El último reparto por el petróleo

Guillermo Rocha Lira

Guillermo Rocha Lira

Para explicar el contexto del Siglo XIX y el proceso colonialista, Le­nin afirmaba que la dinámica de las potencias obedecía a un “últi­mo reparto colonial”, que llevaría a la división de todo el mundo y a la expansión global del capitalismo. En este contexto y retomando la teoría de Lenin, vivimos en la era del último reparto por el petróleo, recurso no renovable cuya extinción se espera en las próximas décadas y que busca ser monopolizado por los principales países desarrollados, a los que urge garantizar la explotación de los últimos yaci­mientos existentes.

La estabilidad financiera y económica mundial depende del petróleo. El crecimiento de los países desarrollados está anclado a la dinámica de explo­tación/exportación de este vital recurso, garante de la continuidad del proceso industrializador. Por lo tanto, está claro que las crisis económicas y finan­cieras recientes se hallan directamente vinculadas con la producción y venta del oro negro.

El surgimiento de la OPEP fue un duro golpe para los países desarrollados: un cartel de países del tercer mundo controló la producción petrolera. Dos casos históricos apoyan nuestro argumento: el embargo petrolero árabe en 1973 y la decisión de la OPEP de triplicar sus precios de venta de crudo después de 1979. Ambos eventos, vinculados con la producción petrolera, provocaron profundos desequilibrios a nivel mundial.

En el caso de Estados Unidos y Europa repre­sentó una marcada desaceleración, después de 30 años de crecimiento continuo desde la Segunda Guerra Mundial, mientras que para los soviéticos marcó el inicio de su desaceleración. Fue de tal magnitud esta crisis petrolera que la década de los 80 significaron diez años perdidos no sólo para el crecimiento de América Latina, sino para todo el mundo. De hecho, en términos de crecimiento, el mundo nunca se recuperó de estas crisis petroleras.

La dinámica cíclica del capitalismo y la mayor dependencia que tienen los países desarrollados hacia el petróleo, cuya extinción está garantizada, genera, como en el pasado, desequilibrios econó­micos, que afectan a todo el mundo. La reciente crisis experimentada en los últimos meses de 2014 se debe a la sobreproducción. La combinación de una mayor oferta generada por la producción de gas shale en EU, y una marcada reducción en la de­manda global, explican la nueva crisis. La decisión de la OPEP consistió en mantener sus niveles de producción para ser competitivos frente a la pro­ducción estadounidense, aunque esto provocara la caída del precio del barril.

Lo cierto es que la estabilidad de la economía mundial descansa en gran medida en las decisiones de esta organización, cuyos miembros controlan el 45% de la producción mundial y casi el 80% de las exportaciones totales de crudo. La OPEP espera que la demanda de crudo siga siendo baja hasta el 2017.

Son precisamente las economías petrolizadas, como la de México, las que experimentan mayores distorsiones, pues necesitan de precios altos de petróleo para estabilizar sus presupuestos fiscales. El reajuste en el presupuesto por casi tres mil 800 mdp y la depreciación del peso frente al dólar, se explican por este nuevo shock petrolero que nos hace vislumbrar que, al menos el 2015, será un año de recesión económica y poco crecimiento en nuestro país y el mundo.

El caso reciente de Rusia demuestra hasta dón­de las economías desarrolladas, como las de los denominados BRIC’s, no están preparadas para hacer frente a los golpes del mercado. La decisión tomada por la OPEP el 27 de noviembre último, de no disminuir su producción, perjudicó a las monedas nacionales de forma casi inmediata. El 16 de diciembre de 2014 el rublo se devaluó en 63% hasta llegar a 72.4 rublos por dólar, lo que hizo añicos los ahorros de la población rusa. En el caso mexicano, del 28 de noviembre al 15 de diciembre el peso cambió de 13.89 a 14.78 por dólar.

En el caso ruso la proyección más optimista es que la economía tardará al menos dos años en recuperarse; en el caso mexicano la expectativa es que la depreciación continúe y aumente la inflación, lo cual, en conjunción con las reformas financiera y fiscal aprobadas, provocarán que el poder adquisi­tivo de los ciudadanos se vea seriamente mermado.

En la era del último reparto por el petróleo la competencia es salvaje. Las reservas mundiales que no controla la OPEP (como es el caso de Mé­xico), son de absoluta preocupación para Estados Unidos y Rusia, que buscan duopolizar a toda costa yacimientos importantes que garanticen su desarrollo industrial. ¿Qué es más importante? ¿La estabilidad económica mundial o la compe­tencia energética? Después de 15 años de baja producción, la revolución del gas shale y el uso de técnicas reprobables como el fracking, convir­tieron a Estados Unidos en el tercer productor de petróleo y primer productor de gas mundial, lo cual le permite presionar a los integrantes de la OPEP a mantener sus altos niveles de produc­ción, aunque esto signifique arrojar al mundo a una nueva crisis petrolera.