Testigo de la historia nacional

Testigo de la historia nacional
Paulina Santamaría
Fotógrafa
twitter@pausantamaria

Apenas consolidado el dominio azteca, el tlatoani Moctezuma Ilhuicamina encargó a Nezahualcóyotl una obra para llevar el agua dulce del Cerro del Chapulín a la ciudad de Tenochtitlan. Como premio, el príncipe texcocano pidió habitar en aquella elevación. Según las crónicas, él sembró los primeros ahuehuetes del sitio y lo consagró a Tláloc y Chalchiuhtlicue, dioses del agua.

A finales del virreinato, un nuevo palacio se construyó en la cima del cerro, mismo que a lo largo del siglo XIX fue testigo y protagonista de las dos intervenciones extranjeras: la estadounidense en 1847, y la francesa, cuando fue adaptado como residencia imperial de Maximiliano y Carlota, entre 1864 y 1867.

A lo largo del porfiriato, el Castillo y el Alcázar alcanzaron su mayor esplendor. Luego lo habitarían varios presidentes emanados de la Revolución Mexicana, hasta que Lázaro Cárdenas lo integró al patrimonio nacional para que fuera la sede, hasta la fecha, del Museo Nacional de Historia.

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