurrió un sismo en Tehuacán, que afectó a Oaxaca y Puebla, y movió el ánimo del gobierno de Oaxaca, para tener su propio sistema de alertamiento. En Oaxaca el problema de la sismicidad es más disperso, por lo que se instalaron 37 estciones, para cubrir prácticamente todo su territorio, no sólo la costa.

Después, en 2004 se firmó un convenio de coordinación de actividades para que el sistema de Oaxaca se integrara con el de Guerrero y sirviera para la región. Por razones de cambio de partido en el gobierno federal, guardaron ese documento. Fue hasta el 2010, cuando se derrumbó Haití y por los terremotos en Chile, Nueva Zelanda y Mexicali, que el gobierno federal preguntó qué se podía hacer.

Del 2004 al 2010, nosotros habíamos seguido perfeccionando la idea de cómo crecer el sistema, ya teníamos un planteamiento muy coherente, ya estaba publicado a nivel internacional, inclusive lo habíamos ido a exponer al extranjero, pero aquí no había eco de los gobiernos  

Fue el propio fenómeno lo que causó una alarma en el ámbito político. Entonces, el gobierno de la Ciudad de México aportó dinero en cantidad importante y pudimos instalar 60 sensores más con gran rapidez.

Es un trabajo que ya pudimos mostrar en tiempo real en Estados Unidos, cuando fue el temblor del Viernes Santo del año pasado, una televisora mexicana estaba transmitiendo en Los Ángeles y se pudo ver que había un alertamiento.

El noticiero, en tiempo real, pudo dejar evidencia de que estaba sonando la alerta y de que se tardó casi un minuto en llegar el efecto a la Ciudad de México. Y de ahí surgió que ya les dieron 80 millones de dólares a los colegas de la Universidad de Berkeley para que pongan en marcha una alerta en California.

México tiene en esto un recurso equivalente al que puede tener el mejor país del mundo, pero como está hecho en México, pensamos que no vale la pena.  

A grandes rasgos, sin mucho detalle técnico, ¿en qué consiste una estación sísmica?  

La estación contiene sensores, equipo de cómputo para hacer el cálculo, equipo de telecomunicaciones, y energía eléctrica de un panel solar.

No hay gente ahí haciendo ninguna operación manual. Son equipos muy compactos, muy económicos. Se trata de que sean poco atractivos, porque a veces sufrimos vandalismo, nos llegan a robar las computadoras o los paneles solares. Tenemos varios problemas, no solamente los temblores.

El sensor sísmico nos da un dato razonablemente fiel del efecto del temblor que se empieza a percibir.

Ese dato es analizado ahí mismo por la computadora, con un software desarrollado por nosotros. Con nuestra metodología, a los tres segundos de que se empezó a percibir ya podemos saber de qué tamaño va a ser. Ese es un proceso muy codiciado en muchos lugares del mundo donde hay alertas. Son cálculos que se hacen sobre la marcha, con gran rapidez.

Cuando se superan ciertos umbrales de fuerza, la estación lo comunica y los datos entran a una nube que se puede consultar en tiempo real en las ciudades que usan la alerta.

Los sismos tienen, afortunadamente, un proceso de propagación lento comparado con la velocidad de las ondas de radio, que viajan a la velocidad de la luz, la cual, para efectos prácticos, es instantánea.

La onda destructiva del temblor viaja a cuatro kilómetros por segundo. Para hacer números sencillos, si un sismo empieza en Acapulco, que está 320 kilómetros de la ciudad de México, el efecto fuerte tarda en llegar al rededor de 80 segundos.

Si no gastas más de 20 segundos en que las estaciones hagan el cálculo y te alerten, tienes casi 60 segundos de anticipación para prevenirte.

¿Qué ciudades tienen cobertura actualmente?  

Se inició con la Ciudad de México y la zona conurbada. Desde el 2003, se puso en servicio el sistema en el Valle Central de Oaxaca. En el 2006 el gobernador de Guerrero pidió que se le diera el servicio a Acapulco y a Chilpancingo, y ahora hay planes de que se amplíe la cobertura para el Valle de Iguala-Taxco y otras regiones, hacia Zihuatanejo y la zona de Tierra Caliente. En Guadalajara está bosquejada la posibilidad, pero hace falta invertir todavía en algunos transmisores.

También en Colima, donde ahora está muy inquietante el problema del volcán, en Morelia, en Toluca y recién acaba de concretarse la función en la ciudad de Puebla.

¿Cómo puede escuchar la gente la alerta, cuál es la tecnología para que la gente la reciba?  

Gracias a las emisoras de radio del Valle de México –la mayoría participan–, cuando nosotros disparamos la alerta, ellas la retransmiten automáticamente.

El metro de la ciudad de México tiene la alerta desde los noventa, es de los pioneros en su uso. Paran el metro porque en el centro de control saben que está sonando la alerta sísmica.

Ahora, con el apoyo de los gobiernos de Oaxaca, del D.F. y de la Secretaría de Gobernación, se han agregado recursos modernos como el receptor Sarmex, que es un equipo que, a diferencia de los receptores de radio y la televisión, no hay que tenerlo prendido, sino que está en silencio y se prende solo por un telecomando digital.

Este mismo receptor se usa en Estados Unidos para advertir peligros naturales, nosotros lo trajimos y lo mejoramos.

Tiene una patente del CIRES de mejora tecnológica.   Por instrucciones del gobierno de la Ciudad de México, este radio se puso en salones de clase de las escuelas públicas del D.F. Es un esfuerzo importante.

Las aplicaciones de la Alerta Sísmica para celulares, también toman la señal de este sistema, ¿no es así?  

No están avaladas por el CIRES. Son empresas que tienen un mercado cautivo que les interesa promover y explotar. Toman la señal de nosotros, pero cuando la retransmiten no garantizan que el retardo sea el mínimo.

Los celulares pueden servir si una amenaza toma minutos u horas en desarrollarse; pero no sirven para alertar temblores.

Con un sismo, que tarda segundos en llegar, esas demoras que hemos visto en los celulares, no los haces recomendables. Se satura la línea y eso la gente no lo sabe.

Si se tardan un minuto en darte la alerta, pues ya pasó el temblor y no tiene sentido.

Cambiando un poco de tema, ¿cuál es la importancia de los simulacros?  

Parte del éxito de que se haya alertado en 1995, se dio porque estaban haciéndose ensayos para conmemorar los 10 años del 85.

A los niños les sonaban la chicharra e iban a la zona de menor riesgo porque no sabían si había algún inspector escolar viendo. Como regalo de la naturaleza, cinco días antes, a las ocho de la mañana con cuatro minutos, sonó la alerta y los niños siguieron los pasos del simulacro y cuando llegaron a la zona asignada empezó el temblor. Algunos niños se caían sentados del susto.

Si hubiera sido un terremoto desastroso, hubiéramos tenido un gran éxito.

El temblor es un fenómeno que no se anuncia. Puede uno decir, “está nublado, va a llover”; pero con los sismos no. Mucha gente se cuestiona suspender actividades para hacer un simulacro porque le cuesta dinero. Puede costar más el que no se haga nada.

No debemos bajar la guardia. Dicen los asiáticos que un gran terremoto regresa cuando ya se olvidó el anterior.